Este libro no es una novela sino un relato del año y medio que la autora pasó en los Estados Unidos. Marcella Olschki sólo escribió dos libros, éste y otro titulado "Una postal de 1939", por eso tal vez no me sonaba de nada pero ahí está la Editorial Periférica que publica libros originales de escritores/as poco conocidos/as para que podamos conocer otros puntos de vista y otras formas de escribir.
La autora siente la necesidad de contar lo que fue su vida en América en los años 1946 y 1947 y comienza a escribir, para acabar con los apuntes en la papelera, hasta que encuentra las cartas que mandaba a su familia en aquella época y comienza un relato aparentemente más fiable dado que según va releyendo las cartas va recordando los hechos, aunque, como han pasado muchos años, a mi me da la impresión que no repasa los episodios más desagradables de su estancia ya que al fin y al cabo se apoya en cartas y pese a considerarlas como su vida contada casi minuto a minuto, "imágenes inmediatas, relatos, comentarios, encuentros, personajes grandes y pequeños, desesperaciones, nostalgias, ilusiones y desilusiones", y esperanzas y no "recuerdos desvaídos en el tiempo", doy por sentado que no contaba todo a su familia ya que lo normal es ocultar lo malo que sucede para no preocuparles. Vamos yo sería lo que haría. Por eso, más que experiencias reales buenas y malas, parece que contara unas vacaciones, un año sabático o su experiencia Erasmus.
Marcella viaja a Estados Unidos tras el final de la Segunda Guerra Mundial para reunirse con su marido, un comandante del ejército americano con el que contrajo matrimonio en Italia durante la contienda. Era médico, titulado en Harvard y lo describe como inteligente y simpático y con el que se entendía de maravilla sin aparentes distancias culturales entre ellos. El viaje en el Vulcania como esposa de guerra se produce tras meses de espera en los que la protagonista trabaja en la radio y prepara su tesis doctoral. En el barco se desplazan 560 mujeres y el relato no deja muy bien a las mujeres que la acompañan a las que se refiere como energúmenas, monstruos, palurdas y cosas peores por las relaciones de algunas con miembros de la tripulación.
Cuando llega a Nueva York le parece un "enorme e impenetrable cementerio" pero la sorpresa mayor fue comprobar que el hombre con el que se había casado había cambiado totalmente y ella no parecía encajar en los nuevos planes que la influencia del psicoanálisis le había hecho emprender a su marido, así que debe iniciar una vida en soledad al principio bastante afectada por el abandono y sin poder divorciarse ya que siempre tiene claro que debe llevar a cabo el proceso por una causa que pueda luego ser admitida como causa de nulidad matrimonial en su Italia natal.
Vive en varios sitios y con varias personas siguiendo la idea que para tener opciones laborales y de futuro lo que necesita es una "buena dirección" en Manhattan aunque la habitación sea "fea y miserable".
Marcella critica a los italianos que viven en América, no se siente identificada en modo alguno con ellos y parece sentirse muy superior, una característica de la autora cuyo elitismo parece muy patente. Le gustan ciertas cosas de los americanos pero en el fondo también desprecia su superficialidad y siempre se coloca en una altura intelectual superior. No le gusta que al decir que es italiana la comparasen con sus compatriotas de América pero es que ella no parece en modo alguno una italiana media, ni de Italia ni de América. Sin embargo, pese a su forma de pensar y a que desciende de judíos, no comprende la discriminación de las personas negras y como le gusta mucho el jazz intenta tomar contacto con ese mundo lo que escandaliza a sus amistades blancas. Poco a poco se va integrando en la vida americana y comienza a disfrutar de su estancia en América.
Escribe desde la distancia temporal y cuenta sus visitas a restaurantes, a tiendas, le extraña la forma en que los americanos celebran la Navidad (tan parecida a como hemos acabado haciendo en todo occidente) y ,dado que domina varios idiomas, tiene una cultura muy superior a la media, una gran belleza y mucho estilo, pronto colabora en emisoras de radio y encuentra trabajo comenzando a influir en las creaciones de la tienda de ropa en la que trabaja con diseños propios y utilizando su propia ropa para tomar ideas y confeccionar modelos que luego acabarían llevando Jackeline Kennedy y otras mujeres famosas.
Una vez que Marcella encuentra el abogado que sepa cómo proceder a su divorcio viaja a Reno para ello y pese a que en el fondo sabe que tiene que volver a casa quiere disfrutar al máximo de sus últimos meses en América fundiéndose el dinero que su marido le ha dado en compensación por el divorcio (según ella menos de lo que quería reclamar el abogado porque ella no quería abusar y en el fondo sabe que no es la misma persona con la que se casó). Viaja por California y conoce Hawai aportando una visión en la que parece que no se mezcla con el ambiente sino que sobrevuela u observa de manera distante qué pasa como sabiendo que va a marcharse. Y aunque se comporta como un turista los critica de manera descarnada. Y eso que entonces no debía haber muchos. Además es consciente de tomarse la vida poco en serio y lo achaca a su juventud de entonces.
Si no supiera que lo que cuenta el libro es autobiográfico no me parecería un relato creíble en algunos puntos pero es que realmente la autora era así de mona, tenía cultura, hablaba varios idiomas y su experiencia en América se hace más creíble. Marcella Olschki nació en Florencia en 1921 falleciendo en la misma localidad en 2001. Era hija de Leo S. Olschki nacido en un territorio polaco de Prusia descendiente de una familia de tipógrafos judíos y fundador de una editorial famosa. Todo eso se refleja en el cosmopolitismo de nuestra protagonista que siempre se siente por encima de los demás simplemente porque lo está y por eso no parece ofender a nadie. Tal vez porque sólo reflejaba sus opiniones en las cartas que manda a su casa o cuando coincide con unos primos en Estados Unidos y luego en el libro. Si hubiera expresado estas opiniones en su momento posiblemente no habría caído tan simpática.
El libro está entretenido y muy bien escrito y como documento para describir determinados ambientes en la época que relata no tiene precio.
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