Pues, después de "La quinta víctima", creo que no me han quedado ganas de llegar a "La sexta trampa", que "El cuarto mono" no me acabó de convencer, pero éste casi acaba con mi tradicional insomnio; que era ponerme y a la mitad de la página... sopa. No me ha gustado nada y me ha parecido soporífero, así que no voy a perder mucho tiempo con él.
No es que la investigación de la policía en el primer libro fuera alucinante pero es que en éste brilla por su ausencia porque, mientras las chicas son secuestradas, salvajemente torturadas y asesinadas, el supuesto primer encargado de las pesquisas, el inspector Porter, es apartado del asunto porque sigue obsesionado con el asesino de la historia anterior y se apropia de elementos de la investigación para su propia teoría y luego se va a la otra punta para intentar averiguar algo de la supuesta madre del supuesto asesino que está en prisión sin nombre conocido para acabar dando vueltas con la supuesta abogada de la madre.
El FBI toma las riendas y el equipo de Porter hace lo que puede tratando de averiguar qué les ha pasado a las chicas cuyos cadáveres van a apareciendo, tratando de no poner en evidencia a su jefe que, con el teléfono apagado, va a lo suyo, aunque les mande alguna pista de vez en cuanto que hace dudar de su cordura hasta a los más íntimos.
Y, mientras, nosotros seguimos con angustia al secuestrador/torturador/asesino en serie que mata más que el perseguido por Porter. Y palo aquí, palo allí, soñando con los angelitos las más de las veces, acabé el libro a trancas y barrancas para acabar con un final de pena, que si no sale en las últimas páginas alguien con más cabeza que toda la policía junta, no acabamos. Una pena. Con todo el bombo que le dieron y que sigue con la saga. Ahora que, conmigo que no cuente. Que si Porter sigue detrás de Anton Bishop, que lo haga por su cuenta, porque al paso que va se hacen viejos los dos y no se pillan.