miércoles, mayo 04, 2016

Séptimo libro 2016: "Ánima", de Wajdi Mouawad.

Tal vez me llamó la atención la portada pero el caso es que, en contra de lo que suelo hacer, leí algunas críticas del libro (sobre todo porque el autor no me sonaba de nada) y lo ponían por las nubes: que si era un libro excelente, que si tenía una ingeniosa estructura, que no dejaba indiferente a nadie... Pues eso, que comencé su lectura pese a que también leí que el autor había tardado diez años en escribirlo, que no se cómo no se me vino a la cabeza Donna Tartt para evitar darme otro disgusto con otro libro de tantísimo tiempo de gestación.
Pese a los elogios de la crítica, sorry mucho pero las primeras tres cuartas partes me aburrieron lo indecible, que acabé de animalejos describiendo lo que hace el protagonista hasta el gorro. Y es que la supuesta originalidad del libro radica en que la acción la cuentan diferentes animales de tierra, agua y aire. Los capítulos, a veces incluso los párrafos, aparecen encabezados por el nombre en latín del bicho que relata la acción de la novela. Un pez, algún pájaro, muchos perros, incluso arañas, nos van contando qué hace Wahhch Debch, que por cierto, con ese nombre tan raro que sufre, no se le había ocurrido hasta casi el final del libro averiguar su significado.
El autor parece querer hacernos creer que es el cerebro del animal quien realmente describe qué ocurre mediante el subterfugio de evitar utilizar nombres comunes de los objetos, de forma que no dicen "cigarro" y les hace decir que el hombre se introduce un cilindro de papel en la boca, como si fuera normal que una araña no supiera lo que es un cigarrillo pero tuviera claro lo que es un cilindro y lo que es el papel.
La novela empieza con el descubrimiento por parte del protagonista del cadáver de su esposa, que ha sido brutalmente asesinada junto con el bebé que espera y además el asesino ha eyaculado en las heridas. Wahhch se siente en la obligación de buscar al asesino, que todo el mundo sabe quién es ya que tienen su ADN pero que nadie parece querer atrapar. Pero su idea no es buscarlo para vengar la muerte de su esposa sino verle la cara para convencerse que no ha sido el propio protagonista quien ha causado la muerte.
Como la policía no le ayuda mucho, Wahhch emprende un viaje que lo lleva por Canadá y Estados Unidos, principalmente por una reserva india, unas veces persiguiendo al asesino y otras huyendo porque el perseguido es él, mientras los caballos, perros y demás animales siguen describiendo su periplo sin que nos aclaremos mucho qué le pasa pero viviendo episodios violentos de los que es víctima o verdugo y sin que ni su padre adoptivo, que supuestamente lo salvó de morir, ni el coroner que lleva a cabo la investigación le ayuden mucho en sus pesquisas.
En un momento dado le salva la vida una especie de perro-lobo y dejamos al resto de los animales para que sea éste quien no solo nos cuente qué va pasando sino que también nos endose su propia peripecia vital de animal maltratado.
El caso es que cuando ya estaba a punto de mandar al perro, al dueño y al libro entero a hacer puñetas, el protagonista ve una foto de la masacre de Sabra y Chatila y la trama da un giro glorioso que hace que podamos terminar la novela y comprendamos de alguna forma las razones de tanta violencia y algo del comportamiento del actor principal pero, vamos, que llegué al final del libro porque tengo que terminar los que empiezo, que si no lo habría dejado antes de acabar su relato cualquier animalito de los que pululan por sus páginas.

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