Justo bajo el cartel de "con la iglesia hemos dado, Sancho" de la ruta literaria que jalona las calles de El Toboso con frases del Quijote hay una puertecita de dos hojas pintada de azul que sirve a la vez de puerta de entrada, ventana y escaparate de la pequeña barbería que todavía existe en el pueblo. Llevaba muchísimo tiempo queriendo fotografiar la barbería de Manolo pero o la encontraba cerrada o pillaba al dueño ocupado en el oficio y me daba corte interrumpir, pero un día pasaba junto a la puerta y mirando dentro aprecié la total ausencia no solo de clientes sino hasta del propio titular del negocio, así que me asomé por el cristal para ver si podía hacer alguna foto, momento en el que oí a mis espaldas una voz que me animaba a entrar. Me giré con la cara enrojecida por haber sido sorprendida en tan flagrante acto de cotilleo pero no necesité terminar la excusa que comencé a tartamudear. Era el propio Manolo que o se marchaba o acababa de llegar pero que salía de su pequeño cochecito de los de "no es necesario carnet" y que me invitó a entrar en el local autorizándome tras la necesaria venia a realizar cuantas fotos quisiera, cosa que, todavía azorada, comencé a hacer. Podéis verlas pinchando en la foto de arriba.
Manolo me contó que era la tercera generación de barberos pero que con él se extinguiría el negocio. Presumió de haber sido entrevistado incluso para un periódico y haber salido en la tele ya que no sólo a mi había llamado la atención su local.
Agradecí a Manolo su deferencia y acordándome de la aventura del tocador de señoras me fui casi nostálgica pensando que, pese a que al local le haría falta una buena reforma, eso significaría que ya no sería el mismo y que había sido testigo de algo que resulta ya casi único, de una forma de trabajar que en unos años dejará de existir.
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