No se si es que necesitaba alegría después del desánimo de "Ánima" y cualquier cosa me hubiera parecido divertida o es que realmente este libro de Maite Pagazaurtundúa lo es. Llegó a mis manos como un regalo de Reyes a destiempo y lo aparqué en la mesita de noche junto a los históricos durmientes que sobre ella reposan, pero desesperada tras mi experiencia con los animales de nombre en latín lo cogí una noche y no lo dejé hasta acabarlo.
No esperaba que alguien a quien sólo conocía en su vertiente política pudiera escribir ficción y resultar tan entretenida a la vez que desliza puntazos de realidad española tan agudos.
"Operación Cochinillo" es una novela policíaca, o por lo menos de policías, con un punto de humor triste. Atilino García Fernández es inspector de policía en Segovia y lleva una trayectoria profesional poco lustrosa, ya que no ha ascendido ni por escalafón. Vive en un sinvivir comido por el aburrimiento viendo que la delincuencia en la ciudad se encuentra bajo mínimos sin que la policía tenga mucho que hacer mientras que la Guardia Civil acaba de colgarse las medallas de la "Operación Bobina" en la que han desmantelado una banda de delincuentes albano-kosovares.
Tras dar las quejas a su mentor, que se encuentra en hispanoamérica dando charlas sobre las bondades del DNI para la persecución de la delincuencia, decide que la situación tiene que cambiar y que la Policía de Segovia debe emprender operaciones que les den visibilidad, sobre todo porque Borjita el de inmigrantes le ha quitado el despacho y Atilino es relegado a la recocina de la comisaría donde antes estaba la máquina del café, con los azulejos llenos de churretes de grasa y olor a tabaco incrustado en las rendijas.
Un poco depre, el protagonista no se achanta y reúne a su equipo, que está tan bajo de moral como su jefe o más, y decide iniciar una operación contra el menudeo de drogas y la venta de drogas por encargo, emprendiendo "Telecosto-Telecoca" con el apoyo de chicos y chicas de la academia de policía que les mandan para las prácticas y que se infiltran en el botellón de Segovia.
Una noche que nuestro héroe baja a la farmacia para comprar una loción antipiojos para sus hijos se cruza con un antiguo etarra que conoce de su época de San Sebastián y decide seguirlo hasta un McDonalds donde ha quedado con una pareja y que mosquean sobremanera a Atilino que piensa que no traman nada bueno pero su jefe no parece pensar lo mismo y le prohíbe investigar, aunque sigue haciéndolo de tapadillo, lo que le lleva a darse de bruces, además de con un intento de atentado, con una trama de blanqueo que tiene por centro justo un empresario local supuestamente ejemplar relacionado además con políticos locales.
De encontrarse prácticamente sin actividad y tener como única ocupación la organización de la fiesta de los Ángeles Custodios, Atilino pasa a coordinar varias operaciones que nos pasean por las corruptelas locales (aunque son perfectamente extrapolables a cualquier ciudad patria) y los politiqueos de la época que nadie parece querer investigar sino él y que intereses aviesos parecen querer truncar.
El personaje de Atilino me ha encantado. Al principio me recordó al primer Bevilacqua de los libros de Silva, mezclado con Fermín, el compañero de Petra Delicado, por la forma de hablar y su afición al bar de Tulio. Por el lugar donde lo relegan en el trabajo me ha traído a la cabeza el cuarto de las escobas del Departamento Q de Carl Mork, por la relación con su esposa al Jaritos de Márkaris y su suegra tiene un poco de los suegros de Brunetti salvando las distancias y ganando el personaje de Fuencisla, que es de traca. Muchos personajes en uno hasta que me di cuenta que es todos y ninguno porque Atilino tiene personalidad propia, de antihéroe perdedor y trabajador incansable al servicio de una sociedad que conoce y comprende pero que no le devuelve su entrega en modo alguno porque siempre los que triunfan son otros que se llevan las medallas, los méritos y hasta los dineros, mientras Atilino ni asciende ni le dan las gracias y por poco acaba un poco como el loco de Eduardo Mendoza, que resuelve los casos y nadie se acuerda ni de su nombre.
Me lo pasé muy bien leyendo el libro, que además genera unas ganas enormes de volver a Segovia (ciudad a la que homenajea hasta el título). No es un novelón pero es una novela divertida a la vez que incisiva, crítica contra la corrupción, el blanqueo, los trepas, los enchufes, las relaciones que prevalecen sobre las leyes... Y Atilino firme, intentando hacer las cosas bien, contra el mundo. Y su suegra, la leona Domínguez, Doña Fuencisla, que es para echarle de comer aparte.
Si le tengo que poner un pero es el corto tiempo en el que se desarrollan tantas operaciones a la vez, que en poco más de una semana tiene lugar toda la trama. Pero muy entretenida.
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