Aquí en esta casa, en el tramo final en cuesta de la calle Cristóbal Cárceles, pero con la entrada por lo que ahora es la calle Ayuso (lo que todavía se conoce por la calle la Rana), estaba la tienda de Esperanza, donde primero iba con mi madre, y luego me dejaban ir sola, y en la que lo que más me llamaba la atención era un loro pequeñito que tenían ya que yo nunca había visto uno antes. Cuando murió lo acabaron disecando.
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