miércoles, enero 01, 2020

El primero del 2020: "La red púrpura", de Carmen Mola.

Primer día del año, primer libro. Que como podéis imaginar no es que lo haya empezado hoy y lo haya terminado el mismo día, no. Leo deprisa pero no tanto. Aunque tampoco me ha durado mucho la segunda novela de Carmen Mola (o como quiera que se llame de verdad quien la ha escrito). Es, como "La novia gitana", bastante adictiva y se lee rapidito. Que quería algo más entretenido que el anterior. Que con poco.
"La red púrpura" es la segunda entrega de novelas protagonizadas por la Inspectora Elena Blanco, al mando de la BAC (Brigada de Análisis de Casos) de la Policía Nacional, que aunque es una obra que puede leerse sin haberse leído la primera, desarrolla una trama que tiene mucho que ver ella, pues la desaparición del hijo de la Inspectora hace años, que marca su carácter y sobrevuela "la novia gitana", supone el punto de partida y leitmotiv de las investigaciones de este segundo libro que se centra en la trama de apuestas, peleas ilegales, violencia retransmitida en directo a través de Internet en la que Elena sabe que podría encontrarse inmerso su hijo, ahora ya adolescente, trama que no sólo desestabiliza y está apunto de destruir a la Inspectora sino también a la propia brigada que dirige, al intentar destapar la red metiéndose en su peligroso avispero del que desconocen prácticamente todo que no sea lo que han podido ver en la parte oscura de Internet, que ya es fuerte.
Al comienzo de la historia, la BAC, sobre todo Mariajo, la sesentona hacker de la brigada, preparan un operativo con la finalidad de descubrir quien se esconde detrás de una IP por la que se accede a retransmisiones en vivo de violencia salvaje sobre mujeres. Para sorpresa del grupo la persona que ha pagado la sustanciosa cantidad que da acceso a la emisión en directo de las agresiones es un menor de una familia aparentemente normal cuyos padres reaccionan ante el conocimiento de la desviación de su hijo de muy diferente forma.
Tirando del hilo de la IP del crio creen haber localizado el lugar donde se retransmiten las escenas de violencia pero acaban en casa de una pareja de jubilados que nada tienen que ver pero cuya IP se ha utilizado para hacer rebotar la señal e impidir la localización de su punto de partida. Y el resto del libro se centra en la investigación de los indicios y persecución de posibles implicados en la trama con motivaciones extrictamente policiales para los miembros de la brigada pero con una principal motivación por parte de Elena cual es encontrar a su hijo, o lo que queda de él después de tantos años en las garras de una red cuyas principales fuentes de ingresos consisten en la organización y retransmisión en directo de peleas a muerte entre críos, agresiones hasta acabar con la vida de mujeres, prostitución con violencia y actividades paralelas de timbas clandestinas y otras tan ilegales como lucrativas.
La Inspectora está desatada y tan insoportable que está a punto de cargarse su propia brigada de la que, salvo la hacker y el forense, quieren marcharse todos. Pese a ello, la investigación avanza, unas veces por desarrollarse de forma eficaz, otras por pura casualidad y las más por meterse alguno donde no lo llaman y darse de bruces con el peligro.
Tan tremebunda algunos veces como la primera novela, nos mantiene en vilo hasta el accidentado final, buscando al tal Dimas, que parece el jefe del cotarro, y por fin al Padre, que es quien realmente corta el bacalao y, como en la primera entrega, la Inspectora tan temeraria e irresponsable con siempre, poniéndose ella solita más en peligro que la ponen los malos, con lo que se lleva más tortas que nadie. Que igual unas clasecitas de defensa personal le vendrían bien o, por lo menos, tomar unas medidas básicas de precaución para cubrirse las espaldas antes de meterse en la boca del lobo.
Y yo con el come-come ese de no saber quién es Carmen Mola. Que en el primero estaba convencida casi al 90% de que era un hombre pero en este en algunas partes me parece una mujer y en otras como si percibiera varios autores al alimón, un montaje de varios. Y con la manía que le tienen a los abogados (que a ver qué les hemos hecho) puede que ese alquien o alguienes no anden muy lejos de los juzgados. Abogado no, que siempre los hace quedar malísimamente. Fiscal tampoco porque no sale ni uno; de la judicatura tampoco, o por lo menos no del cuarto turno, que los de la Audiencia Nacional tampoco le cuadran; funcionario de Juzgado no creo porque no sale un Juzgado por dentro; así que me quedan la policía y los opositores a lo uno o a lo otro. Aunque bien pudiera tratarse de un grupo de guionistas muy buenos que sean capaces de dar un cuerpo homogéneo al relato y que, en cualquier caso, no se han dejado sin ver un capítulo de Mentes Criminales. 
En fin, no se, algún día se dirá. O no. Pero espero que, pese al final del libro, la serie continúe... la de la BAC no la de de Mentes Criminales.

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