sábado, diciembre 12, 2015

Trigésimo tercer libro 2015: "El año que duró dos segundos", Rachel Joyce.

Creo que es la primera vez que me parece mejor el título de un libro en castellano que el que le puso su autora en su idioma original. El título en inglés de la novela que acabé ayer es "Perfert", palabra que no acabo de relacionar con la temática o la trama del libro, al que cuadra bastante mejor lo de "el año que duró dos segundos", ya que es la obsesión del protagonista y el principio que a modo de efecto mariposa desencadena todo lo que en el mismo sucede.
Un niño, Byron, nos cuenta lo que fue su vida familiar desde poco antes de que supuestamente su madre atropellara a una niña sin percatarse de ello. 
Diana, la madre de Byron, vive con él y con su otra hija en una urbanización alejada de la ciudad llevando una vida aparentemente rutinaria pero muy controlada por su marido ausente que trabaja fuera durante toda la semana y la llama a diario a horas fijas para interrogarla sobre la marcha de la casa, imponer sus órdenes y controlar la organización familiar.
No conocemos casi nada del pasado de Diana, ni siquiera si tiene un pasado, ni por qué Byron, a sus once años, vigila tanto a su madre, asumiendo casi el papel de su padre cuando no está presente.
Seymour, el marido de Diana le compró un Jaguar y la enseñó a conducir, pero ni Byron ni ella parecen fiarse mucho de su forma de conducir. En su afán de controlarlo todo, su esposo le ha prohibido pasar con el coche por un suburbio pobre, no obstante lo cual, un día, cuando Diana lleva a sus hijos al colegio con el tiempo justo, se encuentran un atasco y decide pasar por alto la prohibición marital y se adentra en la zona. Byron no deja de hablar del tema que más le preocupa en ese momento: los dos segundos que le ha dicho su amigo James que van a añadir a los relojes para acompasarlos al tiempo solar real.
Justo cuando el niño da vueltas a la forma en que esos dos segundos se van a añadir y se plantea los problemas que ello puede provocar, su madre da un volantazo y Byron está convencido de que Diana ha atropellado a una niña que cruzaba la calle con una bici roja. No dice nada a su madre en ese momento, ni en varios días, pero comienza a atormentarse de forma inmisericorde y a no dormir ya que Diana sigue su vida normal sin referirse al asunto ignorándolo completamente. Sólo habla con su amigo James del tema acordando entre los dos que debe hablar a su madre del tema, siendo así que Byron se dedica a presionar a Diana hasta que la convence para ir a casa de la niña y justificar el atropello como un accidente.
Paralelamente, a veces un capítulo sí y otro no, vamos conociendo a Jim, un empleado poco cualificado que limpia mesas en un restaurante, que pasó gran parte de su vida internado en una institución psiquiátrica y que realiza comportamientos repetitivos con obsesiva frecuencia para intentar evitar que las cosas vayan mal o le suceda algo malo a alguien. Vive en una caravana cuyas ventanas y puerta precinta todas las noches tras entrar y salir reiteradamente de ella y saludar 21 veces cada objeto que tiene en el vehículo, de forma que duerme muy poco. Tiene muchos problemas para relacionarse con los demás, incluso para hablar ya que tartamudea y a veces contesta lo contrario de lo que realmente quiere decir. Ello hasta que conoce a una compañera de trabajo, bastante inadaptada también, quien le atropella al dar marcha atrás con el coche sin que contra el criterio de todo el mundo quiera denunciarla. Cada avance en la relación con ella es un triunfo pero cuando más cerca está de que la cosa funcione más teme su fracaso y más culpable se siente y más realiza sus repeticiones.
Diana traba relación con Beverly, la madre de la niña supuestamente atropellada, quien poco a poco va invadiendo la vida de la familia pidiendo que le compren cosas pues la niña, que aparentemente no tenía consecuencias del accidente, comienza a manifestar problemas hasta casi parecer que se queda inválida, sin que Diana se lo cuente a su marido, lo que le ocasiona problemas para justificar los gastos.
El avance de las historias nos acaba convenciendo de que Byron no percibe bien la realidad, que la vida de Diana es insoportable para ella y que Jim ha tenido un importante trauma que le provoca esa sensación de culpabilidad y ese temor a provocar tragedias en la gente si no repite 21 veces todo. Vamos sospechando cosas que no parecen cuadrar en las historias, momentos en que percibimos como desenfocadas otras posibilidades para lo que está ocurriendo, pero que nos van llevando a las tragedias paralelas de los personajes que parecíamos intuir.
La novela toca muchos temas en una trama en la que no parece que ocurran muchas cosas pero en la que cualquier mínimo suceso puede traer nefastas consecuencias, la sensación de miedo de los personajes se nos contagia. Es una especie de novela psicológica ya que trata más de las percepciones de los protagonistas que de los propios sucesos que ocurren y más de las consecuencias de sus acciones que de lo que realmente sucede. Se ocupa también de los problemas para expresar sentimientos, para comunicarse, de los efectos del control y la imposición de modos de vida sobre la toma de decisiones y la estabilidad emocional, sobre los malos tratamientos psiquiátricos, sobre los prejuicios, sobre las dificultades para elegir...
Y según estoy escribiendo me voy dando cuenta de que no es tan malo el libro como me pareció mientras lo leía porque en muchos momentos creía que estaba leyendo el guión de unos estrenos TV, bastante aburrido, por cierto. Pero no está mal y sobre todo las últimas páginas y el giro final en la trama lo salvan.

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