lunes, julio 30, 2018

Vigésimo séptimo libro 2018: "El homenaje", de Andrea Camilleri.

Es sencillamente genial. 
Un relato corto de mi amado Camilleri que con ironía, humor y espíritu crítico pone de manifiesto en pocas páginas la estulticia del seguidismo ciego de una ideología, del fanatismo político, en este caso el fascismo, pero que podría aplicarse sin problemas a cualquier -ismo que se os ocurra; las mentiras cotidianas públicas y privadas que generan imágenes de las personas, las instituciones y las ideas que nada tienen que ver con la verdad y a veces ni con la realidad. 
Al día siguiente de la entrada de Italia en la segunda guerra mundial, en pleno dominio del Duce y con el país eufórico "como si la guerra fuera un billete de lotería premiado", la geopolítica deja paso a la pequeña política en Vigàta cuando Micheli Ragusano regresa a la localidad tras su confinamiento de cinco años en la isla de Lipari condenado por "difamación sistemática del glorioso régimen fascista, de modo que no era prudente mostrarse cordial con él". Nadie le saluda y cuando entra en el Círculo Fascismo y Familia, una especie de casino, quieren echarle haciendo efectivo un antiguo acuerdo de expulsión que se tomó a raíz de su condena.
El interfecto acepta la situación como ineludible, pese a que su esposa ha venido pagando religiosamente las cuotas del Círculo en ausencia de su marido, pero cuando se levanta para marcharse le sale un inesperado pseudodefensor de su derecho a ser reintegrado en las cuotas satisfechas desde la expulsión: Manueli Persico, un anciano de 97 años, héroe de las brigadas fascistas, que había desfilado con Mussolini, improvisa una colecta entre los miembros del casino para devolver las cuotas a Ragusano.
Cuando Cocò Giacalone, el espía del secretario general, va a entregarle con un insulto el dinero en un cenicero en el que ha escupido, Ragusano no lo acepta y le dice a Persico que le devuelve el favor callando lo que le contaron sobre en el confinamiento y al decirle que si el nombre de Antonio Cannizzaro le dice algo el anciano fallece de una apoplejía. 
Ragusano es detenido y pretenden acusarle de asesinato mientras preparan los honores que consideran que merecía el difunto (de ahí el título) en un esperpéntico debate en el que elevando las propuestas para el homenaje acaban decidiendo dedicarle una calle y conseguirle a su jovencísima viuda una pensión, para lo que tienen que remover todos los hilos del poder.
La viuda, a quien le va la marcha, aprovechando las notificaciones de los honores a su marido y la idea de conseguirle una pensión así como el espíritu de consuelo que parecen tener todos los caballeros que la visitan, se deja consolar y reparte sus favores entre dos hombres, pero... no aprecia los acercamientos de un tercero que está prendado de ella en secreto desde hace años que la visitó por motivos profesionales ya que es médico.
El doctor Alletto planea su venganza y decide averiguar por qué la frase proferida por Ragusano provocó la repentina muerte de Manueli Persico y ahí comienza la mejor parte del relato que tiene párrafos verdaderamente hilarantes si no fuera por el trasfondo de tragedia que apreciamos; pero los juegos con el nombre de la calle, las investigaciones del historiador y los tejemanejes para intentar quedar bien ocultando la verdad y los secretos del supuesto camarada son, como decía al principio, geniales.
El libro se lee rápido y es muy, muy entretenido, pero da que pensar también mucho porque la clave jocosa del relato no sirve sino para destacar lo que ello ocasionó en la realidad histórica y meditar y pensar en la colaboración de la ciudadanía anónima en el desarrollo de los acontecimientos. Esas reuniones del círculo tan parecidas a algunas tertulias de casino en las que se decidían la vida o la muerte de las personas, como sin dar importancia y en aras de un supuesto ideal o dogma político que no permite disidencias, hacen que el relato con el que nos hemos reído nos deje un regusto amargo cuando nos paramos a analizar lo que hay debajo.
El libro lo publicó Salamandra y os lo recomiendo.

domingo, julio 29, 2018

Vigésimo sexto libro 2018: "84, Charing Cross Road", de Helene Hanff.


