domingo, marzo 21, 2021

"Cluny Brown", de Margery Sharp (3ª del 2021).

Hay que reconocer que el libro es físicamente precioso. Una monería. Una edición cuidadísima, muy bien encuadernado, con un color del papel que acaricia los ojos y olor a libro de los de antes. Y no se si se lo debo a la editorial Hoja de Lata o a Bookish porque hasta traía entre sus páginas una ramita de flores secas.

Después de las dos frustrantes lecturas de principio de año, comencé a pensar que tal vez estaba poniendo pocas ganas en los libros y que, si seguía así, igual no me iba a gustar ninguno ya nunca jamás de los jamases; así que cogí éste con mente abierta y espíritu positivo, y no es que sea la novela del siglo (pasado, porque es de 1944 y la acción se desarrolla en 1938, cuando ya se huele la guerra), pero está entretenida. Un poquito infantil, me ha parecido, pero fresca. Y la protagonista, de traca.

Clover (Cluny) Brown es una chica que probablemente ahora no habría tenido nada de especial, pero que en la época de la novela podría parecer un poco rara y tal vez demasiado fresca, como así le parece en el libro a su tío, el Sr. Porritt, el fontanero de Londres que acogió a su sobrina al quedar huérfana. Le parecía que no encajaba, lo que para él podría significar que no se comportaba de la forma en que por su sexo, clase social y situación familiar y económica cabría esperar de una chica de su edad, de lo que para él supondría ser "normal", aunque a mí el que no me parece nada normal es precisamente él, un ser tan ordenado y cuadriculado, tan estirado y seco que no entiende a su sobrina ni sabe cómo tratarla. 

El Sr. Porritt se siente obligado a decidir por ella y no parece querer responsabilizarse de las consecuencias de tenerla bajo su tutela, así escandalizado de que a ella se le ocurriera al Ritz a tomar el te y aprovechando que Cluny se pone en riesgo ante un cliente un poco viejo verde  cuya casa acude a reparar una avería, y en lugar de ponerle a él las pilas, decide que lo mejor para que su sobrina acepte el status que según él le corresponde, aprenda a comportarse y se aleje de los peligros de Londres, es ponerla a servir en una casa bien, quitándosela así del medio.

A partir de la entrada de Cluny en el servicio de Friars Carmel, una especie de Downton Abby en chiquitín, nos paseamos por la campiña inglesa, siguiendo las correrías de la chica desde la mansión en la que trabaja a la de otro señor local que tiene un perro que la vuelve loca, porque ella no puede tener un perro y vamos conociendo a los habitantes y visitantes de Friars Carmel, estereotipos de los que la autora parece burlarse, desde la dueña, obsesionada por la jardinería, su marido un poco apático pero que ha sabido mantener la casa en funcionamiento y ahora teme que su hijo, más apático y menos dado a la vida campestre, no siga sus pasos pues le gusta más Londres que el campo y quiere enrolarse porque espera que pronto haya guerra. En la casa, además, vive un refugiado checo al que todo el mundo considera un escritor famoso perseguido por los nazis, aunque él mismo reconoce no serlo tanto.

Poco a poco vamos conociendo al personal de la casa y al vecindario, en especial al boticario con el que Cluny traba amistad que poco a poco, sin ella quererlo se va convirtiendo en una obligación y que vuelve a querer encasillar a la chica en un mundo que tampoco parece desear. Ella es más fresca y libre que todo lo rancio que la rodea.

El libro, en un tono lírico y aparentemente poco profundo, toca temas muy importantes como los roles sociales, de clase y de género, la sutil (o no tan sutil) represión que intenta que nadie se salga del lugar en el que ha nacido ni de su clase o situación, el nazismo, la tensión de la situación prebélica y la toma de partido, el afán de libertad, de escapar de las fronteras del mundo pequeño... Y un final inesperado que deja abierta la vida futura de Cluny Brown, que podrá ser buena o mal, según la queramos imaginar pero la que ella elija vivir, no la que le impongan.

El libro me ha gustado mucho. Muy original. 

Por cierto, que Ernst Lubitsch llevó el libro al cine dos años después de su publicación, con Jennifer Jones y Charles Boyer como protagonistas. La película tenía el mismo nombre que la novela, pero en castellano ya ponían la pulla al titularla "El pecado de Cluny Brown", porque además la historia cambia un poquito, y el párrafo estrella de la película ni siquiera aparece en el libro, aunque bien pudiera resumir su espíritu. Es el siguiente:

“Nadie puede decirte cuál es tu lugar. ¿Cuál es mi lugar? ¿Cuál es el lugar de cualquiera? Te voy a decir cuál es. Donde seas feliz, ese es tu lugar. Y la felicidad es un asunto puramente de ajuste personal a tu entorno. Tú eres el único juez. En Hyde Park, por ejemplo, a algunas personas les gusta darles nueces a las ardillas. Pero si te hace feliz darle ardillas a las nueces, ¿quién soy yo para decir, «nueces a las ardillas»?”


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