Los martes, sólo los martes, trabajo por la tarde y me quedo a comer en El Toboso. Hasta ahora me resultaba bochornoso pasear por sus calles debido al calor pero hoy, por primera vez desde hace tiempo, hace un día de esos que hay pocos en nuestra tierra en los que apetece pasear porque no hace ni frío ni calor, un día de otoño de aburrimiento y moscas que no puedes quedarte en casa. He salido a las dos y media del Centro y lo que menos quería era meterme en cualquier restaurante a comer, aunque aquí no se come mal en ninguno. He cogido la cámara y he comenzado a andar acordándome de la idea que se le ocurrió a mi amigo Pedro para este blog: buscar rincones con encanto en el pueblo para darlo a conocer a los/las pocos/as o muchos/as que lo lean. Pero no he llegado muy lejos: me he quedado en el Parque de la Glorieta.
En el Parque hay un quiosco encalado y decorado con azulete que tenía algunas mesas fuera entre sol y sombra. Cuando he llegado sólo había dos personas sentadas: una señora que me llamó la atención el primer día que llegué al pueblo y que entonces confundí con una turista alemana, y un señor mayor que tenía entre sus manos un libro de poesía. La señora estaba tomando algo y como me ha dado envidia me he sentado y he pedido una caña. Se estaba allí de fábula.
La señora ha acabado de comer y se ha pasado dentro después de dar instrucciones a uno de los hijos de la encargada del quiosco para que diera de beber a una gata negra que tosía por haberse atragantado. Y es que en el parque hay algunos gatos o debería decir gatas porque tales eran las tres que he visto.
Como seguía sin ganas de encerrarme he pedido un par de chuletas y he estado comiendo al aire libre; ese tipo de cosas que no se te ocurre hacer en tu pueblo pero que te encanta hacer cuando sabes que no te va a ver nadie que conozcas. Me gusta esa sensación que todavía tengo en El Toboso de sentirme de vacaciones, de poder pasear por las calles en las que todo el mundo está acostumbrado a los turistas e incluso te saludan sin que a nadie se le ocurra pensar dónde irá "la abogá" a estas horas.
El "poeta" ha resultado ser el padre de Rosa, la del quiosco, y, por tanto, abuelo del niño. Ha pegado la hebra conmigo hasta constatar que no era extranjera (cosa que yo creía totalmente obvia) y, después, que no era de El Toboso y que estaba soltera momento en el que ha comenzado a relatarme su mili tras quejarse de su soledad de viudo. Resulta que la señora le había estado haciendo una entrevista (eso ha dicho él) y le había enseñado el libro que había escrito. Que hizo la mili con un villafranquero (dieciséis meses) y que conoce a todas las del Centro de la Mujer. Se ha marchado a comer y he podido tomarme un te totalmente sola en el Parque de la Glorieta; bueno, con una gata a mis pies y tres gorriones y una tórtola bañándose en la pileta de la fuente. Qué paz.
2 comentarios:
Para que la foto hubiera o hubiese sido impoluta tendrías que haber seguido uno de los siguientes procedimientos:
1) Ponderar la luz entre el fondo y la figura del primer plano. Como siempre, tu cámara mide la luz del centro de la imagen y eso puede bloquearse para hacer una medición de luz más correcta.
2) Cuando hagas el curso de imagen digital podrás hacer dos fotos: una con la luz ideal para el fondo y otra con la luz ideal para el primer plano. Despues solamente tendrás que recortar y pegar.
A que mola que te pongan comentarios en el blog.
Sí mola, sí. En descargo de mi mala mano fotográfica he de decir que:
a) Era la primera vez que usaba la cámara digital del Centro de la Mujer.
b) Las cámaras digitales, de momento y en tanto hago el curso, no son santo de mi devoción.
c) La foto en la cámara se veía bastante más clara porque además estaba al sol.
d) Y por último, no medí luz ninguna porque le hice al señor la foto a traición, así que salió como salió.
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