miércoles, marzo 25, 2015

A qué esperan los monos... de Yasmina Khadra.

Había comenzado a leer "El Jilguero" de Donna Tartt y no se si es que había llegado a la página en que, según las estadísticas de Amazon, todo el mundo suspende la lectura, o que mirar hacia la página 1.152 en la que acaba, me hacía pensar que el mortal aburrimiento que me estaba provocando seguir el día a día del adolescente traumatizado que lo protagoniza, podría durar hasta el final, pero el caso es que agarré con ganas el libro que ahora comento que me había prestado mi amigo Pedro. Y no lo he podido soltar hasta que lo he acabado.
Me ha gustado mucho "A qué esperan los monos...", el segundo libro de Yasmina Khadra que me leo este año y último publicado por este autor; una "novelaza" negra "de la leche" (perdoneseme la expresión).
Tal vez el hecho de que la literatura negra, policial o de thriller lleve varios años de moda y que cualquiera que tenga ordenador o boli se haya apuntado al carro de escribir algo con esa etiqueta, tal vez, digo, se han publicado tantas de dudosa calidad que entre el bosque se han perdido algunos buenos árboles. 
Pero éste no se me ha pasado. Y mira por dónde que la última novela de Khadra comienza precisamente en un bosque, con las dos páginas y cinco líneas mejores que había leído en mucho tiempo; un travelling que comienza "una mañana espléndida que solo existe para sí misma como un ruiseñor que canta en un mundo de sordos", internándonos por un idílico bosque para acabar descubriéndonos la tragedia que da comienzo a la historia:  la aparición del cadáver de una bella joven con un pecho arrancado.
De la investigación de la muerte se encarga Nora Bilal, una comisaria, policía por vocación y lesbiana (¡en Argelia!), que dirige una unidad "en parte formada por obsesos sexuales y por desquiciados" en un país donde "el machismo es tan duro como un caparazón y tan apretado como una camisa de fuerza", y la comisaria es aparentemente la protagonista de la historia, aunque a la postre la novela tiene algo de coral.
Khadra, con la excusa de la investigación que la cabezonería de la comisara lleva a trancas y barrancas, evitando todos los palos que le van poniendo en las ruedas, nos lleva por ambientes cada vez más sórdidos y peligrosos, mostrándonos a personajes más siniestros y corruptos, subiéndonos a los palacios y bajándonos a las cabañas, para llegar a convencernos de que no vamos a encontrar en la historia mucha gente con conciencia ni principios. Todo el mundo parece agachar la cabeza delante de alguien mientras pisotea sin piedad a quien tiene debajo. Policías que pasan información por dinero, compañeros que se desprecian y no dudan en traicionarse, periodistas al servicio del poder, escritores mediocres que se dedican a criticar a quienes tienen talento y, en la pirámide, el rboba Haj Jamerlaine, "tan viejo como es el vicio" pero aparentemente intocable. Nadie parece honrado, salvo la comisaria y otro par de personajes. Nadie parece tener la suficiente dignidad para no dejarse pisar y enfrentarse a quienes están acostumbrados a ser obedecidos y a que se les rinda pleitesía.
No os puedo adelantar mucho más porque la trama avanza en una errática investigación que parece poco eficaz pero que va resultando cada vez más difícil y peligrosa y sembrando la novela de cadáveres. Se van cerrando todas las vías y todas las puertas pero, en un momento dado, la historia se acelera y avanzamos por un carrusel de asesinatos, muertes inexplicables, acusaciones de insidias políticas... que nos va llevando a un final que desde luego no esperaríamos en un película americana.
La crítica social, política, literaria e incluso emocional de Khadra no deja títere con cabeza. Sus párrafos para describir a alguno de los personajes son de una fuerza expresiva apabullante, incluso cuando son los personajes quienes se describen a sí mismos ("soy un corrupto, un golfo, un perro, todo lo que quieras" o "tengo un imperio que defender, alianzas que consolidar, un harén de putas que mantener y un montón de corruptos que sobornar"). 
Y la cosa no parece tener remedio. Todos parecen conformarse y exigir conformidad con el estado de la situación en la que se mueven ("el mundo es así. el oro no se oxida, la basura no se purifica con el tiempo y si Dios no mueve un dedo para placar las mentes, sus razones tendrá").
Las metáforas y las comparaciones que utiliza Khadra me siguen resultando sorprendentes y su elegancia en el insulto y el desprecio fuera de toda duda. Sus descripciones son breves pero es capaz de presentarnos a un personaje con pocas palabras pero describiéndonos su apariencia física y su catadura moral en una sola frase absolutamente genial. En cuanto a la parte más política o de crítica social está claro que conoce su país como la palma de su mano y pese a lo dura de su crítica podemos apreciar cuánto lo quiere y lo orgulloso que está de sus compatriotas, aunque le duelan el inmovilismo y el miedo a tomar las riendas de sus propias vidas.
P.D. El libro toma su título de una frase más larga que aparece en el relato y que no se os debe olvidar en la página final de la novela.

No hay comentarios: