viernes, julio 12, 2019

Decimoquinto libro 2019: "Ellen Foster", de Kaye Gibbons.

Me ha gustado mucho, pese a tratar temas crudísimos.
El relato lo realiza una niña, la Ellen Foster del título, aunque no sepamos cuál es su verdadero apellido, y cuenta las cosas de tal forma que sorprende. 
Aunque tiene sólo once años, el relato no es en modo alguno inocente. La cría demuestra una inteligencia y una madurez impropias de su edad, forzada esta última tal vez por las terribles circunstancias en las que se ha criado y todo lo que ha tenido que soportar, buscando originales formas de capear el temporal, aguantando como una heroína sin apenas despeinarse porque tiene una voluntad de hierro y unas ganas de cambiar su situación y salir adelante que impresionan. Es muy independiente y tiene una idea muy clara de cómo debería funcionar su mundo y el mundo en general, aunque se desenvuelva en otro totalmente diferente y opuesto a lo que ella desea. Se ha criado en medio de la opresión, de los malos tratos, del racismo más odioso, amenazada, víctima de intentos de abuso... y, sin embargo, ha salido como veréis que es si leéis el libro; una niña estupenda y muy original, que se hace un hueco entre la oscuridad que rodea su vida para intentar darle un giro favorable.
A veces el relato se tiñe con pinceladas de humor ácido, casi negro. No en vano comienza el relato con la frase: "Cuando era pequeña pensaba en cómo matar a mi padre". Pero en general Ellen trata de ser... positiva no, lo siguiente, en un ambiente poco propenso al positivismo, en una zona límite entre el barrio negro de la ciudad y otro de blancos tan pobres o más que los negros pero influenciados por el segregacionismo imperante que dificulta las relaciones de la propia Ellen con su mejor amiga, que da la casualidad que es negra.
Cuando comienza el libro, Ellen vive en una casa de acogida, o eso parece, y está por primera vez en su corta vida contenta con la familia que le ha tocado en suerte que le permite vivir de forma que a ella le resulta extraordinaria y que no deja de ser la que debiera tener una niña de su edad, con comida suficiente, sin miedo, arropada por el cariño de las personas con la que vive y con algún que otro entretenimiento.
Pero es que, claro está, la vida que ha llevado Ellen dista muchísimo de la de debiera llevar una cría de su edad y según avanzamos las páginas seguimos los recuerdos de Ellen aterrorizándonos a cada paso temiendo que se materialicen sobre ella las amenazas que la rodean, un padre borracho con pretensiones afectivas respecto a ella incompatibles con una paternidad responsable e incluso con el Código Penal, una madre depresiva que fallece en circunstancias digamos que preocupantes, un barrio peligroso, una tía que más parece la madrastra de Cenicienta, aunque sólo tenga una hija, igual de odiosa que las del cuento... Pero debéis leerlo porque además de lo que Ellen cuenta importa mucho en el libro la forma en que lo hace, el desparpajo con el que relata su trayectoria vital, sus ideas positivas, sus ganas de dejarse querer y demostrar su afecto... y todo ello con una inteligencia especial y unas ganas de vivir que animan a cualquiera. Merece la pena.

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