Un libro amable, con mucho humor y un punto ácido de
crítica que lo hace muy entretenido.
La historia comienza con la Queen por excelencia en un
banquete oficial en Windsor poniendo en un brete al presidente de Francia al
preguntarle si el escritor francés Jean Genet, homosexual y presidiario, era
tan malo como lo pintan o tan bueno y entonces nos retrotraen al momento justo
en que Her Majesty comienza su pasión por la lectura.
"Fue por culpa de los perros. Eran unos esnobs y,
de ordinario, después de haber estado en el jardín subían los escalones
delanteros, donde un lacayo les abría la puerta.
Pero aquel día, por algún motivo, pasaron como una
exhalación por la terraza, ladrando como locos, bajarosn otra vez los escalones
y rodearon el extremo de la terraza, a lo largo del costado de la casa, donde
ella les oyó ladrar a algo en uno de los patios.
Era la biblioteca ambulante del municipio de
Westmisnter".
Cuando a la vez que sus corgis la reina descubre el
bibliobús en el que únicamente encuentra al conductor-bibliotecario y a un
lavaplatos de su propia cocina, pide prestado un libro un poco por cubrir
expediente, eligiendo el primero el nombre de cuya autora le resulta familiar
por haberla nombrado Dame en el pasado. Pese a encontrar un poco seca a la
autora, siguiendo la filosofía en la que la educaron ("libros, pan y
mantequilla, puré de patatas: no hay que dejar nada en el plato"), lo lee
hasta el final y acaba pronto el repaso de su agenda el siguiente miércoles para
devolver el libro y, siguiendo el consejo de Norman, su lavaplatos, coger
otro.
Comienza así un encantadora relación entre Norman y la
reina que convierte a la soberana en una lectora voraz, sobre todo cuando se
descubre propietaria de las mejores bibliotecas. La Queen llega a aparcar
algunas de sus obligaciones, falta a la británica puntualidad o finge un
constipado para seguir leyendo, en anárquica selección primero y más selectiva
después trasladándonos sus pensamientos, sus opiniones y sus reflexiones según va leyendo.
El comportamiento de la reina resulta raro en la corte
y comienzan a pensar que podría estar senil o padecer algún tipo de demencia
cuando la soberana está más lúcida que nunca y descubriendo un mundo con la
lectura y una apertura de mente como nunca le habían permitido tener.
Acompañamos a una reina muy humana con una forma de
hablar en plural mayestático que da un toque de humor al relato, sus
conversaciones con su marido, con Norman, con gente de la corte, sus
comentarios sobre la gente que conoció, sus ideas sobre el poder o su discurso
ante el Consejo de la Corona son de una lectura muy amena. Vamos viendo la
evolución del pensamiento real desde un pensar y comportarse como se supone que
tiene que hacerlo hasta conseguir una voz y un pensamiento más propio y libre
demostrando el gran poder de la lectura y el impacto revolucionario que puede
tener incluso en una persona a quien se presupone nada rebelde.
Y la cosa no termina aquí, porque la lectura hace que
la reina conciba la idea de escribir. Pero, quieta, que os cuento el libro
entero.
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