domingo, octubre 01, 2017

Decimotercer libro 2017: "Los muchachos del zinc", de Svetlana Alexiévich.

Si habéis leído "Voces de Chernóbil" de la misma autora, el esquema del libro es similar e igualmente impactante. Son relatos de experiencias, con base en entrevistas previas, en los que personas que han vivido la experiencia que se cuenta o sufrido sus consecuencias nos trasladan a la guerra que entre los años 1979 y 1989 tuvo lugar tras la invasión soviética de Afganistán, que ocasionó unos 15.000 muertos y más de 50.000 heridos, una especie de Vietnan soviético que pasó un poco desapercibido debido a que por aquel entonces todavía estaba vigente la guerra fría y las noticias se filtraban cuidadosamente (que el muro cayó precisamente unos meses antes de la retirada soviética del terreno).
El conflicto implicó a fuerzas soviéticas en apoyo del gobierno marxista del Partido Democrático Popular de Afganistán contra los insurrectos fundamentalistas islámicos a quienes apoyaban los Estados Unidos, Arabia Saudita, Pakistán y otras naciones musulmanas, todo ello coincidiendo también con la revolución iraní y la guerra Irán-Irak, que para ser guerra fría estaba calentita la cosa y que para lo inútil del resultado tuvo un alto coste en vidas humanas.
El libro que reseño toma el título del metal de que estaban hechos los ataúdes en los que regresaban a la URSS los cadáveres de los soldados que fallecían en los combates en Afganistán y, siguiendo su lectura (que recomiendo pausada y compaginada con otras lecturas para no recibir de un tirón el bombardeo de experiencias traumáticas que relata), podemos acompañar a soldados y personas de su familia en el relato de las experiencias y secuelas que el combate, la marcha, el regreso, la crítica de sus compatriotas... provocaron en muchachos muy jóvenes y sus familiares y amigos, quienes fueron ideologizados en el supuesto invencible poderío del ejército soviético y en la bondad de una causa que les obligó a alistarse con ilusión, hacia la aventura muchas veces, y, en todas, al servicio de una patria que luego les hizo regresar como perdedores, casi con la consideración de asesinos y sin recibir nada a cambio, siendo criticados e incluso odiados por sus conciudadanos y con secuelas psicológicas que a muchos provocaban miedo y a alguno echar de menos la adrenalina del peligro.
Son relatos muy crudos de muchas voces que nos dan una visión poliédrica de la realidad que vivieron tanto en el frente como al regreso. Nadie tiene una perspectiva global del conflicto ni de la época, ya que sólo vivieron y cuentan su propia experiencia de soldados o ciudadanos de a pie, pero la de la lectura conjunta de todos ellos conseguimos una instantánea de lo que debió ser el general estado de ánimo que la contienda provocó tanto en quienes la vivieron en primera persona como quienes tuvieron algún familiar en la guerra que regresara herido o con estrés postraumático o en un ataúd de zinc. No se nos cuenta la política de las acciones bélicas ni las razones que llevaron a la invasión ni a la retirada, pero de la combinación de las diferentes notas que nos cuentan sus anónimos actores conseguimos percibir el cuadro de la incidencia de la guerra, de cualquier guerra, en las personas que la sufren.
Muy interesante, aunque, ya he dicho, hay que tomárselo despacio, leyendo un par de relatos o tres por vez para no atosigarse de experiencias tan crudas. Svetlana Alesiévich consigue que escuchemos realmente la voz de las personas a quienes entrevistó y nos olvidemos de la autora que da forma al relato de una manera magistral.
Y si queréis recordar mi reseña de "Voces de Chernóbil" podéis vera pinchando aquí.

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