Una policía francesa se despierta esposada a un caballero que no conoce en un banco de Central Park.con la camisa manchada de sangre y una pistola en su poder a la que le falta una bala. Lo último que recuerda es haber estado de celebración con un par de amigas en los Campos Elíseos.
Al despertar el caballero no es que le ayude mucho porque se identifica como pianista de jazz cuyos últimos recuerdos de la noche pasada lo ubicaban en Dublín. Ninguno sabe, pues, quíen es su compañero de banco, qué hace en Nueva York ni cómo ha llegado allí.
Como principio de libro, promete una barbaridad, aunque la cantidad de insensateces que son capaces de cometer ambos personajes a continuación hicieron que me decepcionara bastante. Porque, digo yo. que una policía, por mucha sangre que lleve encima y mucha amnesia retrógrada que parezca sufrir, podría haber procedido con mayor lógica e identificarse en la primera comisaría a mano derecha tras contactar con la suya para que apoyaran sus argumentos.
Pero no, menos eso, cualquier cosa: una huida hacia adelante con cambios de papel del personaje masculino que me generaron una sensación de irrealidad y falta de credibilidad que ni con el relato de los trágicos hechos que sacudieron en el pasado la vida de la protagonista, ni con el sorpresivo desenlace de la novela, me lo acababa de creer.
Igual como película o mini-serie podrá quedar resultona, con persecuciones de coche y giros argumentales a cada paso, pero como novela, me dejó un sabor raro. Aunque, bueno, para gustos están los colores... y los libros, y supongo que la acción trepidante de alguna de sus páginas puede ser del agrado de mucha gente pese a que a mí me decepcionara. O tal vez fueron demasiadas las expectativas que me había autogenerado.
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