Fue un día intenso porque, con eso de ahorrar por la crisis, tengo para mí que nos comprimieron un par de jornadas en una, de forma que hasta nos dieron algo que picar a la supuesta hora de la comida para que no nos desparramáramos mucho al solecito del casi veraniego día que nos tocó en suerte y así poder acabar en hora. Lo de la reducción tuvo su cosa buena porque no nos tuvimos que desplazar dos días pero también su cosa mala porque hubo ponente que pareció quedarse a medias de su exposición no llegándonos al diente tanta sustancia como hubiera podido suceder si hubieran tenido más espacio para su exposición y dejándonos apenas sin posibilidad de realizar preguntas ni intercambiar opiniones y puntos de vista.
Y es que tras recoger la documentación a las 9 (yo me había llevado cuaderno por si la crisis había llegado al presupuesto para ello, pero nos dieron cuaderno, bolígrafo cuasi-ecológico y una subcarpeta de la Unidad para la Igualdad de Género) y, tras la inauguración oficial realizada a la alimón por la Consejera de Empleo, Igualdad y Juventud y la Directora del Instituto de la Mujer, tuvimos cuatro ponencias por la mañana (como en los toros “cuatro ponencias cuatro”) y una especie de mesa que hubiera podido llamarse redonda de no ser alargada la forma en la que distribuyeron otras “cuatro ponentes cuatro. Es decir, ocho mujeres de renombre comprimidas entre las 10 de la mañana y las 5 y media de la tarde con unos 20 minutos para un café y no mucho más para unas empanadillas de comercio justo para comer que, por cierto, estaban hasta buenas.
La primera ponencia, a la que podéis acceder directamente pinchando aquí, corrió a cargo de la socióloga Marina Subirats, que en su día fue Directora del Instituto de la Mujer estatal y que habló sobre género y educación, haciendo referencia a que tradicionalmente ha existido una educación para hombres que daba acceso a los niveles altos y que en un momento dado se abre a las mujeres, pero sin que ello supusiera cambios en el sistema de manera que lo que la educación formal sigue transmitiendo sigue llevando el sello masculino y androcéntrico como si no hubiera otra cultura. La de las mujeres, o bien se pierde por no constar por escrito, o bien no es reconocida como tal o no se consideran sus aportaciones como valiosas, llegando a olvidarse incluso las que realizan dentro de los cánones de la propia cultura androcéntrica. Poco más pudo decir salvo proponer dos niveles de actuación: el primero desde las instituciones mediante la política educativa y otra con la revisión de toda la cultura universal desde las universidades y los centros educativos.
Cuando pude preguntarle sobre si se notaban los cambios en los materiales curriculares, las programaciones, sobre si el profesorado aceptaba el reciclaje hacia nuevas miradas y sobre nuevos enfoques por ejemplos en historia me reconoció que la cosa va mal, que más o menos era lo que esperaba, que se les llena la boca de coeducación y perspectiva de género y poco más y que en las universidades el panorama suele resultar triste, cosa que confirmó una de las personas que acudió al simposio y que dijo ser profesora de universidad y se quejó de no ¡¡recibir formación!! Ya ves tú, yo que creía que en la universidad era el profesorado quien “formaba” y cuando quería adquirir conocimientos “investigaba” y ahora resulta que necesitan formación. En fin, igual tenemos una salida profesional en las universidades formando a quienes deberían estar haciéndolo.
La segunda ponencia, a la que podéis llegar pinchando aquí, sobre análisis demográfico desde la perspectiva de género fue impartida por Monserrat Solsona, Directora de Estudios Demográficos de la Universidad de Barcelona, quien realizó un análisis crítico de las distintas encuestas realizadas y la posible utilidad de las mismas debido a los sesgos de género que incluyen y los defectuosos planteamientos que realizaban ya que en principio sólo eran encuestas de fecundidad o de salud hasta que comenzaron a preguntarse a quién preguntar. En los 80 se preguntaba sólo a las mujeres, en los 90 a mujeres y sus maridos, más tarde a mujeres y hombres y solo a partir del 2000 se intentan analizar otros módulos como la violencia de género. La ponente se para a pensar sobre la insuficiencia de los datos y se plantea si no sería necesario un análisis cualitativo de ciertos datos y si no resultan insuficientes los meros datos estadísticos si las preguntas están mal planteadas. Acabó comentando un trabajo de investigación que realizó sobre 26 personas (mujeres y algunos hombres) referido a las trayectorias familiares después del divorcio, nuevas uniones, nuevas experiencias de paternidad y maternidad, trabajo realizado a partir de entrevistas de aproximadamente hora y media con preguntas amplias en las que dejaba explayarse a las personas entrevistadas para realizar después un análisis de lo que cada una consideraba como su familia y sobre todo concluir algo que llevo yo concluyendo desde la primera separación de la que me ocupé: que los roles del matrimonio se reflejan en el divorcio.
En la comida me acerqué a la ponente para intentar averiguar la secreta metodología que utilizaba para llegar a conclusión alguna con tan mínimo espectro representativo, con tan escaso número de preguntas y, sobre todo, con tan reducida duración de las entrevistas, que una cosa es introducir el elemento cualitativo en los estudios estadísticos y otra la estadística-ficción.
