Félix Sommer, un emprendedor desastre que no tiene nunca éxito con las start-up que emprende, viaja en un barco con su hija Maya, que recuerda un poco a Greta Thunberg, pero sin Asperger. En un momento de la travesía avistan un iceberg que conserva en su interior a una mujer de la Prehistoria y un pequeño mamut. Los descongelan y comenzamos la historia viajando con ellos a varios lugares del mundo.
Recordamos junto a Urga, la mujer de otra era, cómo vivía cuando todavía no se había congelado: su familia, sus gustos, sus ganas de luchar y ser más fuerte, el hombre que le gusta (que parece ser que en la Prehistoria pasaba como ahora, que al que te gusta le gusta otra). Y después la acompañamos buscando un grupo de elefantes para su mamut, o eso creen ellos, porque aquí cada uno tiene sus propios intereses, unos más aviesos e inconfesables que otros.
Félix se deja engatusar por una antigua novia de su adolescencia para que permita que su empresa de criogenización experimente con Urga para que pueda tratarse su enfermedad, engañándola con lo de su mamut. El capitán del barco colabora, en principio por dinero, pero se acaba involucrando con Urga por otras razones. La niña, ecologista de pro, intenta ayudar. Y resulta que la única bienintencionada, inteligente, feminista y libre es Urga. Tiene menos prejuicios que ningún otro de los protagonistas y un pragmatismo y una capacidad de adaptación envidiable.
Nos tememos lo peor para Urga a cada rato, pero es un libro que pretende ser de humor (sin conseguirlo, me temo), así que se acaba resolviendo más o menos bien, de forma bastante forzada.
Decepcionante, como ya he dicho.