Tenía pendiente a este autor desde hace tiempo ya que no había oído más
que elogios de sus libros, sobre todo de "La playa de los ahogados", pero no había leído ninguno, así que qué mejor
principio que empezar por su primera obra: "Ojos de agua", que me ha gustado, pero con reservas. Se nota que es una primera novela, o eso me parece, y se le nota el tiempo que ha pasado desde su publicación en 2006.
El protagonista, el policía Leo Caldas, es un gallego cachazudo y muy gallego, de los que responden a las preguntas con otra, aunque no todo el rato como piensa su compañero de fatigas, Rafael Estévez, un aragonés bruto, iracundo y sin modales que ha sido "trasladado" debido que su forma de ser ya había generado problemas en su destino anterior.
La combinación entre ambos personajes anima el relato. Leo Caldas compensa con su moderación los excesos de su compañero, de forma que pareciera que lo han puesto a su cargo para que lo controle y sea una buena influencia para él, pero la influencia parece funcionar en ambos lados y el empuje de Estévez empuja a Caldas a la acción que parecía rehuir.
En la vida personal de Caldas parece que hubo una mujer que desapareció de su vida dejándole un regusto de tristeza. No sabemos por qué rompieron, pero no parece que la iniciativa fuera del policía. Pero claro, ¿qué novela policiaca sin un protagonista con problemas personales?
Por contra, Estévez no parece tener vida personal, aunque su traslado a Galicia podría justificar que viva solo. Lo que está claro es que le gustan las mujeres y en un punto del relato defiende su derecho a que le puedan gustar guapas y de otro nivel intelectual o social. Se ofende hasta casi la agresión con el acercamiento de un homosexual, pero no parece tener ideas homófobas demasiado claras, sino más bien temor a que pueda ponerse en entredicho su hombría delante de otros hombres.
Los capítulos del libro aparecen encabezados con la definición de una palabra en el diccionario. Me recordó al Jaritos de Márkaris leyendo definiciones en su Dimitrakos, aunque en la novela que reseño no son los protagonistas quien leen las definiciones de cada palabra, sino quienes leemos el libro. Una de las acepciones de cada palabra que abre los capítulos tiene relación con el contenido del mismo, así que casi vamos buscando dónde para descubrir la relación.
La historia que se cuenta en la novela es la investigación del asesinato de Rafael Reigosa, un saxofonista con unos preciosos ojos azules, conocido por ello con el apelativo que da título a la novela. El cadáver del músico aparece atado a la cabecera de su cama en su apartamento de la isla de Toralla, frente a Vigo, situado en una de las torres más feas pero con mejores vistas de la zona. A la isla sólo puede llegarse por un puente por lo que no mucha gente puede acceder al lugar sin ser controlada y pocos los sospechosos.
El cuerpo de Reigosa aparece con sus partes pudendas salvajemente destrozadas, como si las hubieran quemado con ácido o algo así y sin que aparentemente sepan la causa, lo que afecta mucho a los investigadores, todos hombres.
Tras analizar la escena del crimen, que ha sido concienzudamente limpiada, se descubre, por la mujer que ha realizado la recogida de pistas, qué han inyectado al difunto provocando el desastre que mostraba en sus genitales, lo que orienta la investigación hacia las personas que puedan tener acceso al producto que le pincharon llevando a Caldas y Estévez a bucear por turbulentas aguas de la vida privada del asesinado y atreverse también a molestar a personas muy bien relacionadas con las altas esferas de la vida de la ciudad. Por supuesto, eso trae problemas a los protagonistas ya que meterse con los de arriba es lo que tiene.
Las gestiones de Caldas para averiguar lo que ha pasado se llevan a cabo a la antigua usanza, que más parece un detective que un policía ya que no cita a los testigos ni a los investigados a la comisaría sino que es él el que se desplaza a los lugares y visita a posibles sospechosos, lo que da un viso de antigüedad (o de clasicismo, según se vea) al relato, lo que fomenta también el hecho de que los protagonistas no utilicen móviles, usen el teléfono fijo e incluso teléfonos públicos y cabinas. Y es que, claro, el copyright de la novela es de 2006, cuando todavía no había smartphones y no se había generalizado el uso de terminales móviles, como lo conocemos hoy.
En general está entretenido, aunque la investigación del asesinato se me hizo un poco lenta, y eso que el libro es corto (187 páginas de la edición de bolsillo que he leído), y lo peor que llevé fue averiguar quién había sido antes de acabar el libro, que se veía venir, aunque introduce algún elemento que no había tenido mucha importancia para explicar el desenlace. No obstante, me han quedado muchas ganas de seguir leyendo a Domingo Villar porque como primera novela prometía mucho.
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