sábado, febrero 15, 2020

"Reina Roja", de Juan Gómez-Jurado. El séptimo de 2020.

Bueno, por fin me atreví con Reina Roja y debo decir que me ha gustado, a la par que me ha decepcionado un poquito.
Me explico, la novela es trepidante, te engancha y te tiene hasta las tantas pasando las páginas de este libro, que pesa lo suyo. Pero, el personaje de Antonia no me acaba de cuadrar y la trama se me hace un poco ajena a la realidad española, que tengo la impresión desde hace un tiempo de que las series y películas americanas nos han remodelado el gusto hacia una delincuencia bastante poco común por estos lares, que nos han inculcado que los asesinos en serie están a la vuelta de la esquina y que hay métodos policiales que resuelven cualquier trama sin mucha sujeción al procedimiento establecido, poco respeto a la legalidad vigente y, por supuesto, sin abogados.
Pero esta novela me la salva el escudero de Antonia, Jon Gutiérrez, un personaje que me ha convencido.
Jon, un policía bilbaíno de pura cepa, homosexual declarado y con un cuerpo fuerte (que "no está gordo"), está apartado del servicio por corrupción, que no lo parece tanto cuando vemos que fue por ayudar a una mujer en problemas y con la que, por cierto, pese a la ayuda, le salió el tiro por la culata.
Temporalmente sin empleo ni sueldo, Jon recibe una oferta que supondría, caso de aceptarla, la desaparición de todos sus problemas ya que se le levantaría la suspensión volviendo al cuerpo sin mancha en su expediente. La cosa le parece fácil ya que lo único que tiene que hacer es convencer a Antonia Scott para que salga de su casa, donde lleva tiempo recluida dándose incluso tres minutos diarios para pensar en su suicidio, y que regrese a hacer lo que se supone que hace y que, supuestamente, lo hace mejor que nadie debido a unas supercapacidades que Jon, cuando la ve por vez primera, no ve por ningún sitio.
La tarea que tan fácil pareció al policía no lo es tal porque Antonia se niega en redondo a abandonar su aislamiento, aunque por fin lo consigue y juntos se lanzan a desfacer entuertos como una Quijota y un Sancho, porque ella parece estar más para allá que para acá y el sensato de los dos, que no está gordo, aunque lo parezca, es el que la acompaña y la va sacando de líos.
No os puedo contar mucho de la trama del thriller, aunque los personajes afectados por quien representa la maldad malísima de la novela, pese a que sus nombres son diferentes, son perfectamente reconocibles como la mujer y el hombre más ricos, o por lo menos con más relevancia económica y de poder de España.
Una muerte, un secuestro, una organización secreta encargada de la investigación, la que da nombre al título del libro (que no tiene nada que ver con una majestad republicana), mucha persecución, rapidez de la trama, riesgo... para un final un poco tramposo que me dejó un poco de aquella manera.
El personaje de Antonia, con sus tribulaciones, su dependencia de las pastillitas milagrosas, el origen de sus capacidades, no me acaba de parecer verídico, con esa especie de epilepsia que necesita de pastillas rojas y azules como en Matrix y que se presume que hace que piense y relacioe cosas a velocidad de vértigo, pero que luego no me lo parece tanto, que si no es por el vasco no es capaz de desenvolverse de manera eficaz y coherente en la vida diaria.
No se, mucha publicidad y un buen thriller, eso sí, pero como que le falta algo para parecerme totalmente redonda, aunque para gustos están los libros y los colores y debe haber mucha gente a la que le haya gustado porque fue uno de los grandes best seller del 2018.

"Ojos de agua", de Domingo Villar. Sexto del 2020.

