El libro me llegó antes de publicarse, pero al verlo me generó recelo, porque de tantas haches y kas juntas no esperaba nada bueno. Pero no está mal, salvo el problema que tengo siempre con los libros orientales, que no soy capaz de aprenderme un nombre y tengo dudas a cada momento de quién es quién. Véase ejemplo: la protagonista se llama Nga-Yee (cuya pronunciación se me escapa), de apellido Au (que al revés de los nuestros, en chino suele ir delante del nombre), y su hermana pequeña, con cuyo suicidio empieza el libro, Siu-Man. Menos mal que el otro personaje principal, el detective/hacker/justiciero, es conocido simplemente como "N".
"Cuando Nga-Yee salió de su apartamento a las ocho de la mañana, no tenía ni idea de que ese día iba a cambiarle la vida.
Después de la pesadilla del año anterior, sentía que les esperaban tiempos mejores solamente con que apretasen los dientes y se mantuviesen firmes. Estaba convencida de que el destino era justo y de que, cuando sucedía algo mano, después, naturalmente, seguía algo bueno. Por desgracia, a los poderes de turno les encantaba gastar bromas crueles".
Así comienza Hong Kong Hacker. Y no está hablando de los tiempos post confinamiento Covid, sino simplemente introduciendo la tragedia en la vida de Nga-Yee, quien, al volver a su apartamento tras su jornada laboral en la biblioteca en la que trabaja, calculando si tendría en el frigorífico comida para dos, se encuentra un grupo de gente arremolinada junto al cadáver estampanado en el suelo de su hermana Sui-Man, que se había arrojado desde la ventana del piso que compartían.
Nga-Yee, rota por el dolor intenta buscar un culpable. Sabe que su hermana se ha suicidado, pero necesita saber por qué y quién ha podido provocar que la niña tomara esa decisión, sobre todo porque también se siente culpable de no haber percibido las alarmas que la llevaron a tan fatal acontecimiento.
Siu-Man se había visto envuelta en un caso de tocamientos en el metro, que fue objeto de mucha publicidad y que acabó con la condena del hombre que confesó haberle metido mano. La cría no fue quien dió la voz de alarma, sino una señora que viajaba en el mismo vagón, pero Siu-Man debió soportar su exposición pública al juicio y las críticas en Internet que estaban lejos de apoyarla.
Como Nga-Yee quiere saber más contrata a un detective que realiza las primeras averiguaciones, pero se considera incapaz de llegar más allá, así que recomienda a Nga-Yee que contrate al mejor en esas lides, un tal N, con el que contacta nuestra protagonista.
N parece un friki guarro que pasa la vida delante del ordenador y que cae mal desde el principio, pero resulta ser muy bueno averiguando cosas. En pago de los servicios que le presetará pide a Nga-Yee todo el dinero que tiene y, cuando se acaba, hace que se comprometa a darle lo que le exija.
Con tan leoninas premisas, N comienza a realizar averiguaciones en el Instituto en el que estudiaba Sui-Man y poco a poco vamos conociendo a determinados personajes, chicos y chicas que estudiaban ella, personal del Instituto, la bibliotecaria, ... llegando a conclusiones que llevan a que Nga-Yee piense que alguien es culpable para que luego N le ponga de manifiesto que no lo es. Y así repetidamente, con análisis de mensajes en Internet y por WhatsApp entre alguno de los personajes que nos van llevando a quienes leemos el libro a idénticas conclusiones que la protagonista u otras igualmente erróneas.
En cualquier caso, N va mostrando a Nga-Yee que no busca justicia, sino pura y simple venganza, mostrando entonces el detective su vena justiciera en la que ofrece sus servicios para emplear métodos verdaderamente imaginativos de venganza, hasta que convence a Nga-Yee que están yendo a por quien no tiene nada que ver en lo que le pasó a su hermana, y así sucesivamente, en una serie de episodios en los que N va cambiando de aspecto, de nombre y mostrando una personalidad múltiple que nos muestra un personaje interesante desde el punto de vista narrativo.
Los giros de la trama resultan adictivos porque sabemos que se inicia la venganza contra alguien contra el que no se tienen muchas pruebas, pero parece que nosotros también queremos ir a por él o ella, contagiados del espíritu de la protagonista, para darnos cuenta luego que los indicios de aparente implicación en los hechos, son solo indicios que no llevan a ninguna conclusión. Y así vamos viendo los peligros de no contrastar noticias, cotilleos, mensajes en Internet, ... el daño que provocaron en la niña a la que afectaron, que ocasionó su suicidio, y los daños que se ocasionan a todos los implicados, tengan o no relación con los hechos.
El mundo de Internet, el acoso cibernético, sobre todo con menores, los riesgos de navegar y colgar datos o fotos sin protección, compartir contenidos, ... son algunos de los temas que subyacen en este Hong Kong Hacker, que se desarrolla en esa ciudad, pero que, quitando los nombres y los puestos de fideos en la calle, podría haberse desarrollado en cualquier lugar del mundo. Con conexión a Internet, claro.
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