Aunque hace poco Libros del Asteroide publicó el libro que reseño con otra portada y titulándolo "Sheila Levine está muerta y vive en Nuea York", en lugar de "ha muerto", ésta era exactamente la portada y el título del libro que me leí en el hospital y que también cogí de una de las librerías del pasillo de la primera planta y que era bastante viejo. Incluso entre sus páginas me encontré una quiniela de la jornada 42 del 15 de junio de 1980 que incluía cuatro partidos de la primera fase de la Eurocopa de ese año, en el segundo de los cuales, por cierto, fue eliminada España por Bélgica 2-1, y el resto de la liga argentina.
El libro, escrito en 1972 (y en algunas partes se le nota, aunque en otras parece terriblemente actual), me gustó mucho, me pareció muy entretenido, con la ironía como principal herramienta y con un humor negro bastante acusado. Y es que tiene bemoles tomarse el proyecto de suicidio en clave de humor que es lo que hace la protagonista de la historia, que escribe una larga, larguísima (todo el libro) carta a su madre con la idea de echarle en cara, como una especie de memorial de agravios, todo lo que, según Sheila, le presionó su forma de ser y que la lleva a buscar su propia muerte. Y es que quiere suicidarse, nada más y nada menos, porque a sus 31 años no ha conseguido casarse, que es lo que su madre pretendía que hiciera desde que Sheila recuerda y que le ha inculcado como proyecto vital propio hasta el punto de condicionar su vida... y su muerte.
La presión de su familia judía y de la época en la que vive hacen que Sheila se sienta fracasada como mujer, ya que por entonces, y a veces todavía hoy lo parece, la función principal y la plena realización de una mujer pasaba sobre todo por el hecho de casarse y tener hijos, con lo que Sheila siente que su vida no tiene sentido pues, aunque parece tener una vida sexual y de relación bastante normal, con fracasos amorosos y novios pelmas entre ellos, el no haber dado el paso del matrimonio la tiene totalmente frustrada.
Dicho así parecería una tragedia pero la forma en que Sheila nos cuenta su vida, o se la cuenta a su madre, resulta tremendamente divertida y el final, que esperamos terrible, no cambia el tono de ese humor que nos acompaña durante todo el libro. Aunque tenga tantos años sigue resultando fresco y muy entretenido, no en vano la autora fue después guionista de televisión de programas en clave de humor como el Show de Carol Burnett, que recordarán sólo los de más experiencia de la vida.
Comparto un sketch.
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