Este "Pensadores ¡al rincón!" me lo ha enviado Masa Crítica en otra de sus promociones a cambio de una reseña, la cual por cierto la publico fuera de plazo (muy fuera de plazo, lo siento) y eso que me lo leí enseguida porque la introducción me gustó mucho y me animó a comenzar, seguir y acabar su lectura. Pero... se han interpuesto las vacaciones; y, entre unas cosas y otras, pues no había publicado nada sobre lo que me pareció el libro.
La introducción cuenta una anécdota de una frase en una red social en la que queriendo criticar la obligatoriedad de la asignatura de Filosofía, una falta de ortografía hace que parece que diga exactamente lo contrario.
El autor de la queja queriendo escribir "por qué" escribió "porque" cambiando todo el significado de su frase (para quien se diera cuenta de la falta, claro). Escribió: "Pienso porque la filosofía es obligatoria", con lo que en lugar de preguntarse por qué es obligatoria la asignatura de filosofía pasó a considerar el hecho de pensar como una consecuencia del estudio de la filosofía.
Partiendo de esa frase, el autor del libro, Pablo Redondo, profesor precisamente de la asignatura cuestionada, analiza el porqué de la mala prensa de su asignatura entre muchos estudiantes, preguntándose si, como el teatro, la filosofía está siempre en crisis o si se trata de una crisis definitiva que podría suponer su desaparición, su "eclipse", como dice el subtítulo de la obra. Es decir, si se trata de un enfermo con una mala salud de hierro, o sufre una enfermedad terminal.
Pablo Redondo, que focaliza la filosofía desde el punto de vista de la educación, comienza el libro analizando lo que grandes filósofos han dicho a lo largo de la historia sobre la enseñanza de la filosofía o el camino pedagógico y vital que debe seguir una persona para llegar a serlo y sobre todo el libro repite el mismo mantra: que se lee muy poco con la necesaria profundidad que exige el aprendizaje y la meditación filosófica y que el ruido y la velocidad de las redes sociales, con bombardeos constantes de publicidad y noticias, sin permitir apenas pararse en la lectura de casi nada, impide la lectura sosegada y silenciosa que se requiere.
Recorriendo lo dicho por unos pocos filósofos desde Sócrates y Platón a Emilio Lledó, pasando por Abelardo, en el Medievo, Montaigne, Descartes, Hume, Kant, Hegel, Gadamer y Hannah Arendt, comenta lo que estos filósofos (y una filósofa) dijeron o pensaron al respecto, la mayoría de ellos quedándose en la mera teoría, que no parece haber tenido mucho éxito en la práctica, cuando la continuidad de la filosofía en los programas se sigue poniendo en entredicho.
Tras ese recorrido por la Historia el autor comienza a analizar por qué la enseñanza y práctica de la filosofía va perdiendo adeptos. Pablo Redondo parece creer, creo que ingenuamente, que a más personas alfabetizadas debería leerse más y mejor y debería haber más aprecio por el saber filosófico y el pensamiento filosófico en general, cosa que evidentemente no es así, lo que sorprende y frustra al autor.
Sigue razonando sobre la necesidad de silencio y lectura reposada, sobre el estudio de los clásicos y la necesidad de aprender procesos que generen la posibilidad de teorizar o razonar filosóficamente. Critica las redes sociales y, si bien, en gran medida puede tener razón, sobre todo por la adicción a los móviles y la lectura estilo "picaflor", sin profundizar mucho, yo creo que depende, como siempre, de quién use Internet, cómo se haga y de qué forma se pueda utilizar. La red de redes puede suponer un peligro, pero abre un infinito mundo de posibilidades y permite el acceso a muchísimos libros, estudios y artículos que de otra forma resultarían de uso limitado a los estudiosos de la materia. Y el "picar flores" puede no ser tan malo si al final se consigue un buen "ramo de conocimientos". Y siempre queda la posibilidad de ir guardando publicaciones para leerlas luego despacito y con notas. E incluso con buena música, que tampoco es cuestión de leer siempre en sepulcral silencio. Tampoco con heavy metal de fondo, una cosa media, que no en vano "virtus est medium vitiorum utrimque reductum".
Creo que la supuesta amenaza a la filosofía no viene de Internet, del ruido y
de la pérdida de la capacidad de realizar lecturas y estudios
reposados. Tal vez quienes tanto se quejan de la pretendida desaparición
de la asignatura, deberían darse cuenta de que la perpetuación de métodos que nunca han tenido, confesémoslo, un resultado extraordinario, seguirá llevando a los mismos malos resultados.
Resulta evidente que nunca ha habido un filósofo detrás de cada esquina (al menos uno serio, claro) y la imposición de una asignatura que sigue enumerando filósofos y sus teorías de una forma que casi nunca ha entendido la generalidad del alumnado, y explicando prácticamente lo mismo, no hace nada para pensar que siguiendo por ese camino se van a conseguir resultados distintos.
No se cómo se estudia la filosofía en la Facultad de Filosofía y mis estudios en Derecho se limitan al Iusnaturalismo de primero (donde por cierto saqué matrícula) y a la Filosofía del Derecho de quinto, pero lo que no me cabe la menor duda es que de la mayoría de las personas que estudió conmigo la asignatura en el instituto se quedó in albis en las clases de la materia, incluso aprobándola. Y en mis años de instituto no teníamos teléfonos móviles, tablets, Internet ni redes sociales que nos distrajeran de una lectura sosegada y profunda.
Es cierto que los bandazos educativos y las batallas políticas en educación están causando mucho daño, que muchos jóvenes no entienden lo que leen y que se distraen con lo digital, claro está, más que se pudo distraer Abelardo en su época con cualquier otra cosa, pero ello no debe suponer que no haya futuro para la filosofía porque los jóvenes no van a dejar de pensar y preguntarse, como llevan haciendo desde hace siglos, sobre todo si tienen buenos maestros que les generen esa inquietud, pero seguirá sin haber un filósofo en cada esquina. Y si la enseñanza no permite ese desarrollo intelectual del alumnado que serán las mujeres y los hombres del futuro, no solo no habrá filosofía, sino que no habrá nada. Estarán destinados a ser borregos, a seguir consignas sin cuestionarlas, a comportarse como una masa de pensamiento único y no como individuos pensantes y con criterio propio.
La filosofía sigue siendo necesaria, como se razona en el libro que reseño, pero tal vez debería cambiar sus métodos en la enseñanza adecuando los mismos a los tiempos en que vivimos, usando en su beneficio Internet, las redes y cualquier método de comunicación que pueda captar adeptos para un mundo de individuos responsables que vivan en una comunidad donde se piense, se tomen decisiones informadas y se respeten las opiniones ajenas. Si no, vamos de pena.
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