Acabo de terminar un libro y he estado a punto de recomendarlo sin haberlo terminado porque desde el principio me lo he pasado "pipa" con él.
Había oído el título y lo conseguí hace tiempo pero se me cruzó Márkaris por el medio (autor del que os recomiendo todo lo que ha escrito, sobre todo el último que os hermanará con el pueblo griego de una manera..., con decir que les empiezan quitando la paga de Navidad a los policías que investigan el caso) y luego una mala elección por la que antepuse el del verano de los juguetes muertos (que os podéis ahorrar si habéis salido de la adolescencia o, en su defecto, habéis leído más de dos libros buenos de novela policiaca o negra) y un manual que promete decir adiós a la depresión (de hecho se titula así, "Adiós, depresión") y que, aunque la explica muy bien, sólo consigue que cada diez páginas te identifiques un trastorno de la personalidad distinto, así que "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy".
Pues eso, que me voy por las ramas, que os recomiendo encarecidamente "El abuelo que saltó por la ventana y se largó" del sueco Jonas Jonasson. Cuando leí el título sospeché porque hay autores que lo que se les da bien no es escribir novelas sino elegir el título y luego el libro es absolutamente infumable cuando el título prometía una barbaridad.
Que no hay que fiarse de los títulos. Porque puedo yo, pongamos por caso, ponerme a escribir un texto que titule, por ejemplo, "El funcionario que se convirtió en asesino público número uno", y podéis pensar que se trata de un entretenido thriller con una trama policial y un trasfondo negro y de crítica social y luego, adentraros en su páginas para descubrir que se trata de unos meros comentarios jurídicos a las últimas reformas del Gobierno en relación al empleo público (que a su vez puede ser un dramón de llorar mucho).
Pero a lo que iba, el libro que os recomiendo comienza con la huida de Allan Karlson de la residencia de la tercer edad donde vive justo unos minutos antes de que el Alcalde del pueblo y la prensa vayan a felicitarle por su centenario (mismamente como mi jefe, cada vez que se produce el evento en su pueblo).
El residente, harto de no poder echar un traguito de aguardiente al que siempre ha sido muy aficionado, aprovecha la espera para largarse por la ventana en zapatillas, momento a partir del cual comienza un periplo desde la parada del autobús donde da inicio su huída en el que es difícil no sonreir y en muchos casos soltar sonora carcajada.
El residente, harto de no poder echar un traguito de aguardiente al que siempre ha sido muy aficionado, aprovecha la espera para largarse por la ventana en zapatillas, momento a partir del cual comienza un periplo desde la parada del autobús donde da inicio su huída en el que es difícil no sonreir y en muchos casos soltar sonora carcajada.
La novela tiene un doble relato: por un lado la peripecia actual del centenario que roba una maleta llena de dinero al miembro de una banda de delincuentes ("Never Again") que ha sido irrespetuoso con él, iniciando un recorrido en el que va conociendo a varias personas que acaban, o bien muertas, o bien acompañando al centenario y haciéndose muy amigas de él, y, paralelamente, vamos conociendo la vida del protagonista a lo largo de gran parte de la historia del siglo XX en la que, como una especie de mezcla entre Forrest Gump y el loco sin nombre de los libros de Eduardo Mendoza que tanto me gustan, va conociendo a líderes y personajes históricos que resultaron clave en los acontecimientos del pasado siglo y que pretenden aprovechar los conocimientos sobre explosivos de Allan.
La vida del protagonista, que para no soportar que le hablen de política conoce a lo largo del libro a los políticos más relevantes del siglo, está llena de anécdotas y aventuras compartiendo mesa, mantel y, sobre todo, aguardiente, con presidentes de los Estados Unidos, de la URSS, de Corea, de China, con Franco... de los que realiza una crítica mordaz a base de ironía y un dominio del lenguaje que no había visto todavía en un nórdico (y eso que he leído novelas nórdicas). Lo único que no soporta Allan es el licor de plátano y, como ya he dicho, que le hablen de política, cosa que por otra parte no dejan de hacer la mayoría de los personajes con los que coincide y a quienes, por supuesto, la mayoría de las veces no escucha por ser "sordo para la política".
Como nuestro Don Juan a los palacios sube y a las mazmorras baja cambiando de existencia, de país, de vida y hasta de nombre en varias ocasiones. De verdad que no tiene desperdicio, que os lo podéis leer como entretenimiento de verano o tomarlo como la crítica nada encubierta de la geopolítica, los negocios, la corrupción, las mafias,... Además, tras tantos buenos policías y fiscales nórdicos, el fiscal del caso es medio "gil" y el policía, a quien las pistas se le van poniendo delante a cada paso, se pasa casi todo el libro esquivándolas y no dando pie con bola de froma que el protagonista pasa de secuestrado a sospechoso de asesinato y los delincuentes a víctimas o al revés hasta lograr un relato final de los hechos absolutamente hilarante que no tiene nada que ver con lo que realmente ocurre a lo largo de las páginas de la novela.
Desde luego, para ser la primera novela del autor ha dado plenamente en el clavo o, por lo menos, me ha dado totalmente en el gusto. Está editada en Salamandra y si queréis pasarlo bien a tiempo estáis.
3 comentarios:
Lo pongó en la lista.
Con respecto al libro de la depresión, es el problema de los libros de autoayuda. Pasa como con el horóscopo que si te lees otro que no sea de tu signo "tambien aciertan!!"
Un besico
Yo
Hola Marinieves: Estoy leyendo este libro y me lo estoy pasando bomba. Nunca mejor dicho. Hacia tiempo que no me lo pasaba tan bien leyendo.
Me alegra que coincidamos. Yo disfruté un montón. La lástima es que con la edad del protagonista no pueda haber una saga de sus aventuras.
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