Tiene la portada gris y es lo menos gris de un libro que se publicita como el primer thriller para adultos de Stephenie Meyer y que me gustó cero y menos. No pude con los vampiros; me leí Crepúsculo y cubrí expediente de hematófagos de por vida; no obstante lo cual, no aprendiendo de la experiencia, pretendía que la autora de la saga mejoraría mi percepción de su prosa intentándolo con otro tipo de historias y... que si quieres arroz Catalina, que no.
Ni el personaje, ni la historia, ni la trama. Tal vez los perros.
La protagonista, antigua empleada de un laboratorio del gobierno, cambia de nombre más que de camisa ya que desde que volaron su lugar de trabajo, compañero incluido, vive huyendo de los que antes fueron sus antiguos jefes (que no se cómo alguien confía en ninguna agencia gubernamental americana). Supuestamente es una química fuera de serie especializada en una rama de la disciplina, llamémosla alternativa, que ofrece posibilidades sin cuento en materia de obtención de información en los interrogatorios a la par que es capaz de crear letales métodos de autodefensa químicos que oculta en cualquier pieza de joyería, bisutería o complemento, pese a lo cual. y pese a ser capaz de dormir en la bañera con una máscara antigás para defender una habitación con difusores de sustancias y efluvios que matarían elefantes, luego se deja sorprender de la manera más tonta y se autopone en peligro cada vez que manda un email o se toma un café con el enemigo... o se enamora del tontito guapo del libro que se deja torturar por ella sin protestar.
El libro me pareció aburrido y pesado (que páginas no le faltan precisamente), la trama simple, de persecución y huida porque sí, en plan película yanqui de serie B, pocos protagonistas y unos superperros que menos mal que los contrataron para el libro, que si no la cosa acaba en tragedia.
Pues eso, que igual los fans de la Meyer, que habrán crecido con los crepúsculos, reciben la novela de otra forma, pero a mi no me gustó nada.
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