Lento, aburrido, insípido... salvo cuando coge carrerilla al final, si se ha sido capaz de llegar.
Claro que no se le ocurre a nadie (que no sea yo) ponerse a leer como primer libro de una autora de la que nada había leído (Sue Grafton), y de su personaje estrella (Kinsey Millhone), el que hace de número 23 de su "Alfabeto del Crimen", que, como de su nombre se desprende, pretende un libro con cada letra del abecedario, y voy yo y me pongo con la W, que ya deben andar la autora y su personaje como el título en inglés del libro: "Wasted" (agotado, exhausto).
Y esa es otra, que como no hay muchas palabras en nuestro idioma que comiencen por uve doble y había que mantener la línea de la serie del alfabeto, pues le colocaron otro nombre en castellano "W de Whisky" que aunque el primer cadáver y sus amistades le daban bastante al "dinking" tampoco tiene mucho que ver con el tema del libro que, por cierto, tarda en aparecer más de tres cuartas partes, durante las que nos limitamos a acompañar a Kinsey en su deambular dando palos de ciego por el mundo de los sin techo como heredera y albacea de un sin hogar con más de medio millón de dólares en la caja de seguridad de un banco, que no se en los United States pero lo que es en Spain no se puede ser a la vez albacea y heredero, sobre todo si el causante se salta las legítimas y deshereda a sus tres descendientes sin mucha justificación en el testamento.
Pero como América es América y no conozco mucho su derecho sucesorio, no me voy a meter a impugnar testamentos que ni siquiera sus legitimarios discuten mucho.
Bueno, que la novela (que perfectamente os podéis ahorrar) comienza, como la mayoría de las de detectives, con la aparición de un cadáver que aparentemente llegó a ser tal por muerte natural del vivo que antes era, consecuencia al parecer inevitable de su abuso del alcohol. Pero como el muerto lleva en su puño un papel con el nombre de la detective Kinsey Millhone la buscan y ella no tiene mucho trabajo entre manos, por no decir que hace la tira que no huele a un cliente, pues comienza a investigar y resulta que el cadáver y ella eran como primos lejanos ya que ella es hija del tío favorito del fiambre que además le ha dejado en herencia la indemnización que le pagaron por haber cumplido un tiempo en prisión por un homicidio que luego se demostró que no había cometido aunque ni su exmujer ni sus hijos acaban de creer en su inocencia ni en sus promesas de abandono del alcohol.
Paralelamente seguimos a otro investigador privado, con menos escrúpulos que la protagonista y que aparentemente no tiene nada que ver con la trama, quien mientras haciendo un seguimiento para probar una supuesta infidelidad da con un turbio asunto de medicamentos y subvención es y es asesinado.
Las historias se cruzan sin muchos razonamientos y los personajes resulta que incluso se conocen como si en lugar de vivir cada uno en un lugar de Estados Unidos fueran mismamente de Quero. Y mientras asistimos a tediosas y aburridas descripciones de lugares sin importancia porque por ejemplo describe un salón como si fuera importante o pudiera ser escenario de un crimen y resulta que no, que simplemente le ha dado a la autora por describirlo, sin muebles de época ni aparatos de diseño ni nada, sino un mero salón de una casa vulgar. Debe ser deformación profesional de la autora que en su día trabajó de guionista de series de televisión. Describe acciones y personajes que nada tienen que ver con el tema central de la novela y nos cuenta cosas de sus vecinos y del gato de los vecinos que interesan cero al argumento de manera que la trama no avanza, aunque el libro se salva al fina donde toma velocidad e interés e incluso incluye una pelea entre la detective y el malo en la que éste intenta matarla con un bisturí (en el jardín de la casa de Kinsey) y ella se defiende con una silla plegable.
Pues eso, que no he quedado muy animada a seguir explorando el alfabeto del crimen porque por poco puedo acabar éste ya que encima he ido colando capítulos de Millennium-4 que, pese a no ser antológico, es mucho más rápido y más entretenido (ya os contaré).
Bueno, que la novela (que perfectamente os podéis ahorrar) comienza, como la mayoría de las de detectives, con la aparición de un cadáver que aparentemente llegó a ser tal por muerte natural del vivo que antes era, consecuencia al parecer inevitable de su abuso del alcohol. Pero como el muerto lleva en su puño un papel con el nombre de la detective Kinsey Millhone la buscan y ella no tiene mucho trabajo entre manos, por no decir que hace la tira que no huele a un cliente, pues comienza a investigar y resulta que el cadáver y ella eran como primos lejanos ya que ella es hija del tío favorito del fiambre que además le ha dejado en herencia la indemnización que le pagaron por haber cumplido un tiempo en prisión por un homicidio que luego se demostró que no había cometido aunque ni su exmujer ni sus hijos acaban de creer en su inocencia ni en sus promesas de abandono del alcohol.
Paralelamente seguimos a otro investigador privado, con menos escrúpulos que la protagonista y que aparentemente no tiene nada que ver con la trama, quien mientras haciendo un seguimiento para probar una supuesta infidelidad da con un turbio asunto de medicamentos y subvención es y es asesinado.
Las historias se cruzan sin muchos razonamientos y los personajes resulta que incluso se conocen como si en lugar de vivir cada uno en un lugar de Estados Unidos fueran mismamente de Quero. Y mientras asistimos a tediosas y aburridas descripciones de lugares sin importancia porque por ejemplo describe un salón como si fuera importante o pudiera ser escenario de un crimen y resulta que no, que simplemente le ha dado a la autora por describirlo, sin muebles de época ni aparatos de diseño ni nada, sino un mero salón de una casa vulgar. Debe ser deformación profesional de la autora que en su día trabajó de guionista de series de televisión. Describe acciones y personajes que nada tienen que ver con el tema central de la novela y nos cuenta cosas de sus vecinos y del gato de los vecinos que interesan cero al argumento de manera que la trama no avanza, aunque el libro se salva al fina donde toma velocidad e interés e incluso incluye una pelea entre la detective y el malo en la que éste intenta matarla con un bisturí (en el jardín de la casa de Kinsey) y ella se defiende con una silla plegable.
Pues eso, que no he quedado muy animada a seguir explorando el alfabeto del crimen porque por poco puedo acabar éste ya que encima he ido colando capítulos de Millennium-4 que, pese a no ser antológico, es mucho más rápido y más entretenido (ya os contaré).
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