La ermita de la Virgen de la Soledad, o simplemente "La Soledad" como la conocemos, es tan pequeñita que la tenemos casi olvidada aunque quienes pasamos casi a diario por la puerta seguimos teniendo la costumbre de hacer la señal de la cruz cuando pasamos por delante, a veces casi de manera inconsciente.
Yo la tengo asociada a "Las Cruces" que se rezaban en ella y al sonido de la campanilla girando llamando a su rezo al que me llevaba mi abuela Amparo desde que tengo recuerdo; que, en cuanto pude aguantar de rodillas en un reclinatorio, me subía orgullosa a uno para demostrar que su nieta sabía rezarlas todas.
Yo, aunque llegué a aprenderme las catorce (ahora sólo me se entera la primera), temblaba como un flan porque mi abuela no me avisaba y además no era ella quien tomaba la decisión de que fuera "la chica" la que rezara alguna estación ni cuál iba a ser, así que estaba todos los días en ascuas.
El jueves saqué la cámara para hacer unas fotos y mi prima Begoña que estaba barriendo la puerta de la calle me preguntó que si quería que me abriera, así que le contesté que sí y aproveché la ocasión para entrar en La Soledad, donde además de la Virgen ahora se guarda el Santo Sepulcro e hice las fotos que podéis ver pinchando en la ventanita por donde echábamos las pesetas pidiendo a la virgen algún favorcillo.
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