lunes, junio 01, 2020

"Territorio de luz", de Yuko Tsushima. 19/2020.

Hay que reconocer que los libros de la editorial Impedimenta son preciosos. Y si además me llegan en la caja de Bookish con todo su bloque de complementos (marcalibros, ilustraciones...) y ¡unas galletitas de la fortuna!, pues casi me reconcilio con la literatura japonesa, que se me atraganta con demasiada frecuencia. Y encima el libro sale hoy a la venta y yo ya me lo he leído.
Ahora bien, mientras lo leía tenía una doble sensación que me impedía disfrutar enteramente de él. Por un lado, el libro no está mal pero a la vez tenía todo el rato las ganas de sacudir a la protagonista a ver si espabilaba o para que buscara ayuda, hasta que me di cuenta de la fecha de publicación de la obra original. 
Y es que, no sé en Japón, pero en España desde 1978 se han experimentado tantos cambios en la vida de las mujeres, y en la vida en general, tantos como para que la actitud de la mujer del libro me resultara casi extraña hasta que fui consciente de cuándo tenían lugar los hechos. Una vez revisada la primera impresión a la luz de la época, comencé a entender a la protagonista y, en general, la obra.
La protagonista, de la que no conocemos su nombre de pila, sólo su apellido de casada, Fujino, ha sido abandonada por su marido. El señor Fujino ha tenido a bien encontrar otra mujer más joven y decide acabar con su matrimonio o por lo menos con la convivencia con su esposa.
Ella, no acaba de darse cuenta del abandono y eso que el marido está tan dispuesto a que se vaya que la lleva de inmobiliaria en inmobiliaria para alquilar una nueva casa donde vivir, pretendiendo incluso ser él quien elija cómo debe ser y cuánto se debe gastar en el alquiler, pese a que es ella la que tiene ingresos fijos como bibliotecaria y él, que estudió cine pero no ha rodado ni un metro de película, no tiene trabajo ni ingresos, ni muchas expectativas ni ganas de matarse a trabajar. Eso sí, lo reconoce y por eso determina que la hija del matrimonio se quede con su madre, si bien no queda claro cómo desea ejercer su responsabilidad paternal, ni si como parece quiere incluso habitación en la nueva casa y acceso libre para ver a su hija, ya si eso. De yenes, nanai de la China, aunque sea japonés.
Tanto buscar casa, que cuando la protagonista ve que el marido ya le está buscando una que no va a poder pagar, es ella la que encuentra un apartamento en un tercer piso de un edificio que por curiosa coincidencia tiene el mismo nombre que el apellido de su marido. El apartamento debía ser como mi piso de Villafranca, con más ventanas que paredes y con tanta luz que es lo que más llama la atención de la señora Fujino cuando se muda allí con su hija.
Acompañamos a la pequeña y a su madre durante el primer año de la separación (todavía no se ha divorciado e incluso piensa que su marido puede volver). La madre no está acostumbrada a criar a la niña sola y arrastra un cansancio y una depresión de la que no parece consciente que la lleva a gritarle a la niña, a llegar tarde a la guardería y a trabajar, a beber alcohol y a no saber qué hacer con su vida la mayor parte del tiempo.
Cuenta con la ayuda de su madre, pero no quiere abusar porque no quiere volver a vivir con ella, ni renunciar a su independencia, pero tampoco sabe todavía cómo desenvolverse sola con una niña, cómo poder con todo lo que se le ha venido encima por el abandono de su marido. Gritos a la niña, que está blanda hasta lo indecible y es cabezona hasta resultar a ratos insoportable; protestas de los vecinos por cualquier cosa, quejas de la guardería, exigencias del marido cuando aparece, incluso maltrato y ella... en plan japonesita, reverencia va, reverencia viene, sin saber por dónde tirar hasta que poco a poco va ganando terreno a su incapacidad y sobreponiéndose a los problemas y a la dependencia emocional que todavía tiene respecto a su marido.
Y la luz omnipresente en el libro, en el piso, en los jardines, en las vistas... como un contrapunto a la oscuridad de la vida de la protagonista.
Una vez que fui consciente de la época en que se escribió el libro cambió mi percepción de la protagonista y de la historia y comprendí lo que pretende reflejar y la forma tan realista que plasma los problemas de una maternidad en exclusiva en una situación psicológica precaria y con una niña un poquito borde que exige más de lo que en ese momento su madre puede darle. No está mal. Para meditar.
Por cierto, que el mensaje de la galletita de la suerte decía: "un beso no es un beso si no se pone el corazón". Mal mensaje para los tiempos del distanciamiento social.

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