Me estaba leyendo otros dos pero se me cruzó éste como un buen recuerdo y no pude evitar releerlo. 
Es un libro encantador y muy original. Son las cartas (no todas, por supuesto) que la autora se cruzó con una librería londinense situada precisamente en la dirección que sirve de título a la obra en su búsqueda de libros de segunda mano a un precio asequible que coincidieran con sus peculiares gustos que excluían prácticamente la ficción. Tal vez por ello, quitando "Orgullo y Prejuicio", "Tristram Shandy", "Diario de una dama de provincias" y "Los Cuentos de Canterbury" no me suenan ninguno de los otros títulos que la autora solicita a la librería.
La correspondencia se inicia el 5 de octubre de 1949, cuando Gran Bretaña todavía se recupera de los efectos de la Segunda Guerra Mundial, en pleno racionamiento y con muchas carencias. Las primeras cartas que se cruzan entre la autora y "Marks & Co," son muy formales y siempre son contestadas por el mismo empleado de la librería, Frank Doel, pero poco a poco y a lo largo de los años la confianza entre Helene Hanff y los empleados de la librería se va incrementando, siempre a instancias de la autora que, como buena americana, es más abierta e impetuosa que los destinatarios de sus cartas, ingleses hasta la médula. Vamos conociendo incluso al resto de hombres y mujeres que trabajan en el 84 de Charing Cross Road y sus familias, que a veces escriben también, pero, sobre todo, vamos conociendo a la autora y resulta sorprendente cómo en pequeñas pinceladas y datos que desliza en sus cartas o relata abiertamente vamos conociendo su trabajo, el lugar donde vive, sus problemas e incluso sus ideas políticas y sucesos de su país, a la vez que de las cartas londinenses podemos extraer la situación que atravesaban tras la guerra, cómo va mejorando según avanzan las cartas y datos incluso de otros países por los familiares de los empleados.
Resulta gracioso que Helene Hanff siempre pague sus libros en efectivo metiendo el dinero en la carta ya que confía más en el servicio de correos que en otro tipo de formas de remitir dinero, y que además pague en dólares, importe que debe traducirle a esta moneda un amigo porque nunca llega a saber el equivalente de las libras, chelines y peniques de la moneda inglesa en que se le envían las facturas.
Además de solicitar libros (limpios y hermosos, eso sí), que a veces deben buscarle porque no disponen de ellos en la librería, les envía comida ya que es consciente de la situación tan precaria que están atravesando en Londres así como del papelón que hacía su país al respecto.
La relación llega a ser tan estrecha que Helene desea ir a Londres para conocer la librería y siempre que algún amigo viaja a esa ciudad le ruega que se acerquen a saludar a sus amigos epistolares. Pese a que tienen casi arreglada su estancia en Inglaterra, a la autora siempre se le cruza algún imprevisto económico (sus dientes, su trabajo, el cambio de casa...) que se lo impide, si bien mantienen la idea de que algún día el viaje será posible.
Las cartas son muy cortas, normalmente de una página, pero son muy entretenidas y el libro se puede leer en un día o ir degustando algunas cartas cada vez y que dure más tiempo. Yo no tuve paciencia y me lo leí de corrido. Os lo recomiendo sobre todo si os gustan los libros.
Nota: Sobre el libro se hizo una obra de teatro y hay una película que a ver si la encuentro protagonizada nada más y nada menos por Anne Bancroft, en el papel de Helene Hanff, Anthony Hopkins, en el de Frank Doel, y Judi Dench, en el de Nora Doel, la esposa Frank.

domingo, julio 08, 2018

Vigésimo quinto libro 2018: "Contra la lectura", de Mikita Brottman.

