domingo, diciembre 31, 2017

Cuadragésimo primer libro 2017: "Pecado", de Benjamin Black.

No se si le voy a dar muchas más oportunidades a John Banville como Benjamin Black porque me aburría Quirke pero es que este nuevo personaje de "Pecado" me aburre todavía más. Mucho premio RBA de Novela Negra pero me ha parecido un pestiño de mucho cuidado.
La obra empieza con el asesinato y emasculación de un cura en una biblioteca, lo cual parece predecir novela negra dentro de los cánones del género, y pese a estar en Irlanda, salvo las referencias siempre críticas al arzobispo y las nada solapadas críticas contra la Iglesia Católica que casi esperan que aplaste la investigación con su omnímodo poder, no aparecen muchos más católicos en la obra, ya que ni el dueño de Ballyglass House, la casa de la familia Osborne en la que el padre Lowless (Low + less, anda qué...) aparece muerto, ni quienes investigan lo son. Y ni preguntan a los feligreses.
Se ocupa de la investigación sobre el terreno el inspector St John Strafford, con origen familiar e ideas religiosas similares a las del dueño, aunque haya acabado como policía, como le echan en cara cada dos por tres y que se pasa todo el rato aclarando que su nombre se pronuncia "Sinyún" y que su apellido lleva una erre más de las que todo el mundo está dispuesto a pronunciar. Le ayuda en las pesquisas el oficial Jenkins, un anodino subordinado con cabeza deforme que desaparece a la primera de cambio y hasta su jefe tarda en acordarse de buscarlo. Y, mientras, ¡venga a nevar, venga a nevar!, que no me extraña que el título original de la novela sea "Snow".
No es que la investigación se aparte de los cánones del género negro, sino que el policía parece pasar de la misma para dedicarse a pasear sin hacer el huevo para acabar diciendo que resuelve el caso sin muchas explicaciones, algo así como por ciencia infusa porque nada de lo le hemos visto hacer podría llevarle a la conclusión final, aunque bien es cierto que no hacía falta tanto paseo por la nieve con un impermeable que no le quita el frío ni coquetear con las mujeres de la familia Osborne ni acostarse con la criada de la posada en que se aloja para llegar a la conclusión final si nos atenemos a cómo se encuentra el cadáver del cura asesinado. Y pese a ello, el autor considera necesario introducir de clavo un capítulo, como quien lo coloca en mitad del medio, ocurrido en el pasado que casi permite dejar el libro directamente porque para qué seguir leyendo si destripa la clave que ya veníamos temiendo desde la primera página, que parece que no haya otro tema en Irlanda.
La novela está bien escrita, como no podía ser de otro modo viniendo de quien viene y vuelve a tratar todos los temas que trata en Quirke, con similares críticas a similares asuntos, pero no me ha gustado nada como novela negra ni como novela en si. Me he aburrido soberanamente, no me ha generado intriga de ningún tipo, me resultaban desagradables casi todos los personajes y no hay trama como tal. En fin, que no me espere el señor "Sinyún".
Nota: Hablando el inspector Strafford por teléfono con su superior con interferencias en la línea dice el narrador que "la conexión era tan mala que distorsionaba el sonido de su voz y daba la impresión de estar hablando desde el espacio exterior". Teniendo en cuenta la época en que se desarrollan los hechos, no se cómo podría elecubrar cómo iban a sonar las comunicaciones con el espacio exterior que todavía no se habían producido.

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