Tenía largo tiempo aplazada la lectura de algún título de la serie del psicólogo Sebastian Bergman que escriben a cuatro manos dos autores suecos de apellidos impronunciables que tengo grandes problemas para recordar.
Me encontré éste en el Carrefour por el módico precio de 9,95€ y me dije: "poco puede ser; si no me gusta, la inversión no habrá sido ruinosa". Y lo compré.
El comienzo de la novela me hizo pensar que ruinosa no, pero nefasta sí me parecía la compra porque comenzó gustándome poquísimo y la sensación se vio acrecentada porque lo leía terriblemente despacio, con lo que conseguía que me aburriera aún más, como me pasa cada vez que leo un libro "de a poquitos".
Pensé en llevármelo a las vacaciones, pero no era cuestión de amargarme la primera vez que salía de viaje en diez años con una lectura que no me acababa de convencer, así que me llevé otro, que por cierto no he abierto, registrando la semana de los Pirineos como la primera en mucho tiempo que dejo de leer casi absolutamente, limitando mis lecturas a los textos de las tablillas indicadoras de los senderos y los menús de la comida. Y sin sensación alguna de culpa, que es lo raro.
Pues eso, que el libro comienza, como casi todas la novelas negras, policíacas o de detectives, con un muerto, cuyo cadáver está arrojando a un lago alguien que afirma no ser un asesino, razonándoselo a sí mismo mientras intenta hacer desaparecer el cuerpo de un adolescente de dieciséis años. Dos páginas después la madre del crío llama a la policía para denunciar que su hijo desapareció hace veintidós horas y no sabe nada de él. Como el que coge el teléfono sale de guardia y viene el fin de semana, la policía tampoco se moviliza a la velocidad del rayo, que creía yo que para eso Suecia funcionaría mejor. Total que cuando empiezan a investigar no es que haya mucho que hacer porque además se ocupa del asunto el teniente Haraldsson, el policía más incompetente y gafe de la comisaría de Västeräs, que es donde ocurren los hechos, y que en esos días está más preocupado por intentar cumplir con su esposa que quiere que tengan un hijo.
Comienza la búsqueda del chico con ayuda incluso de unos boy scouts que se dan de bruces con el cadáver llevándose el susto de su vida pues aparece brutalmente apuñalado y habiéndole sido arrancado el corazón. La prensa cae sobre el asunto como si no hubiera un mañana y Kerstin Hanser, la jefa de la comisaría a la que Haraldsson odia por encima de todo porque se cree merecedor de su puesto, se ve obligada a pedir ayuda a la Unidad de Homicidios al mando de Torkel Höglund para quien trabajan Ursula, Vanjia y Billy.
Por esa casual casualidad que tanto odio en la novela policíaca, se encuentra en la misma población Sebastian Bergman, super psicólogo de super prestigio, experto en asesinos en serie, adicto al sexo y seductor irresistible, pese a su nada atractivo físico.Y que, por otra casual casualidad, no solo conoce al jefe de la Unidad de Homicidios sino que en el pasado tuvo algo más que palabras con Ursula, que tiene en la actualidad algo más que palabras con su jefe (que no se cómo les da tiempo a investigar con tanto sexo y problemas personales de por medio).
Además, como la mayoría de los protagonistas nórdicos de novela negra, Sebastian soporta una trágica tragedia sobre sus hombros que le impide dormir sin sufrir un sueño recurrente y terrible en el que rememora aquellos horribles sucesos. ¡¡¡¿Es que no puede haber protagonistas menos trágicos?!!!
Como si fuera poco, Bergman, que no se hablaba con sus padres desde la intemerata, viene a poner en venta la casa familiar tras la muerte de su madre, con la que se llevaba mal, tirando a peor y encuentra una carta que pone su vida personal todavía peor que la tiene.
Comoquiera que la serie de novelas se apoya principalmente en nuestro atribulado psicólogo, Sebastian se las arregla para meterse en el caso con la poco desinteresada intención de conseguir la dirección de la mujer que aparece en la carta que su madre le había ocultado. No obstante, pese a que ninguno de los miembros de la investigación lo soporta, consigue que Torkel le contrate como asesor y les seguimos a todos dando tumbos de sospechoso en sospechoso, y acostándose Bergman con cada mujer relacionada con los hechos que se encuentra (sin que por eso lo despidan ni se contaminen las pesquisas, ya ves) hasta que consiguen medio encauzar la investigación y enderezar la novela llevándola a tener un progresivo interés que convierte su última parte casi en adictiva, hasta el sorpresivo giro final de la trama que, a mi entender, estropea en las últimas páginas. Pero, claro, hay que seguir con la serie y dejar flecos pendientes en la vida personal del prota.
Nota: Que no se yo por qué leyendo el libro me imaginaba Västeräs como una población chiquitita y aislada cuando es la quinta ciudad más grande de Suecia, con más de 120.000 habitantes. Y, por cierto, el lago es hermosísimo.