No se me ocurre nada más que a mí, apasionada lectora, ponerme a leer un libro titulado "Contra la lectura". Y es que cuando alguien en un vídeo blog mencionó el título entre sus futuras lecturas, me pareció interesante. 
Además, puesto que su autora (de la que entonces no sabía nada y en los restos me libraré muy mucho de seguirle la pista) parecía haberse doctorado en Oxford y haber dado clases en diversas universidades (aunque ahora lo sea en Baltimore en un Instituto de Arte o así) esperaba que el título fuera pura ironía y que realmente su interior fuera una especie de curso de animación a la lectura inteligente sin seguir modas, listas de libros más leídos o las recomendaciones del cultural del periódico del domingo.
Por otra parte el subtítulo del libro versa "un ensayo dedicado a los lectores que no creen que los libros sean intocables", en la parte de abajo pregunta si "¿se puede ser infeliz en una habitación llena de libros?" y en la contraportada una serie de frases encabezadas por "te dijeron que..." que acaban con "Y tú no puedes evitar leer. Pero quizá lo haces boli en mano y en pijama, quizás has conocido a grandes lectores que eran malas personas y quizá tu vida te parece aburrida comparada con tus novelas favoritas".
Ante eso, y ante un libro que además es físicamente muy bonito, ¿qué haces? Pues, lo que yo hice, pedir el libro a Blackie Books, que tiene unas encuadernaciones cuidadísimas y con unos colores poco frecuentes entre los libros y lanzarme a su lectura como si el color de la portada fueran aguas para darse un agradable chapuzón.
Para empezar, el título en inglés es más largo y les debió dar aquel de traducirlo también para que la obra se titulara, como en la lengua de Shakespeare: "El vicio solitario. Contra la lectura"; aunque ya en la introducción deja bien claro que la autora pretende abordar otro vicio solitario diferente al del eufemismo victoriano para la masturbación, si bien encuentra entre ambos muchos aspectos comunes.
La obra tiene una primera parte interesante en la que critica las campañas de animación a la lectura, sobre todo en Estados Unidos, y plantea que no siempre y no toda lectura es beneficiosa así como que leer por obligación no es recomendable. Hace algunas apreciaciones sobre el paso del temor a los libros de algunas épocas antiguas a la idea de que leer es siempre bueno y que ni tanto ni tan calvo, tontea con ciertas recomendaciones en las que parece que defiende que la literatura sólo sea entretenimiento o evasión y luego comienza a mirarse el ombligo contando experiencias personales que interesan una castaña, y el resto del libro lo dedica en plan snob postmoderna a criticar la práctica totalidad de la historia de la literatura, desde los clásicos griegos hasta los textos antiguos de su británico lugar de nacimiento y hasta casi todo el siglo XX, pasando por todos los rusos y tocándome las narices diciendo que la primera parte del Quijote le parece más un ejemplo de maltrato animal que un libro divertido, con lo que estuve dudando seriamente entre tirar el suyo a la basura o comenzar a redactar una querella. Al final, arrepintiéndome de no seguir la recomendación de la autora y haber dejado de leer en la página 60, que es el cuartelillo que ella da para saber si debe dejar por imposible una obra, continué hasta el final, para cerrar el libro concluyendo que las únicas frases inteligentes que contiene son las que la editorial a colocado fuera para hacerle publicidad. Absténganse ustedes de su lectura.
Nota: si hasta critica que se incluyan agradecimientos en los libros y ella incluye nada más y nada menos que 32. No se si es ironía, porque la ironía que no se distingue como tal no lo es en modo alguno, pero se podía haber ahorrado un par de páginas, así como las otras 13, sí 13, que dedica a enumerar por orden alfabético las obras citadas y fuentes, que igual cree que alguien se va a animar después de tragarse su libro. Aunque, como hay tantos lectores casi como libros, igual no faltará otro roto para este descosido.

Vigésimo cuarto libro 2018: "Lejos del corazón", de Lorenzo Silva.

