domingo, enero 10, 2016

Trigésimo cuarto libro 2015: "El beso de la muerte" de Kathy Reichs.

Lo del tropezón en la misma piedra me volvió a pasar a finales del año pasado. Me confieso una fan de la doctora Temperance Brennan de la serie Bones, sobre todo de las primeras temporadas en las que todavía no se había convertido en la aburguesada madre americana que parece representar desde que se casó con Booth e iba dando patadas a diestro y siniestro a la vez que averiguaba cómo había muerto una persona de la que sólo tenía una rótula o una mínima huella en cualquier hueso de su esqueleto.
Y sabiendo como se que la Brennan de los libros de Kathy Reichs, aunque sea la original y su autora inspire e intervenga en la serie, no es la misma que la de la tele, voy y empiezo con otro libro suyo. Pues total, que sigue sin gustarme esa antropóloga forense que vive con un gato y realiza su trabajo más o menos como cualquier otro forense e investiga crímenes sin grandes alharacas. Me ha vuelto a aburrir.
En "El beso de la muerte" (título al que, por cierto, no veo mucha relación con la trama) la doctora Temperance Brennan se ve envuelta en una guerra de bandas de moteros narcotraficantes y asesinos en una de cuyas actuaciones estelares causan, como daño colateral, la muerte de una niña. Ello indigna a Brennan, quien se lanza de plano a investigar desde el punto de vista forense y también desde el detectivesco, por ello y porque su sobrino Kit, que está en una edad muy tonta y se ha venido a pasar una temporada con ella, se dedica a juntarse con moteros ajeno a los problemas en los que puede meterse y también un poco porque su novio se ha visto comprometido en una trama de corrupción policial y necesita desahogar su frustración de alguna forma.
La trama es lenta y aburrida sobre todo porque se empeñan en intentar explicarnos las distintas familias de moteros, las interacciones entre bandas y su dedicación y confieso que el tema me interesa cero o casi. Y desde el punto de vista forense lo único que aprendemos es que pueden leerse los salpicazos de sangre en las paredes dejados tras una matanza para averiguar qué pasó, aunque en el libro no saquen demasiadas consecuencias de ello.
Aparecen también un cráneo y dos fémures de una mujer y como en Canadá, que es donde se desarrolla la acción, no deben conocer la canción del pirata cojo de Sabina, no caen en qué se utilizaban hasta casi el final del libro y la protagonista se pasa el rato viajando de Quebec a Carolina del Norte y viceversa para juntar los huesos y hacer una prueba de ADN que tarda como si la hubiera hecho en el Anatómico Forense o más.
Pues eso, que los jefes y colegas no le hacen mucho caso y la desprecian y se va metiendo poco a poco en la boca del lobo hasta que acaba resolviendo los crímenes cuando la verdad lo único que ya me interesaba era que acabara el libro, al que no he visto maldita la gracia. Y ojo lo mal que come la protagonista, que no hace una comida decente en todas sus páginas y se permite criticar una comida canadiense para comerse ella un ejemplo de comida basura americana de la que echa de menos la salsa. Pues eso, que lo podéis tachar.

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