Cuando me llegó el libro pensé que el "Boulder" del título era un apellido de alguno de los personajes de la novela pero parece ser que se trata de una piedra de gran tamaño (como la fotografía de la portada), "una de esas grandes rocas solitarias, aisladas, expuestas a todo, que hay en el sur de la Patagonia, pedazos de mundo que sobraron después de la creación. Nadie saben de dónde provienen. Ni ellas entienden por qué siguen allí, por qué no se desgastan", según se describe en el libro, y que es como llama a la protagonista su pareja, describiendo perfectamente lo que acabará siendo ella en su relación amorosa, su resistencia al desgaste, su firmeza, su aguante en la relación, incluso cuando ya la sabe agotada.
La mujer que nos guía por el relato de su vida es diferente al estereotipo de mujer que se nos venga a la cabeza, y no principalmente por gustarle las mujeres, sino por su forma de desenvolverse en el mundo, sobre todo al principio. Es libre, independiente, no quiere ni someterse a los convencionalismos de trabajo, familia y relaciones...
Es de Barcelona pero se encuentra en el embarcadero de Quellón en la provincia chilena de Chiloé. No sabemos qué le ocurrió para que se encontrara allí enfrentada al vacío "buscando el cero primigenio", "cansada de inventar currículums, de tener que decir y hacer como si la vida fuese un relato", pero tampoco eso importa mucho para entender la historia que nos cuenta, aunque sí diga mucho de la forma de ser de la protagonista.
El caso es que decide embarcarse como cocinera en un barco mercante en el que parece haber encontrado una especie de felicidad, de equilibrio, sin ataduras, ni siquiera un salario que le genere obligaciones. Pero, en uno de los puertos que desembarca conoce a Samsa (sí, como el protagonista de "La Metamorfosis", de Kafka) y su mundo da un vuelco. Se enamora perdidamente de ella y la sigue hasta Islandia, dejando atrás toda su buscada independencia, para atarse a la mujer que quiere, asumiendo como propio el mundo de ella: trabajo, casa, búsqueda de una estabilidad de la que había estado huyendo... Pero parece feliz, abre un food track y ahoga sus deseos de libertad bebiendo en la taberna con el único amigo que parece tener.
Todo va aparentemente bien hasta que Samsa decide tener un hijo y la vida de la pareja comienza a hacer aguas. Nuestra protagonista no había deseado nunca un hijo y hacer lo que Samsa desea va destrozándola poco a poco. Samsa la va desplazando, la aparta de su recién creado mundo y la hace sufrir, a la vez que le genera sensación de culpabilidad. Aunque la idea que nos hacemos no acabe de responder a la situación real porque no es solo el enfrentamiento con una maternidad no querida que no acaba de asumir.
La verdad que el libro me ha gustado mucho. Había leído una crítica que no hablaba nada más que la forma de tratar el sexo por la autora y me había hecho una idea de la novela que no responde a la realidad. La manera de escribir de la autora me encanta. Es como poesía en prosa. Frases cortas, rotundas, muy descriptivas con poquísimas palabras... No me suele gustar la poesía pero me ha parecido poético en algunos párrafos. Y, como la poesía, concentra en pocas páginas, poco más de cien, casi todo el ciclo vital de adulta de la protagonista sin que echemos nada de menos de lo que no nos cuenta.
Pues eso, que me ha gustado y no lo esperaba, así que me ha sorprendido gratamente.
Pues eso, que me ha gustado y no lo esperaba, así que me ha sorprendido gratamente.
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