miércoles, febrero 07, 2018

Tercer libro 2018: "Dispara a la luna", de Reyes Calderón.

Bastante decepcionante esta última aventura de la Jueza Lola MacHor. Y el caso es que lo más decepcionante ha sido la propia protagonista y su intervención quasigrotesca en una historia por otra parte bastante buena a la que no le pegan las apariciones en lo que podría ser un contrapunto humorístico si no fuera por la crudeza de la trama. 
Reyes Calderón podría haber prescindido de su personaje estrella o podría haberla revestido de la dignidad judicial que representa y que no aparece por ningún lado en la novela, pero claro, si prescinde del personaje igual el libro no habría ganado el premio Azorín en 2016, ni por supuesto se hubiera vendido igual.
La novela comienza con Lola MacHor, que en su meteórico ascenso en la carrera judicial ya la tenemos en el Supremo, sorprendida por la policía francesa en medio de la escena de un crimen con los labios recién pintados, un cadáver sobre el que ha vomitado y su amigo Iturri debatiéndose entre la vida y la muerte. Sabemos que ella no ha tenido nada que ver en el acaecimiento de los hechos pero claro la policía no conoce a la jueza y las apariencias son lo que son así que la llevan a la comisaría y comienza su interrogatorio supuestamente en francés del que dice hablar mal pero con unas parrafadas que ponen en duda su afirmación. En principio, sigue las instrucciones de otros policías españoles que han estado en el ajo y trata de no contar nada pero lejos del silencio y el secreto al que una jueza debiera estar acostumbrada se dedica el resto del libro a tomarse copas y tapas con el fiscal, el forense y el investigador del caso contándoles con pelos y señales todo lo que ha ido pasando.
Lola había recibido un Whatsapp por partida triple de su amigo Juan Iturri (que también ascendiendo, ascendiendo, ya está en la Interpol), ocurrencia que tiene en el preciso momento de ser secuestrado por el hermano de un colaborador etarra en venganza por su muerte, aunque el "angelito" se había suicidado en la cárcel. Pese a entretenerse en tan crítico momento en mandar los mensajes a su amiga, en lugar de llamar al teléfono de emergencias, pongamos por caso, la Jueza no pilla la pista de inicio y no acaba de centrar sus pesquisas en el significado de los mensajes hasta bien avanzado el libro con lo que asistimos al angustioso secuetro de Iturri desde su preparación hasta su fin con creciente mosqueo con la protagonista ganando grados de alcohol en sangre y quejándose de lo que le aprieta la faja en lugar de proceder de una manera más coherente y profesional a la búsqueda de su amigo. Que tampoco los secuestradores eran expertos y todo el mundo da por hecho que ETA no era pero ojito hasta que atinan.
La parte de la familia Gortari me ha parecido lo mejor del libro, lo que no deja de tener su aquel ya que son los malos, pero cada vez que aparece la Jueza no resulta ni medio creíble, ni siquiera, o especialmente, cuando aparece en el ejercicio de su cargo pasando un supuesto juicio. Me costó tiempo leerlo porque a ratos me aburría, así que igual por eso me gustó menos.
 

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