Supe de este autor al conocer la biografía de Penelope Mortimer, la que fue su esposa durante un tiempo y que conservó su apellido para escribir. Pensando que las obras de John estarían a la altura de las de Penelope me lancé al libro que reseño porque además tiene por protagonista un abogado, precisamente el Horace Rumpole del título. Y... bueno... está entretenido pero tampoco es para tirar campanas. Escribía bastante mejor Penelope.
Son seis historias que el propio abogado relata a modo de memorias para relatar algunos de sus casos, generalmente del turno de oficio. Pueden leerse por separado ya que son totalmente independientes y sirvieron de base a una serie de la BBC sobre el abogado que debió tener fama en los sesenta. No obstante, leerlos por orden nos hace una idea de la evolución del personaje que al principio me cayó fatal pero que acabé casi tomándole cariño, aunque es de traca: siempre gruñendo, bastante misógino, sobre todo con su esposa, a la que llama "Ella, la que ha de ser obececida", poco aseado, siempre citando poetas ingleses antiguos con citas que la mayor parte de las veces sólo él ve relacionadas con lo que se está hablando, quejicoso, rimbombante y a veces demasiado pagado de sí mismo. Pero tiene una máxima que trata de llevar siempre a la práctica y es que nunca se rinde y defiende que "nunca hay que declararse culpable". Le encantan los asuntos penales y por él no saldría nunca del Juzgado (el viejo Oíd Baile, que los de provincias le gustan menos), salvo para tomarse algún crianza "de garrafón".
Rumpole está casado con la hija del que fue dueño del bufete para el que trabaja y no se llevan demasiado bien, aunque Hilda no pierde la esperanza de que su marido triunfe. También tiene un hijo en el que tenía puestas sus esperanzas en la continuidad de la saga jurídica familiar pero que ha orientado sus estudios a la sociología en vez de al Derecho.
Y Rumpole no avanza en su carrera porque a Rumpole no le gusta el politiqueo ni los tejemanejes del poder ni siquiera en los tribunales, y así le va. Prefiere mil veces defender a sus habituales y marcarse un buen alegato ante el jurado para evitar así que un pobre desgraciado cumpla condena. Y es capaz de eludir las presiones para aceptar conformidades cuando considera que la verdad conseguirá demostrar la inocencia de su cliente o, por lo menos, que una defectuosa instrucción del caso le permita eludir la cárcel. No obstante lo anterior, tampoco su defensa de los casos es de una brillantez extraordinaria; su
resolución suele ser bastante simple, no porque no sean casos
difíciles sino porque luego se resuelven porque alguien dice la verdad (cosa rara en los Tribunales) o por coincidencias o pruebas de última
hora que resultan poco creíbles.
La policía no le acaba de caer bien al colega porque se las ve con asuntos amañados y agentes corruptos no muy diferentes de sus clientes y los comentarios contra los jueces con los que tiene que bregar son a veces bastante fuertes aunque a la recíproca sus Señorías tampoco se quedan cortos con Rumpole.
Los diversos casos tocan temas muy variados, imagino que para que los capítulos de la serie fueran diferentes y dieran que hablar: drogas, manipulación de pruebas, violación (interesante lectura para comparar si ha cambiado la cosa desde Mortimer hasta La Manada), divorcio,... y, de fondo, una anodina vida familiar, un bufete con sus intriguillas y sus cosas, un Juzgado y unos compañeros que ilustran la práctica forense inglesa de la época sobre todo en materia penal y algunos episodios bastante entretenidos.
Se deja leer, aunque se le notan los años al libro. Creo que Impedimenta tiene otro de Rumpole que igual cuando pase un tiempo vuelvo a la vida del compañero Horace Rumpole.
Se deja leer, aunque se le notan los años al libro. Creo que Impedimenta tiene otro de Rumpole que igual cuando pase un tiempo vuelvo a la vida del compañero Horace Rumpole.
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