No se me ocurre nada más que a mí, apasionada lectora, ponerme a leer un libro titulado "Contra la lectura". Y es que cuando alguien en un vídeo blog mencionó el título entre sus futuras lecturas, me pareció interesante.
Además, puesto que su autora (de la que entonces no sabía nada y en los restos me libraré muy mucho de seguirle la pista) parecía haberse doctorado en Oxford y haber dado clases en diversas universidades (aunque ahora lo sea en Baltimore en un Instituto de Arte o así) esperaba que el título fuera pura ironía y que realmente su interior fuera una especie de curso de animación a la lectura inteligente sin seguir modas, listas de libros más leídos o las recomendaciones del cultural del periódico del domingo.
Por otra parte el subtítulo del libro versa "un ensayo dedicado a los lectores que no creen que los libros sean intocables", en la parte de abajo pregunta si "¿se puede ser infeliz en una habitación llena de libros?" y en la contraportada una serie de frases encabezadas por "te dijeron que..." que acaban con "Y tú no puedes evitar leer. Pero quizá lo haces boli en mano y en pijama, quizás has conocido a grandes lectores que eran malas personas y quizá tu vida te parece aburrida comparada con tus novelas favoritas".
Ante eso, y ante un libro que además es físicamente muy bonito, ¿qué haces? Pues, lo que yo hice, pedir el libro a Blackie Books, que tiene unas encuadernaciones cuidadísimas y con unos colores poco frecuentes entre los libros y lanzarme a su lectura como si el color de la portada fueran aguas para darse un agradable chapuzón.
Para empezar, el título en inglés es más largo y les debió dar aquel de traducirlo también para que la obra se titulara, como en la lengua de Shakespeare: "El vicio solitario. Contra la lectura"; aunque ya en la introducción deja bien claro que la autora pretende abordar otro vicio solitario diferente al del eufemismo victoriano para la masturbación, si bien encuentra entre ambos muchos aspectos comunes.
La obra tiene una primera parte interesante en la que critica las campañas de animación a la lectura, sobre todo en Estados Unidos, y plantea que no siempre y no toda lectura es beneficiosa así como que leer por obligación no es recomendable. Hace algunas apreciaciones sobre el paso del temor a los libros de algunas épocas antiguas a la idea de que leer es siempre bueno y que ni tanto ni tan calvo, tontea con ciertas recomendaciones en las que parece que defiende que la literatura sólo sea entretenimiento o evasión y luego comienza a mirarse el ombligo contando experiencias personales que interesan una castaña, y el resto del libro lo dedica en plan snob postmoderna a criticar la práctica totalidad de la historia de la literatura, desde los clásicos griegos hasta los textos antiguos de su británico lugar de nacimiento y hasta casi todo el siglo XX, pasando por todos los rusos y tocándome las narices diciendo que la primera parte del Quijote le parece más un ejemplo de maltrato animal que un libro divertido, con lo que estuve dudando seriamente entre tirar el suyo a la basura o comenzar a redactar una querella. Al final, arrepintiéndome de no seguir la recomendación de la autora y haber dejado de leer en la página 60, que es el cuartelillo que ella da para saber si debe dejar por imposible una obra, continué hasta el final, para cerrar el libro concluyendo que las únicas frases inteligentes que contiene son las que la editorial a colocado fuera para hacerle publicidad. Absténganse ustedes de su lectura.
Nota: si hasta critica que se incluyan agradecimientos en los libros y ella incluye nada más y nada menos que 32. No se si es ironía, porque la ironía que no se distingue como tal no lo es en modo alguno, pero se podía haber ahorrado un par de páginas, así como las otras 13, sí 13, que dedica a enumerar por orden alfabético las obras citadas y fuentes, que igual cree que alguien se va a animar después de tragarse su libro. Aunque, como hay tantos lectores casi como libros, igual no faltará otro roto para este descosido.
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