Las estanterías del Carrefour son arquitecturas efímeras ávidas de lecturas y libros hasta que decides pintar la habitación donde se ubican e intentas moverlas. En ese preciso momento se conmueve el espíritu cultural que atesoran y comienzan a desprender con dolor su preciado contenido e incluso su propio esqueleto hasta encontrarte con un montón de libros desordenado y sin alfabeto mezclado con trozos de tabla de aglomerado, cadáveres de arañas, pelusa y polvo. Algo así como la caída del imperio romano pero en estantería.
Debería tomar medidas, en sentido literal y figurado, para reinventar mi biblioteca pero las dudas me abruman en este momento histórico en el que debo decidir si seguir alimentando mi casi único vicio que me impele a comprar libros compulsivamente (para luego leerlos, claro) o seguir llenando los ocho gigas de memoria del e-book con el que me homenajeé a mi misma en agosto para compensarme la frustración del viaje a París. No es lo mismo pero también puedo esforzarme en limitar mis ansias lectoras en literatura de ficción a lo que pueda adquirirse para el e-book y seguir alimentando mi vicio con libros especializados, de consulta, manuales o los que merezca la pena tener físicamente. El tacto, la sensación de pasar página, el color de cada fondo, la encuadernación (o en algunos casos desencuadernación)... hacen de cada libro un mundo diferente, no solo en contenido sino en forma y sensaciones visuales, táctiles e incluso auditivas (el sonido del papel, el ruido al caerse cuando te quedas dormida...) y olfativas (el olor a nuevo, a viejo o a tinta). Me falta el gusto pero es que cuando era pequeña me regañaron mucho por masticar papel y no he vuelto a repetir la experiencia. En fin, que ya veré, me imagino que seguiré invirtiendo en libros, lo que me supondrá también gastar en estanterías nuevas.
1 comentario:
Daniel es un apasionado de los libros (es lo que tiene tener una madre que también los devoraba, aunque ahora ya no tanto...).
El último se lo ha regalado su abuela y se llama: "La gran sorpresa de Goby", todas las noches coge el libro de su mesilla y te dice que se lo leas, cuando terminas de hacerlo mete el cuento debajo de su almuhada y a dormir, y así todas las noches.
También es muy divertido verle "leyendo", coge un cuento lo abre y mientras pasa las páginas se va inventando el cuento.
Yo también soy una forofa del libro tradicional, aunque no sé si me resistiré a los e-books.
Un besito
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