Con lo que me gusta Silva y lo fan que soy de Bevilacqua y Chamorro y hay que ver qué poco me ha gustado esta última entrega. No se si es que no la he leído de corrido sino a ratos entre otras lecturas o es que no me ha gustado de verdad, pero lo acabé con sensación de aburrimiento. Igual si fuera guardia civil me habría encantado pero, que la novela ocupe la mayor parte del tiempo repartiendo el trabajo entre guardias y reportando sobre la investigación sin que la trama tenga demasiada acción hasta el final, pues me ha dejado fría. Y que Chamorro tenga tan poquito protagonismo no me gusta, ni que Bevilacqua se dedique a repasar su pasado en el norte que parecen el capitán y él el abuelo Cebolleta.
En fin, que la cosa va sobre la desaparición de un tal Cristófer, informático de éxito, aunque investigado por determinados trapicheos, por quien pidieron un rescate y que, pese a haber pagado la familia, sigue sin aparecer. 
El ya subteniente Rubén Bevilacqua, que acaba de ver a su hijo jurar bandera para unirse al cuerpo de su padre, es requerido para la investigación ya que dado el tiempo transcurrido no se tiene mucha fe en que el empresario de la informática aparezca vivo, así que Vila y su equipo bajan hacia Algeciras y allí forman un equipo mixto con los guardias de la zona para repartirse el trabajo y avanzar en las pesquisas que los van llevando, con la desaparición del socio del primer desaparecido de por medio, por los "negocios" de la zona, Gibraltar incluido, tocando desde el narcotráfico, los delitos informáticos, el blanqueo de dinero, los bitcoins y otras criptomonedas y, en general, las nuevas formas de la ciberdelincuencia en las que, si se roba poquito a muchos y los delincuentes no ponen cara a las víctimas, ni siquiera tienen la sensación de delinquir. Vamos lo de ojos que no ven, corazón que no siente o, de donde viene el título del libro, "lejos de los ojos, lejos del corazón".
Bueno, al final sí hay un poco de acción, así que igual si la leéis sin paradas resulta que está muy entretenida y que me he perdido la sensación.
En cuanto a los personajes, aunque Bevilacqua está un poco misántropo, se siente viejo y no acaba de ver su relación con la jueza del libro anterior, Chamorro le ayuda de una manera que no acabo de ver. Que me preocupa a mi más esta chica, que no acaba de despegar en lo profesional, sin que le pueda echar la culpa al techo de cristal porque en lo personal no tiene muchas cargas a las que culpar y su personaje no anda tampoco muy allá. Tengo la sensación de que el personaje de Bevilacqua impide a Chamorro ascender ya que que si Silva prefiere que su guardia no sea de muchos galones pese a sus éxitos profesionales no puede poner a Virginia a estudiar para superiores destinos. En fin, no se, que por lo menos intervenga más en los interrogatorios y se le vea el potencial, que en este libro tiene casi más espabile la ya cabo primero Salgado.

Vigésimo tercer libro 2018: "La investigación", de Philippe Claudel.

