Ayer, con aquello de reabrir este blog y repasar alguno de sus apartados, recabé en el de "bonitos palabros" y me acordé de una palabra que me resucitó el notario de Puebla hace cosa de un año y cuyo recuerdo también está más fresco por encontrarme estos días leyendo "El cementerio de Praga" de Umberto Eco.
Un amigo mío que tenía escrituraciones pendientes me preguntó cuándo venía el Notario a Quero y, teniendo por ocupación "desocupada", quedé en pasarme por el Ayuntamiento para ver qué fechas tenía a bien atender tan ilustre señor a nuestra modesta ciudadanía, con tal tino que la casualidad quiso que precisamente esa mañana se encontrara Don Rafael en Quero y que, tras aclarar qué días tenía intención de volver y facilitarme una tarjeta para que mi amigo contactara con la Notaría, entabláramos conversación sobre asuntos varios entre los que, como no podía ser de otro modo (sobre todo en mi caso), se encontraba la mala situación para la profesión (bastante peor para la mía que para la suya, colijo).
No recuerdo por qué ni cómo acabé recordando a un señor fallecido hace años que desempeñó su labor en Villafranca y que generaba cuadernos particionales con una meticulosidad digna de encomio; y sobre todo me acordé de un documento de trabajada factura que aparentaba ser escritura con tantísima fiabilidad que, entregándomelo un antiguo cliente con el encargo de llevarlo al Registro de la Propiedad para inscribir la compra de una de las fincas a que se refería, no solo lo tomé sin más por fiable cuaderno particional y lo llevé al Registro sino que el propio oficial del referido organismo púsole casillero para realizar la inscripción y sólo al repasarlo pormenorizadamente pudo percatarse de no ser documento notarial sino privado ya que no era encabezado por notario alguno sino por ciudadano de a pie que carecía de la condición de tal.
Al acabar mi anécdota el Notario con el que hablaba cabeceó apesadumbrado lamentando que todavía quedara mucho "zurupeto" suelto. Me quedé un momento callada pensando que se refería al documento y no resultándome la palabra familiar en modo alguno para designar ese tipo de papeles ni para ninguna otra cosa, pero como seguimos el curso de la conversación por otros derroteros me olvidé de la palabra hasta pasados unos días que la busqué y constaté que el Notario no se refería al documento en sí sino a la persona que sin serlo se atribuía la condición notarial y redactaba documentos como si tal cosa cobrando además por ello (me imagino que por debajo de los aranceles notariales lo que favorecía la afluencia de clientes).
Según el diccionario de la RAE un zurupeto es un intruso en la profesión notarial o un corredor de bolsa no matriculado. Me imagino que también se podría aplicar a la mayoría de los "corredores de fincas" que pululan por nuestros pueblos o a todos esos que engrosan sus curricula con titulaciones y capacidades de las que carecen y con las que además pretenden lucrarse, sobre todo en política (lo que debiera dar actualidad a esta palabra quasi-extinta), pero eso no lo dice el diccionario.
Por cierto, que la relación de la palabra con "El cementerio de Praga" viene por la "profesión" que "detenta" el protagonista del libro, si bien Simonini, que así se llama el personaje, da una vuelta de tuerca a la ocupación de falso notario añadiéndole una, llamemosla, capacidad creativa o de invención, ya que los documentos que redacta no son ni siquiera verdaderos.
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