Estaba esperando como agua de mayo el segundo libro de Sophie Hénaff dedicado a la comisaria Anne Capestan y siento decir que me ha decepcionado, no se si por haberme autogenerado demasiadas expectativas o porque realmente es más flojo.
Siguen los mismos protagonistas que en "La Brigada de Ann Capestan", con sus excentricidades, con la incoporación de un personaje nuevo todavía más esperpéntico, Henri Saint Lô, recén salidito del psiquiátrico donde fue ingresado por creerse D'Artagnan. Los mismos personajes pero bastante más aburridos y anodinos, quitando nuestro mosquetero que nos proporciona unas páginas geniales casi al final de la historia en una batalla campal antológica que es lo mejor del libro.
La novela comienza en el piso de la rue Les Innocents supuestamente un mes después de la conclusión exitosa de la primera investigación de la brigada que en lugar de traer gloria a nuestros personajes les proporcionó el odio y la inquina de la mayoría de los compañeros de la policía. La comisaria batalla contra la cabezonería de una impresora que se niega a admitir como nuevo el cartucho que le acaba de poner mientras los demás juegan al billar, ponen el árbol de Navidad y, en resumen, se aburren porque no se les encarga nada nuevo en lo que utilizar sus dotes detectivescas. Por eso, Anne Capestan se sorprende al recibir una llamada de uno de los jefes más jefes para que se incorpore a la escena de un peculiar crimen en el que la placa de la plaza en la que se encuentra el cadáver ha sido sustituida por otra dedicada al difunto con fechas de nacimiento y defunción seguidas del apelativo "comisario de los capullos".
El encargo de colaborar con otras fuerzas policiales es un regalo envenenado porque el cadáver es un antiguo policía y a la sazón el exsuegro de Capestan y en todas las policías deben cocer habas porque colaboración, lo que se dice colaboración, no le ofrencen a la brigada de nuestro libro sino que le pasan informaciones incompletas, le ocultan datos, intentan ningunear a la comisaria y al final Anne y su trouppe deben investigar por libre una intrincada red de corruptelas policiales en la que no acaba de saber si su exmarido, que revolotea a su alrededor queriendo recuperar la relación, es ajeno o partícipe.
Toda una serie de muertes previamente anunciadas obligan a la brigada a multiplicar sus pesquisas a la vez que torean a los demás grupos policiales que creen tener la investigación y su desenlace controlodo cuando no tienen ni idea de por dónde va la cosa. De la solución final de la trama se desprende que la brigada de Anne Capestan va a continuar sin ganarse el aprecio del resto de la policía.
Toda una serie de muertes previamente anunciadas obligan a la brigada a multiplicar sus pesquisas a la vez que torean a los demás grupos policiales que creen tener la investigación y su desenlace controlodo cuando no tienen ni idea de por dónde va la cosa. De la solución final de la trama se desprende que la brigada de Anne Capestan va a continuar sin ganarse el aprecio del resto de la policía.
Esta segunda novela resulta entretenida pero me gustó mucho más la primera que destilaba más humor y ese puntito ácido de crítica social y policial que me la hizo más amena.
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