Muy bueno. Un libro para pensar, para repensarnos en nuestra sociedad, para dejar de funcionar en piloto automático, mirar alrededor y tomar decisiones por nuestra cuenta. 
Me ha recordado mucho, mucho "El Castillo" de Kafka, que releí hace años cuando Esteban, un compañero de oposiciones (que imagino andará ahora de magistrado por alguna Audiencia) me regaló "América y otros relatos", también de Kafka, y que juntos y con la inestimable ayuda de "La insoportable levedad del ser" acabaron de hacerme inaguantable la insoportable pesadez de las Judicaturas, obligándome a replantearme las cosas y dejar las oposiciones para dar un pequeño salto al vacío.
No había leído nada de Philippe Claudel pero no es mal momento para empezar.
En esta novela de personajes sin nombre, en una ciudad inhóspita con características, e incluso climatología, distintas según sea de noche o de día, en un ambiente opresivo, agobiante y alienante, el protagonista, muy a su pesar, es El Investigador; un hombre gris que se baja del tren un atardecer lluvioso con una misión que cumplir: realizar una investigación en La Empresa en relación al alto número de suicidios detectados entre los empleados.
Desde el minuto uno las cosas no funcionan como El Investigador está acostumbrado a que lo hagan, nadie le espera en la estación como estaba previsto y todo se pone en su contra para iniciar su tarea. El Investigador nos parece un hombre metódico, quizás demasiado, como demasiado funcionario, demasiado acostumbrado a que los engranajes del sistema funcionen de forma automática sin desvíos. Está tan seguro que vendrá un coche a buscarlo que se queda de pie esperando y se pone como una sopa hasta que llega a la conclusión de que se han olvidado de él. Y los engranajes de su historia sólo han comenzado a desviarse poco a poco.
Vemos algo raro desde el principio porque el Investigador no parece ser la persona más decidida del mundo y no se acaba de dar cuenta que ya no está en su esquema de trabajo ni de vida hasta demasiado tarde, aunque las circunstancias son las que son y no parece poder hacer otra cosa porque en su esquema no entra el absurdo, protagonista principal.
Sin batería en el móvil, poco a poco va discurriendo por una ciudad que le resulta hostil hasta lo indecible, desde el bar en el que entra al principio. La ausencia de taxis, de personas, de establecimientos abiertos le hacen deambular bajo la lluvia y la nieve, calado hasta los huesos, dando vueltas, perdido, aterido y solo hasta que da con La Empresa, una enorme mole que parece dominar la ciudad y a la que desde cualquier sitio parece poder llegarse aunque sólo para dar contra el muro que la rodea sin que encuentre la puerta y para no poder entrar cuando la encuentra protegida como un búnker y sin que se le permita entrar por cuestiones burocráticas.
La nochecita toledana del Investigador nos llega a agobiar mucho, tanto que incluso, en pleno mes de julio, sentía el frío que debía estar pasando y la desesperación de buscar un hotel o cualquier refugio y no encontrarlo. Y cuando encuentra hotel, el rechazo, la locura del lugar, las escaleras, la habitación, sin baño... La situación no resulta en modo alguno normal, pero hemos acompañado al Investigador en su agonía nocturna y, como a él, ya todo nos parece creíble.
A la mañana siguiente, ya con sol, El Investigador, hecho un cromo debido a la noche anterior, vuelve a emprender su misión y entonces el agobio es otro no menos absurdo que el de la noche anterior: la calle está llena de gente en las aceras que caminan todos en la misma dirección, acera arriba los de una y acera abajo los de la otra, y la calzada llena de coches, sin que El Investigador pueda cruzar la calle para llegar a la Empresa hasta que aparece en escena El Policía.
El libro hay que leerlo, no os puedo contar mucho más sobre la experiencia de El Investigador en La Empresa porque temo descubrir cosas que deben descubrirse leyendo pero la situación de extrañeza, agobio y pérdida no desaparece en ningún momento ni siquiera al final digno de La Cabina, de José Luis López Vázquez.
La novela da para mucho: el poder, la alienación, lo intercambiable o prescindible de las personas en las organizaciones, trabajos o funciones, la falta de empatía, la desesperanza,... Si estáis un poco depres o vuestro trabajo no acaba de ajustarse a vuestras expectativas, dejaría el libro hasta que no os afecte demasiado. Pero, en cualquier otro momento, os animo a leerlo. Y en todo caso, volver a las fuentes: Kafka, Kafka, Kafka.
Nota: por cierto, que he buscado a Esteban por la web y efectivamente es magistrado aunque no en la Audiencia, es titular del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria nº 6 de Barcelona y se conserva bastante bien, según se le ve en una foto de una ponencia que impartió el año pasado en unas Jornadas de Derecho Penitenciario del Colegio de Abogados de Barcelona.

domingo, julio 01, 2018

Vigésimo segundo libro 2018: "El cielo robado", de Andrea Camilleri.

Cada vez me gusta más Camilleri. Me conquistó con su Montalbano pero me enamora cada obra suya que leo que no pertenece a la saga de su personaje estrella.
"El cielo robado" es una pequeña joya que consigue convertir a un notario, Michele Riotta, en personaje de novela negra, que ¡habrá profesión menos novelera! Y conocemos casi toda la historia por las cartas que le dirige a una mujer y los informes del oficial de la notaría de Agrigento, sobrino del notario, y de la policía. 
No podemos leer las cartas de ella, así que vamos teniendo una visión parcial de la trama que comienza cuando el Notario contesta a una primera carta que le ha dirigido Alma Corradi interesándose por un librito que en su día publicó defendiendo la tesis de que el pintor Pierre-Auguste Renoir había intervenido en dos frescos de la iglesia de Capistrano.
El notario Riotta, viudo desde hace años, se siente alagado y contesta a la carta dando pormenorizada información sobre lo que se le pregunta dando inicio con ello a un intercambio epistolar de alto nivel cultural que progresivamente va ganando en voltaje erótico cuando el notario se va enamorando de la destinataria de sus cartas en las que siempre tratan de arte y principalmente de la presencia de Renoir y Aline Charigot en Sicilia y en concreto en la zona en la que se mueve el notario.
En un momento dado, cuando el notario y Alma ya parece que hayan tenido algo más que una prolija correspondencia, el señor Riotta desaparece y a partir de entonces la historia la cuenta su sobrino en un informe que escribe para la policía y los propios informes de la policía que nos descubren el inesperado final y el resto de la historia.
Es cortito pero me ha gustado un montón. Os lo recomiendo.

