domingo, julio 29, 2018

Vigésimo sexto libro 2018: "84, Charing Cross Road", de Helene Hanff.


Me estaba leyendo otros dos pero se me cruzó éste como un buen recuerdo y no pude evitar releerlo. 
Es un libro encantador y muy original. Son las cartas (no todas, por supuesto) que la autora se cruzó con una librería londinense situada precisamente en la dirección que sirve de título a la obra en su búsqueda de libros de segunda mano a un precio asequible que coincidieran con sus peculiares gustos que excluían prácticamente la ficción. Tal vez por ello, quitando "Orgullo y Prejuicio", "Tristram Shandy", "Diario de una dama de provincias" y "Los Cuentos de Canterbury" no me suenan ninguno de los otros títulos que la autora solicita a la librería.
La correspondencia se inicia el 5 de octubre de 1949, cuando Gran Bretaña todavía se recupera de los efectos de la Segunda Guerra Mundial, en pleno racionamiento y con muchas carencias. Las primeras cartas que se cruzan entre la autora y "Marks & Co," son muy formales y siempre son contestadas por el mismo empleado de la librería, Frank Doel, pero poco a poco y a lo largo de los años la confianza entre Helene Hanff y los empleados de la librería se va incrementando, siempre a instancias de la autora que, como buena americana, es más abierta e impetuosa que los destinatarios de sus cartas, ingleses hasta la médula. Vamos conociendo incluso al resto de hombres y mujeres que trabajan en el 84 de Charing Cross Road y sus familias, que a veces escriben también, pero, sobre todo, vamos conociendo a la autora y resulta sorprendente cómo en pequeñas pinceladas y datos que desliza en sus cartas o relata abiertamente vamos conociendo su trabajo, el lugar donde vive, sus problemas e incluso sus ideas políticas y sucesos de su país, a la vez que de las cartas londinenses podemos extraer la situación que atravesaban tras la guerra, cómo va mejorando según avanzan las cartas y datos incluso de otros países por los familiares de los empleados.
Resulta gracioso que Helene Hanff siempre pague sus libros en efectivo metiendo el dinero en la carta ya que confía más en el servicio de correos que en otro tipo de formas de remitir dinero, y que además pague en dólares, importe que debe traducirle a esta moneda un amigo porque nunca llega a saber el equivalente de las libras, chelines y peniques de la moneda inglesa en que se le envían las facturas.
Además de solicitar libros (limpios y hermosos, eso sí), que a veces deben buscarle porque no disponen de ellos en la librería, les envía comida ya que es consciente de la situación tan precaria que están atravesando en Londres así como del papelón que hacía su país al respecto.
La relación llega a ser tan estrecha que Helene desea ir a Londres para conocer la librería y siempre que algún amigo viaja a esa ciudad le ruega que se acerquen a saludar a sus amigos epistolares. Pese a que tienen casi arreglada su estancia en Inglaterra, a la autora siempre se le cruza algún imprevisto económico (sus dientes, su trabajo, el cambio de casa...) que se lo impide, si bien mantienen la idea de que algún día el viaje será posible.
Las cartas son muy cortas, normalmente de una página, pero son muy entretenidas y el libro se puede leer en un día o ir degustando algunas cartas cada vez y que dure más tiempo. Yo no tuve paciencia y me lo leí de corrido. Os lo recomiendo sobre todo si os gustan los libros.
Nota: Sobre el libro se hizo una obra de teatro y hay una película que a ver si la encuentro protagonizada nada más y nada menos por Anne Bancroft, en el papel de Helene Hanff, Anthony Hopkins, en el de Frank Doel, y Judi Dench, en el de Nora Doel, la esposa Frank.

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