Yo le comentaba que a veces es prácticamente imposible en la primera entrevista conseguir un relato coherente y cronológico por parte de alguna de las mujeres que atendemos, necesitando en cualquier caso mucho más tiempo que la hora y media de su investigación. Intercambiamos direcciones de correo electrónico y quedó en enviarme el cuestionario. A la espera sigo.
Tras un vaso de agua (no fui capaz de pillar café) y un pastelito, entramos a la tercera ponencia, que podéis ver y escuchar pinchando aquí y que fue, con mucho, la que más me gustó, sobre todo porque aunque me imagino que le habían puesto el mismo límite de tiempo que al resto, como la veteranía es un grado, Soledad Muruaga habló casi todo el tiempo que quiso o al menos dijo cuanto quería decir, con aquello de vosotros darme el tiempo que queráis que yo hablaré lo que me de la gana. Y se agradece cuando una persona habla bien y consigue transmitir tanto. La presentaron como Psicóloga perteneciente a la Asociación de Mujeres para la Salud (que nos regaló un ejemplar de su revista “La boletina”) y repasaron un extensísimo currículum que justificaba plenamente su conocimiento de la materia sobre la que habló y que partía de la premisa de que el género es un determinante enorme para la salud, sobre todo de las mujeres. Así, por ejemplo, dijo que no hay protocolo de diagnóstico de las más de cien enfermedades que provocan dolor crónico con lo que en muchos casos se produce un proceso de medicalización de los conflictos, del “dolor existencial” que en muchos casos afecta a las mujeres que deben hacerse cargo de hijos e hijas, de personas dependientes e incluso de las “personas independientes” de la familia (principalmente haciendo lo que no hace su pareja y otras personas mayores de edad que cargan sobre ella todas las responsabilidades) de forma que siendo el matrimonio un factor de mejora de la vida de los hombres como apoyo logístico y afectivo, lo es de riesgo para las mujeres.
Habló de los efectos perniciosos de las creencias patriarcales sobre la salud de las mujeres que hacen que no se consideren como causas del estrés y del cansancio en las mujeres las derivadas de las responsabilidades familiares, la doble jornada y los ambientes laborales, la duplicidad del trabajo productivo y reproductivo, la falta de control de su propia vida o la falta de poder derivada de la desigualdad de oportunidades que supone un importante impacto negativo sobre su autoestima.
Protestó contra la inequidad de género en los servicios de salud mental para mujeres ya que siguen siendo en muchos casos agentes únicos de los cuidados (y encima se habla del “síndrome del cuidador”, cuando el 90% son cuidadoras), reclamando perspectiva de género para la atención a mujeres ancianas y para la atención a la salud sexual y reproductiva de las mujeres postulando la formación de profesionales para la toma de conciencia sobre los derechos de las mujeres sobre su propio cuerpo así como una reflexión social, médica y política sobre la necesidad de infraestructuras y el cambio de mentalidad necesario para no considerar como gastos las inversiones en creación de ambientes favorables para las mujeres en el trabajo, en su entorno, en el vecindario… Por supuesto, generar cultura de tolerancia 0 contra la violencia de género y evitar que los nuevos mandatos de género sobre alimentación y cuerpo e imagen de la mujer no pongan en peligro su salud ni que sea necesario la asunción de valores masculinos como forma única forma de empoderamiento.
Para concluir la intensísima mañana Irene López Méndez expuso su ponencia sobre “la igualdad, clave en la lucha contra la feminización de la pobreza” a la que podéis acceder pinchando aquí y que inició enumerando desigualdades entre hombres y mujeres en situaciones similares como que ante una ruptura pierden su posición económica, que las viudas cobran menos y su status es de mayor vulnerabilidad y abandono, que las mujeres suelen tener derechos informales sobre las cosas que no pueden hacer efectivos en caso de ruptura o por ejemplo en cuanto la propiedad en reformas agrarias, que tienen escasa influencia política, que no se benefician de la globalización, que no pueden revertir el orden de las cosas ni intervenir en las políticas macroeconómicas ni en la corriente principal de los modelos de desarrollo… para desarrollar su tesis de que solucionar la pobreza no es una cuestión asistencial sino de derechos humanos.
Por la tarde una larga mesa de miniponecias que podéis ver pinchando aquí departió sobre retos para el empoderamiento de las mujeres:
- Vicenta Rodríguez Martín, profesora universitaria, habló de estrategias para favorecer el empoderamiento de las mujeres.
- Adrienne Cruz, especialista en género de la OIT. La igualdad en el empleo para el desarrollo económico.
- Ana Sabaté, profesora de Geografía Humana. Enfoque de género en el desarrollo rural sostenible.
- Cecilia Castaño, catedrática de Economía Aplicada a la que yo conocía por su libro "La segunda brecha digital". Enfoque de género en la sociedad de la información, el nuevo paradigma social.
Diréis que si me descuido es más largo el resumen que el simposio pero no tenía otra cosa que hacer. Tras la clausura nos dieron el diploma de asistencia así que nos vinimos con todo a casa.
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