Vigésimo primer libro 2018: "La desaparición de Edith Hind", de Susie Steiner.


No recuerdo cómo conocí este título. Posiblemente en la web de Siruela por la que de vez en cuando me doy una vuelta. Y no es que lo confundiera con el último de Dicker, el nuevo del autor del de Harry Quebert (que se debe estar gastando en publicidad lo que no está escrito), porque no he leído todavía nada suyo y, sobre todo, porque no se había publicado todavía cuando me leí el que reseño. Éste salió en mayo y el de Dicker en junio. El caso es que comencé a leerlo y me enganchó.
La novela trata, como de su nombre puede concluirse, de la investigación que tiene lugar tras la desaparición de una joven en extrañas circunstancias.
No se cuántos personajes deben narrar la historia para que una novela pueda ser considerada coral; imagino que pasará como con los coros y las corales, que depende de cuántas personas cantan juntas reciben unos nombres u otros. Pero, a lo que voy, que ando dispersa, en esta novela de Susie Steiner la narración no es cosa de un único personaje sino que son varios los que cuentan la historia: Manon Bradshaw, oficial de policía, el agente Davy Walker, la madre de Edith, Miriam, su mejor amiga, Helena e incluso la propia Edith. Los capítulos aparecen encabezados por el día de la semana y sólo el primero fechado, el sábado 17 de diciembre de 2010, con lo que sabes en qué día estás pero no exactamente la fecha lo que confunde un poco, no se si por pretenderlo así la autora y que nos agobie el tiempo tanto como a los protagonistas, aunque de vez en cuando dice el número de días que han pasado desde la desaparición. Luego cada día tiene varios subcapítulos encabezados por el nombre del personaje narra la acción a la par que sus propias vidas e inquietudes personales que es una de las cosas buenas que tiene la novela aunque en algunos pasajes me saltaría los problemas de Manon para encontrar pareja y la achucharía para que se centrara en la trama.
La verdad es que me ha gustado mucho el libro porque me encontraba tan perdida en la búsqueda de Edith como los personajes del libro. Según se avanza en la lectura vamos conociendo la forma de ser y la vida de Edith como normalmente se conoce a las personas en la realidad, con trozos de descripciones, con opiniones diversas, con mentiras incluso, que forman un caleidoscopio que va cambiando constantemente nuestra perspectiva y nuestra opinión sobre ella y sobre lo ocurrido. Se nos pone ante dilemas morales, prejuicios, dudas que parecen esconder la verdad y no encontrar el camino para solucionar la desaparición y temernos que a la vuelta de la siguiente página nos encontremos el cadáver.
Se tocan muchos temas en el libro sobre todo desde los diferentes puntos de vista de las mujeres protagonistas, con el contrapunto del único hombre que también narra la acción. Maternidad, aspiraciones profesionales de las mujeres, las expectativas que cada personaje tiene en su carrera, las jerarquías laborales, las relaciones de pareja en su compleja diversidad, los prejuicios de clase, el lesbianismo y la homosexualidad, distintas masculinidades, la necesidad de afecto... todo ello en una trama cada vez más enrevesada en la que vas de sospechoso en sospecho hasta el sorpresivo final de la historia.
Está muy entretenida la novela y tal como acaba tendremos con seguridad una nueva entrega de las investigaciones de la oficial Manon Bradshaw.