lunes, diciembre 27, 2021

"Sangre turbia", de Robert Galbraith (el otro nombre de J.K. Rowling). 15/2021-

Mira que dije que never more con J.K. Rowling ni su pseudónimo Robert Galbraith. 

Pues no solo vuelvo a caer con la misma piedra sino que además me lo compro en inglés, que para un tocho como éste tiene mérito leérselo en otro idioma, cuando tampoco hay quien lo soporte en castellano.

Porque cuando ya estaba harta de que no me gustara nada el libro, me dio por pensar que era porque no acababa de cogerle el rollito a la trama en inglés, así que lo conseguí en español y me pareció todavía más chorra, porque entendiendo toda la frase no podía atribuirle ningún sentido oculto ni ninguna retorcida explicación que mis todavía dificultades con el idioma de la pérfida Albión pretendían encontrar en esa lengua.

Y es que la Rowling seguirá engrosando sus arcas con los derechos del libro que le pague la BBC para seguir con la serie de Strike y por eso hará sus libros cada vez más largos y con más paja y tramas alternativas de amoríos y enfados de serie americana de segunda, pero en mi modesta opinión se está cargando, si no lo ha hecho ya, a sus personajes estrella. 

Robin ya no es la que era, que parece una niña tonta enamorada de su profesor. Y Strike llorando por los rincones. Y ambos llevando a cabo una investigación de pena que se resuelve cuando faltan pocas páginas para el final con una inesperada solución. Que no digo inesperada porque me sorprendiera, sino porque es de esas que te asaltan de repente sin que nada en el resto del libro pueda llevar a esa conclusión en modo alguno. Que para eso, podría haber tenido  Eso es trampa, casi una estafa. Dejar que el lector, la lectora en este caso se trague mil páginas intentando ver algo de luz en el aburrido devenir de los protagonistas hablando casi del tiempo con el resto de personajes que fueron testigos o protagonistas de un suceso del que, en buena teoría, no deberían acordarse en modo alguno, para después decir que aquello fue así y así y quien tuvo la culpa sin que de la farragosa investigación pueda deducirse nada al respecto. Grrr.

Había leído una crítica del libro que elogiaba el "ritmo sereno" de la obra y la "capacidad envidiable" de la autora "a la hora de gestionar el tiempo narrativo dentro de la construcción de la trama". 

Una vez leída la novela, no se si pensar que la crítica estaba escrita de cachondeo. El ritmo no es que sea sereno, es que resulta soporífero y la gestión del tiempo narrativo penosa, que crees que llevan investigando un par de meses y se descabalgan con que se encuentra próximo el fin del plazo del año para el que les habían contratado y sin que las pesquisas llevadas a cabo ni en este caso ni en ninguno de los otros que llevan justifique un lapso de tiempo tal.

Y la trama tampoco es que sea adictiva. Una médica, Margot Bamboroug, desaparece allá por los setentas del siglo pasado en el camino desde el centro médico en el que trabaja a pub donde había quedado con una amiga. A los taitantos años, su hija y su esposa contratan a Cormoran y Robin para que investiguen qué paso y saber si abandonó a su familia o fue realmente víctima del asesino en serie que se paseaba entonces por la zona y que cumple condena en prisión, quien, dicho sea de paso nunca enumeró entre sus víctimas a la médica. 

Los detectives, poco convencidos de las posibilidades del caso, aceptan el encargo por una respetable cantidad de dinero y con un plazo máximo de un año para obtener algún resultado, y, a partir de ahí, la práctica totalidad del libro la pasamos soportando entrevistas y conversaciones aburridas con quienes fueron testigos o tuvieron alguna relación con los hechos y/o la víctima, sorprendiendo que, pese al tiempo transcurrido, no sólo es que recuerden qué pasó sino que además son capaces de dar detalles y pelos y señales de lo que estaban haciendo entonces, cosa cuanto menos dudosa. El marido de la víctima, la nani de su hija (que luego contrae nupcias con el marido), las personas que trabajaban en el consultorio, la amiga de la médica, vecinos,... son entrevistados por Cormoran y Robin sin que de tan tediosas sesiones parezca salir nada en claro.

Mientras tanto Cormoran pasa temporadas con la tía que le cuidó de pequeño, enferma de cáncer, y Robin arrastra una mediación para su divorcio que le impone el plasta con el que estuvo casado, que pese a tener ya otros amoríos parece seguir teniendo intención de seguir fastidiando a Robin pretendiendo ser la parte ofendida. Y la agencia en manos de empleados manteniendo casos que debieran ser breves pero que duran tanto como el principal. Un año de entrevistas ya supone un exceso para el caso de Margot Bamboroug, pero para cuernos o engaños de empresa resulta mucho menos creíble.

Más de mil páginas para este bodrio con solución de urgencia me han desanimado del todo para seguir con Robert Galbraith. Lo dicho, Sra Rowling, que si quiere usted matar a Cormoran hágalo ya, que de aburrimiento casi acaba conmigo.