martes, agosto 03, 2010

"Los ojos amarillos de los cocodrilos" o lo de "más vale caer en gracia que ser gracioso".

No me explico cómo este libro se ha convertido en un superventas salvo que tengamos ya la capacidad de decisión tan mediatizada por la publicidad que nos acerquemos a comprar compulsivamente lo que nos publicitan como bueno sin detenernos previamente a leer las críticas de quienes ya lo hayan leído ni por lo menos hojear el libro en el Carrefour antes de pagar los 21,90€ que me soplaron por "Los ojos amarillos de los cocodrilos" de Katherine Pancol. En mi caso no tengo excusa porque me animó a comprar el libro la propia autora en una entrevista que vi en televisión: su oratoria es mejor que su libro. Además, es que sí hojee el libro en el Carrefour, lo que pasa es que las páginas que leí de extranjis deben ser las mejores. Ello unido a la atracción de un buen título (no se puede negar lo innegable) y a lo diferente de los colores de la portada, me hicieron decidirme a comprarlo. No caigáis en el mismo error, no merece la pena, o al menos sólo la merece en las primeras páginas cuando todavía conservas la fe en que el libro retrate una historia de autosuperación de una mujer abandonada por su marido que intenta afrontar con sus dos hijas los retos de una vida sin pareja y con pocos medios económicos (por otra parte, nada que no se haya escrito ya). Pero no os hagáis ilusiones que no encuentras un personaje glorioso, ni siquiera mediocre en el libro, que la trama no es creíble y que los finales de novela rosa se quedan cortos con el de ésta.
Personajes planos, sin matices, sin cambios. Hay mujeres muy malas (porque el marido no es malo, es tonto, pero tonto del culo, que sin perdón así se llama, como decía Cervantes) y las malas son muy malas, arpías sin concesiones en algunos casos que no tienen un momento en que nos conmuevan con dudas (al menos con dudas creíbles). La protagonista tiene un carácter poco creíble, su hija mayor es insoportable y la pequeña una blanda. El marido de la madre de la protagonista un imbécil que no se cómo consigue hacerse millonario (aunque, pensándolo bien, si analizo a los que conozco no parece requisito la inteligencia para avenir fondos en abundancia)... Yo que se, que me ha decepcionado mucho.
Os cuento el argumento: se desarrolla en París, que yo creo que por eso no acaba de convencerme como destino vacacional (¡¡¡ME VOY EL LUNES!!! Si los controladores aéreos no me lo impiden), pero no describe apenas nada de la ciudad, con lo que igual se podía haber desarrollado en Orense, pongamos por caso.
Joséphine, la protagonista, está casada con Antoine, parado de larga duración que en tiempos tuvo un trabajo de ejecutivo guay pero que ahora malgasta su tiempo jugando al ajedrez esperando que le llueva del cielo un empleo bien remunerado y con clase al tiempo que engaña a su mujer con la peluquera de su barrio. Tienen dos hijas, Hortense, la mayor, repija de la muerte y con vocación de diseñadora de alta costura, y Zoé, la pequeña, blanda y con vocación de preadolescente. También tiene una madre, Henriette, que parece madrastra en lugar de madre y además una hermana, Iris, casada con un superabogadísimo con bufetón de clientes ricos, pero que se aburre de la muerte y que es de las que debe hacer desear haber sido hija única. La madre está casada en segundas con un selfmade man, conocido por Chef, al que desprecia olímpicamente y que a su vez está liado con su secretaria a la que llama todo el rato bomboncito (¿habéis vomitado ya?) y que pese a estar absolutamente interesada en la marcha de las empresas de su amante, al principio parece más preocupada por el cuerpazo de un compañero de trabajo que la utiliza para ascender en el staff de la empresa.
Pues bien, con este cocktail de personajes insulsos y sin más cara que la que se ve ni más matices que la ropa que se ponen, la trama se desarrolla cuando Iris anuncia en público que está escribiendo un libro, concretamente una novela histórica sobre el siglo XII, período en el que su hermana Joséphine, a la sazón historiadora, es experta (aunque haga fumar a los paisanos de ese siglo trescientos años antes de que hubiera tabaco en Europa [esto me lo chivó mi amigo Pedro, que para eso es historiador y se dio cuenta]). Para hacer verdad su baladronada pide a su hermana que le escriba la novela prometiéndole a cambio el dinero que obtenga y nuestra protagonista, en tiempo record y compaginado esa labor con la de traducción de contratos del inglés con la ayuda de una hija natural de la reina de Inglaterra (os he destripado parte de la trama, lo siento), escribe en la cocina de su casa un auténtico best seller del que percibe todos los beneficios llevándose Iris los elogios públicos.
Entremedias la niña mayor no hace nada más que dar caña a su madre y la abuela fastidiar a su marido (que mientras se dedica a intentar tener su ansiado heredero con la secretaria) y a su hija que, como las madres de alquiler, le ha cogido cariño al libro que ha escrito y, pese a haber cobrado por su trabajo todo lo que el libro ha producido, tiene remordimientos de autora frustrada de reconocimiento. Luego aparecen unos mellizos, guapos hasta decir "ya no más", y no sigo porque el final rosa os lo dejo para si la lectura de esta reseña no os ha desanimado lo suficiente decidís leer el libro. No se si en la playa y sin otra cosa que hacer que impedir que el niño de la toalla de al lado os eche la arena podrá resultar más atractivo en vuestras manos pero a mi desde luego me ha decepcionado un montón. Haced lo que queráis pero lo de "más vale caer en gracia que ser gracioso" que ponía en el título del post le va como anillo al dedo.
¡Ah! se me olvidaba, que lo del título viene porque al marido por fin le sale un trabajo en Kenia para criarle cocodrilos a la mafia china y se va allí a vivir con la peluquera que, como el Antoine sigue en Kenia igual de inútil que en París y no consigue cobrar de los chinos, se dedica a venderles productos "made in Paris" a las chinas del criadero de cocodrilos que entre explotación laboral y explotación laboral encuentran un ratito para pintarse.

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