Tenía pendiente a este autor desde hace tiempo ya que no había oído más que elogios de sus libros, sobre todo de "La playa de los ahogados", pero no había leído ninguno, así que qué mejor principio que empezar por su primera obra: "Ojos de agua", que me ha gustado, pero con reservas. Se nota que es una primera novela, o eso me parece, y se le nota el tiempo que ha pasado desde su publicación en 2006.
El protagonista, el policía Leo Caldas, es un gallego cachazudo y muy gallego, de los que responden a las preguntas con otra, aunque no todo el rato como piensa su compañero de fatigas, Rafael Estévez, un aragonés bruto, iracundo y sin modales que ha sido "trasladado" debido que su forma de ser ya había generado problemas en su destino anterior.
La combinación entre ambos personajes anima el relato. Leo Caldas compensa con su moderación los excesos de su compañero, de forma que pareciera que lo han puesto a su cargo para que lo controle y sea una buena influencia para él, pero la influencia parece funcionar en ambos lados y el empuje de Estévez empuja a Caldas a la acción que parecía rehuir.
En la vida personal de Caldas parece que hubo una mujer que desapareció de su vida dejándole un regusto de tristeza. No sabemos por qué rompieron, pero no parece que la iniciativa fuera del policía. Pero claro, ¿qué novela policiaca sin un protagonista con problemas personales?
Por contra, Estévez no parece tener vida personal, aunque su traslado a Galicia podría justificar que viva solo. Lo que está claro es que le gustan las mujeres y en un punto del relato defiende su derecho a que le puedan gustar guapas y de otro nivel intelectual o social. Se ofende hasta casi la agresión con el acercamiento de un homosexual, pero no parece tener ideas homófobas demasiado claras, sino más bien temor a que pueda ponerse en entredicho su hombría delante de otros hombres.
Los capítulos del libro aparecen encabezados con la definición de una palabra en el diccionario. Me recordó al Jaritos de Márkaris leyendo definiciones en su Dimitrakos, aunque en la novela que reseño no son los protagonistas quien leen las definiciones de cada palabra, sino quienes leemos el libro. Una de las acepciones de cada palabra que abre los capítulos tiene relación con el contenido del mismo, así que casi vamos buscando dónde para descubrir la relación.
La historia que se cuenta en la novela es la investigación del asesinato de Rafael Reigosa, un saxofonista con unos preciosos ojos azules, conocido por ello con el apelativo que da título a la novela. El cadáver del músico aparece atado a la cabecera de su cama en su apartamento de la isla de Toralla, frente a Vigo, situado en una de las torres más feas pero con mejores vistas de la zona. A la isla sólo puede llegarse por un puente por lo que no mucha gente puede acceder al lugar sin ser controlada y pocos los sospechosos.
El cuerpo de Reigosa aparece con sus partes pudendas salvajemente destrozadas, como si las hubieran quemado con ácido o algo así y sin que aparentemente sepan la causa, lo que afecta mucho a los investigadores, todos hombres. 
Tras analizar la escena del crimen, que ha sido concienzudamente limpiada, se descubre, por la mujer que ha realizado la recogida de pistas, qué han inyectado al difunto provocando el desastre que mostraba en sus genitales, lo que orienta la investigación hacia las personas que puedan tener acceso al producto que le pincharon llevando a Caldas y Estévez a bucear por turbulentas aguas de la vida privada del asesinado y atreverse también a molestar a personas muy bien relacionadas con las altas esferas de la vida de la ciudad. Por supuesto, eso trae problemas a los protagonistas ya que meterse con los de arriba es lo que tiene. 
Las gestiones de Caldas para averiguar lo que ha pasado se llevan a cabo a la antigua usanza, que más parece un detective que un policía ya que no cita a los testigos ni a los investigados a la comisaría sino que es él el que se desplaza a los lugares y visita a posibles sospechosos, lo que da un viso de antigüedad (o de clasicismo, según se vea) al relato, lo que fomenta también el hecho de que los protagonistas no utilicen móviles, usen el teléfono fijo e incluso teléfonos públicos y cabinas. Y es que, claro, el copyright de la novela es de 2006, cuando todavía no había smartphones y no se había generalizado el uso de terminales móviles, como lo conocemos hoy.
En general está entretenido, aunque la investigación del asesinato se me hizo un poco lenta, y eso que el libro es corto (187 páginas de la edición de bolsillo que he leído), y lo peor que llevé fue averiguar quién había sido antes de acabar el libro, que se veía venir, aunque introduce algún elemento que no había tenido mucha importancia para explicar el desenlace. No obstante, me han quedado muchas ganas de seguir leyendo a Domingo Villar porque como primera novela prometía mucho.

domingo, febrero 02, 2020

Con el salario mínimo y sin justicia gratuita.

Suben el Salario Mínimo Interprofesional y mucha alegría, aunque cuando se cambian las cosas sin analizar mucho las consecuencias pueden ocasionarse perjuicios que no se querían producir e impedir el ejercicio de otros derechos.
Me estoy refiriendo al derecho a la asistencia jurídica gratuita. Y es que ganando el salario mínimo, un solicitante individual sin pareja ni hijos no puede disfrutar de los beneficios del derecho a justicia gratuita porque supera los umbrales económicos para que le sea reconocido.
¿Cuáles son los umbrales a que me refiero?
La Ley de Asistencia Jurídica Gratuita exige, para la concesión de los beneficios que regula, que el solicitante cuente con unos ingresos brutos (BRUTOS, no NETOS, no lo del final de la nómina sino antes de retenciones) no superen los límites que señala su artículo 3.1 y que para una persona que no pertenezca a ninguna unidad familiar no pueden superar la cantidad que suponen dos veces el IPREM, el indicador público de renta de efectos múltiples, que no es el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) sino mucho menor y se señala para cada año, aunque lleva tres congelado. Y si la unidad familiar tiene más miembros pues en los porcentajes del IPREM que regula la Ley. Y a fecha de hoy si el SMI se coloca en 950€ pues no hay justicia gratuita.
Habrá que estar a la espera de otros datos y, sobre todo, de presupuestos, para saber si el doble del IPREM en 14 pagas sería más bajo o más alto del SMI porque si no va a ver muchos ciudadanos que no van a poder pedir justicia gratuita. Bueno, la podrán pedir pero por poquito que ganen más no tendrán derecho a ella. Precisamente las rentas más bajas tendrían problema.
Para ver si tendríais derecho, pinchad en la imagen y accedéis a la calculadora de la web del Consejo de la Abogacía. Ponéis el número de integrantes de la unidad familiar y vuestros salarios "brutos" anuales. Y a ver qué os sale.

https://www.justiciagratuita.es/publico/tengo-derecho/#
Y como poder pueden pedir abogado de oficio y se lo nombrarán con carácter provisional a la espera de que la Comisión de Justicia Gratuita compruebe si reúne los requisitos económicos. Si luego se demuestra que no los reúne resulta que tendría que pagar al abogado de oficio puesto que no tiene derecho a justicia gratuita, pero como resulta que normalmente será verdad que con lo poco que cobra no puede pagar abogado, pues adivinad quién se queda sin cobrar después de haber hecho su trabajo.