Un libro muy corto que se puso de moda hace un tiempo y no quise leer entonces por llevar la contraria y al volverlo a encontrar me puse con él. Me ha sorprendido muy gratamente. Si al final no me va a disgustar tanto la literatura japonesa.
Keiko Furukura era rara ya de pequeña. Demasiado literal en la comprensión del lenguaje, poco empática, incomprendida e inadaptada pero muy inteligente. Cuando comienza la universidad empieza a trabajar por horas en una konbini, una especie de tienda de alimentación abierta las 24 horas, donde encaja tan bien y se encuentra tan cómoda que a los 36 años sigue trabajando en ella sin buscar un trabajo a tiempo completo.
Toda su vida gira en torno a la tienda y, para justificar su permanencia en ella por horas, utiliza la excusa de una supuesta enfermedad que no le permite trabajar en un empleo fijo.
La tienda no parece contratar nunca a trabajadores permanentes pues, pese a la cantidad de años que Keiko trabaja en ella, no le han ofrecido esa posibilidad, y nuestra protagonista ha visto pasar a muchos universitarios y mujeres que buscan un complemento a la economía familiar mientras ella sigue con el mismo sistema.
La tienda no parece contratar nunca a trabajadores permanentes pues, pese a la cantidad de años que Keiko trabaja en ella, no le han ofrecido esa posibilidad, y nuestra protagonista ha visto pasar a muchos universitarios y mujeres que buscan un complemento a la economía familiar mientras ella sigue con el mismo sistema.
Keiko es feliz a su manera, se considera realizada como dependienta, de forma que considera su trabajo más como una esencia que como una ocupación. Siente que "es" dependienta. Pero todo el mundo a su alrededor la presiona para que explique por qué no busca algo mejor y, sobre todo, por qué no tiene pareja y sigue soltera a su edad.
A ella le da lo mismo y no cambiaría la tienda por otro trabajo. Allí sabe lo que se espera de ella a cada momento y no tiene que pensar ni responsabilizarse de otra cosa que el trabajo diario de colocar los productos, atender a los clientes, cobrar y estar pendiente de que todo se desarrolle como debe hacerse según las directrices de los diferentes jefes que ha tenido a lo largo del tiempo. No necesita pensar mucho e incluso copia frases de compañeras en sus propios diálogos para intentar así acertar en sus opiniones y el tono de su voz imita a veces a quienes considera que hablan bien y son aceptadas por los demás.
Keiko no necesita mejorar en su trabajo, no quiere cambiar ni necesita para nada un hombre a su lado, pero la presión de un grupo de mujeres, con las que se reúne a veces con idea de socializar, la obliga a intentar buscar una vida distinta para ser aceptada y encajar en la idea de mujer que tienen los demás. Así que aprovecha que un compañero nuevo de la tienda, aparentemente más inadaptado que ella, es expulsado por incompetente, para generar la falsa apariencia de vida en pareja e intentar que la dejen en paz cuando consideren que ya "se ha adaptado" o "curado" porque tanto sus padres al principio como su propia hermana consideran que hay algo raro en Keiko que puede solucionarse, que puede curarse.
Keiko ofrece a Shiraha, el hombre que conoce en el konbini, irse a vivir a su casa.
Él, más perro que una manta y aparente defensor de la idea de que no hemos cambiado desde la Edad de Piedra y que siempre se ha venido exigiendo que hombres y mujeres deben comportarse de una determinada manera, no ha sabido tampoco adaptarse a lo que le exige el rol masculino. No tiene empleo ni ganas ni intención de trabajar, ni de ayudar a Keiko, sólo refugiarse en su casa para no pagar sus deudas y que sea ella quien se ocupe de llevar dinero a casa mientras él se dedica a entretenerse con el móvil y la tablet en la bañera del cuarto de baño.
Keiko ofrece a Shiraha, el hombre que conoce en el konbini, irse a vivir a su casa.
Él, más perro que una manta y aparente defensor de la idea de que no hemos cambiado desde la Edad de Piedra y que siempre se ha venido exigiendo que hombres y mujeres deben comportarse de una determinada manera, no ha sabido tampoco adaptarse a lo que le exige el rol masculino. No tiene empleo ni ganas ni intención de trabajar, ni de ayudar a Keiko, sólo refugiarse en su casa para no pagar sus deudas y que sea ella quien se ocupe de llevar dinero a casa mientras él se dedica a entretenerse con el móvil y la tablet en la bañera del cuarto de baño.
Keiko no eligió bien al hombre que debía dar cobertura a su "normalidad" y hacer evidente su "curación" y adaptación al concepto tradicional de mujer japonesa, aunque intenta seguir lo que se espera de ella, pero no solo no se le soluciona el problema sino que le complica la vida.
Es un libro muy corto y refleja los problemas de las personas para adaptarse a rol que por su sexo o condición se espera de ellas, con independencia de lo que les guste o les haga feliz. En alguna ocasión seguro que hemos experimentado esa presión, sobre todo las solteras de una edad, je, je. En Japón la cosa debe ser más habitual porque ya he visto el asunto en varias novelas, pero tampoco por aquí somos ajenos a esos condicionantes.
Si eres varón, tienes que trabajar, ganarte el pan, triunfar, tener pareja, hijos... Si eres mujer, a cierta edad o tienes un trabajo importante o exigente que justifique el hecho de no tener pareja o tienes que tenerla sí o sí. Menos mal que si sigues cumpliendo años se considera que ya el arroz se te pasó y dejan de preguntarte. O eso espero, por lo menos.
El libro ha respondido a mis expectativas. Es interesante.
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