domingo, noviembre 15, 2020

"La desaparición de Stephanie Mailer", de Joël Dicker. Trigésimo libro leído en el infausto 2020.

No se si os pasa alguna vez que se os quitan las ganas de leer los libros a los que se les da mucho bombo, y si no tenéis la sensación de que no es que todo el mundo los lea sino que mucha gente dice haberlo leído y resulta que sólo repiten lo que han visto en el cultural de turno o en las noticias del móvil. Pues eso me pasó a mi en su día con "La verdad sobre el caso Harry Quebert", la primera novela del mismo autor del libro que ahora reseño. Eso, y que tampoco estaba yo en 2012 para mucha tontería.
Pues, como por fin no me lo leí y ya ha llovido desde que se publicó, decidí que éste de "La desaparición de Stephanie Mailer", del mismo autor, cuya portada me saltó a la cara en la Imprenta Moderna, no sería mal comienzo con Joël Dicker, para luego, si me gustaba, volver a Harry Quebert. Pero, visto lo visto, o mejor, leído lo leído, creo que tampoco me he perdido tanto y no necesito volver al pasado.
La novela que reseño es un buen tocho de 480 páginas y con la letra pequeña, que menos mal que lo compré en edición DeBolsillo, que si llega a ser con pastas me vuelve a dar tendinitis en los pulgares.
La novela gira en torno a un cuádruple asesinato ocurrido en una ficticia localidad de los Hamptons (al este de Long Island en Nueva York) el 30 de julio de 1994 y avanza y retrocede entre esa fecha y los días previos al vigésimo aniversario de los asesinatos. Y, aunque veinte años no es nada (qué febril la mirada, errante entre las sombras...), al autor deben parecerle siglos, algo así como retrotraerse en materia policial a los tiempos de Sam Spade, pero claro nació sólo nueve años antes.
La novela es un whodunit que nos trae y nos lleva de personaje en personaje, sospechando y "desospechando" hasta que los policías cogen al malo quien, para mi enfado, permanece perfectamente camuflado en la obra, sin mucho protagonismo, para que no sospechemos de él y, al final, zás, helo aquí, que fue éste. Que no hay cosa que más rabia me dé.
No se trata de un relato exactamente coral pero se cuenta entre varios al alimón, porque, salvo las tres primeras páginas, que refieren los hechos con aparente objetividad, y aunque el resto los cuente un narrador omnisciente, cada capítulo nos lo relata desde la perspectiva de uno de los personajes que tuvieron que ver con los hechos de 1994 o que están interviniendo en 2014. Y con esa costumbre de algunos autores de bestseller de poner el nombre y la fecha en la cabecera, no se si porque piensan que si no no nos vamos a enterar de quién están hablando, lo que nos convierte en ignorantes, o porque realmente no son capaces de comunicar cuándo ocurre lo que están contando sin fecharlo ni que sepamos a qué personaje se refieren sin decir su nombre, lo que les convierte a ellos en inútiles. y, por si con eso no nos enteramos, al final del libro se incluye una lista de los principales personajes ¡Anda, que como hubieran tenido que escribir La Colmena!
Evidentemente la que aparece nada y menos es la Stephanie Mailer del título ya que, como el mismo deja claro, desaparece a la primera de cambio después de sembrar la duda en la mente de uno de los policías que resolvió el caso del cuádruple asesinato de 1994, que ocasionó la muerte del entonces alcalde, de su mujer y de su hijo y de una mujer que pasaba por la calle haciendo footing.
Jesse Rosenberg y Derek Scott, capitán y sargento respectivamente de la Policía de Nueva York en 2014, eran en 1994 unos policías bisoños que, realizando una supuestamente brillante investigación, detuvieron al presunto autor de los asesinatos que, como no pudo decir nada en su defensa porque se mató en la persecución policial, se le ha seguido considerando culpable y el caso cerrado, con el consiguiente empujón en la carrera profesional de los policías.
Pero los hechos no son lo que parecieron y como la periodista Stephanie Mailer siembra la duda en la mente de Jesse Rosenberg el día que le están despidiendo por su prejubilación, el policía, que no es malo pero sí un poco torpe, comienza a repasar lo que nos dicen que fue una pormenorizada y concienzuda investigación, pero que a mi me parece bastante chapuza, y reabren el caso cuando la que desaparece es la periodista.
Jese Rosenberg busca a su antiguo compañero, que había dejado las calles por un despacho, y ambos vuelven a repasar lo que pasó en 1994 a la vez que colaboran con la subjefa de policía del pueblo en la investigación del caso de Stephanie Mailer. También sobrevuela la amistad entre los policías algún suceso de aquella época que les separó y que tiene que ver con la novia de uno de ellos.
A lo largo de las páginas, vamos conociendo protagonistas y testigos de los hechos, algunos personajes bastante esperpénticos que, desde el ahora alcalde hasta el último mono del festival de teatro que ha dado fama a la localidad, nos van pareciendo sospechosos, uno detrás de otro hasta el final, en el que el culpable es el menos sospechoso de todos. La portada, estilo Hopper, me gusta mucho y algunos pasajes resultan bastante entretenidos. La descripción de algunos personajes es bastante buena pero, en general, no me ha perecido un libro genial, ni mucho menos. Le sobran bastantes páginas. Pero, como siempre, para los gustos...
 
Nota: por cierto, que he estado mirando, que no me acordaba cómo se llamaba la tendinitis que me da de vez en cuanto en los pulgares (tendinitis de Quervain, se llama) y me ha llamado la atención que entre las posibles causas que la produce no se reseña ninguna de las que me la provocan a mi, a la sazón, leer libros gordos (suele darme en la mano izquierda) y coger los archivadores definitivos cargados de expedientes metiendo el pulgar en el agujero (esa me da en el de la mano derecha). Claro que he debido mirarlo en una web pija o traducida del inglés porque pone que la ocasionan deportes como el tenis, el golf o el remo.

No hay comentarios: