lunes, febrero 02, 2015

Lectura para despacio: "El cementerio de Praga" de Umberto Eco.

Por fin pude con "El cementerio de Praga". La primera edición se publicó en noviembre de 2010 y yo compré el libro el día de San Antón de 2011 por 23 eurazos y 90 céntimos pero lo había empezado y dejado dos veces, así que hasta principios de este año dormía el sueño de los justos en el fondo de "pendientes" de la mesita de noche sin que recordara por qué lo tenía abandonado hasta que abrí de nuevo sus páginas y decidí ponerme con él en serio.
No es fácil de leer. Bueno, aunque al principio es un poco lioso, no es tan difícil si se lee de corrido y sin pararse a averiguar quién es quién. Pero como una lectura así no es santo de mi devoción, pues eso... que hay que proceder con él despacito y por lo menos con la wikipedia y un diccionario de francés abiertos. Y si sois de notas y subrayados, pues a trabajar con él se ha dicho. Total, el propio protagonista tampoco tiene claro quién es, así que porque no lo averigüemos nosotros tampoco va a pasar nada.
El libro comienza en marzo de 1897 en París, aunque retrocede al pasado como quien se mira en un espejo cada cinco minutos. Acompañamos al primer narrador desde la place Maubert hasta una "Brocantage de Qualité" en el impasse Maubert, antes cul-de-sac d'Amboise (¿veis la necesidad del diccionario?) para observar escribiendo al que será uno de nuestros conductores por la época y argumento del libro, Simonini, falso notario falsificador de documentos inexistentes, que se describe a sí mismo por sus odios a todo lo que se menea, principalmente a los judíos y a las mujeres. Este personaje, a su vez se desdobla en un tercer narrador, el Abate Dalla Piccola, de forma que ni él mismo sabe si el otro existe o es que se ha vuelto loco porque ambos se turnan para escribir una especie de diario que constituye, junto a algunos capítulos del primero de los narradores, el grueso del libro: las andanzas de Simonini/Dalla Piccola por la época, liándola parda.
Entre los tres nos llevan por un sórdido mundo de carbonarios, masones, jesuítas, espías y contraespías, abates (reales y/o imaginarios) de ninguna moralidad, escritores y políticos sobornables... que contribuyen a ir creando poco a poco una especie de leyenda sobre unos supuestos hechos presuntamente ocurridos en el cementerio de Praga, que por cierto describe maravillosamente.
El protagonista del libro resulta odioso, un personaje desagradable que no pretende en modo alguno caer simpático. Desprecia a todas las personas con las que se va encontrando, comete falsedades, delitos (incluso asesinatos) de los que sale airoso y cada vez más rico. El único placer que se concede a sí mismo es la buena mesa y, para los amantes de la cocina, sobre todo francesa, el libro puede ser también un pequeño recetario de platos para finos paladares.
Todos los personajes del libro parecen ser antisemitas militantes (además de anti-otra cualquier cosa o doctrina, antimasones, antijesuitas...) y aprovechan y fomentan el odio a los judíos para su propio beneficio mientras Simonini cobra sus honorarios al servicio del mejor postor.
Casi todos los nombres que aparecen en la obra han existido históricamente y, lo que es peor, manteniendo las aberraciones que en el libro se les atribuyen.
Simonini comienza ganándose el sustento falsificando documentos, pero es no meramente un falsificador de documentos auténticos sino un creador de documentos falsos que hacen presuponer hechos que no habiendo ocurrido sean creíbles y faciliten a quien los encarga algún tipo de beneficio (una herencia, una prueba en un juzgado...) y cada vez va aceptando encargos más complicados y obteniendo beneficios más pingües tomando contacto con los personajes más indeseables que imaginarse pueda y que pagan por sus servicios con generosidad a la vez que le hacen asumir más y más riesgos y acumular cada vez más muertos en las cloacas que pasan bajo su casa.
Simonini va relatando su participación en complots y acontecimientos de la época, con su nombre o con el de la persona en la que se desdobla, ya que ni él mismo, al escribir su doble diario (que parece que le recomienda escribir el propio Sigmund Freud) sabe quién es realmente a fuerza de disfraces y ocultaciones.
A lo largo de su periplo existencial Simonini va haciendo y rehaciendo su obra cumbre en materia de, llamemoslas, falsificaciones creativas: "los protocolos de los sabios de Sión" en los que describe el supuesto encuentro de los patriarcas judíos con la finalidad de acordar su estrategia para dominar el mundo. Los distintos "borradores" del encuentro van siendo adquiridos o utilizados para finalidades nada altruistas y el documento se va haciendo cada vez más famoso.
A la vez que oficia de falsificador, Simonini actúa como espía, de unos y otros, incluso a la vez, adoptando diversas personalidades y defendiendo una cosa y su contraria, que no me extraña que deba escribir un diario para aclararse qué ha hecho. Traiciona, se vende, vende amigos, organiza complots, contrata acciones terroristas, asesina, reniega de lo que ha dicho el día antes... En fin, un joyita de persona al que resulta imposible verle una parte positiva por ningún sitio.
El libro, como decía al principio, no es de lectura ligera. Pero ¿quién ha dicho que Umberto Eco sea para lecturas rápidas? Lo he pasado muy bien leyéndolo y he aprendido un montón de la época pero queda un regusto muy muy amargo al ir reconociendo actuaciones que resultan familiares en cualquier tiempo, incluso en nuestros días, manejos de los poderosos para disfrazar la realidad y conseguir sus propios fines, abusos y traiciones a cualquier nivel... En fin, que el libro no pasa sin pena ni gloria. Que mientras se lee y días después da que pensar y meditar.

No hay comentarios: