Da mucha rabia que se muera uno de nuestros escritores favoritos, pero, de momento, Andrea Camilleri publica casi más muerto que vivo. Ha dejado suficiente material para que nos despidamos de él despacio.
Esta novela debe su título al peculiar sistema que tiene un director de escena para provocar que sus actores de teatro se centren en su papel. Algo como el sistema Stanislavski pero en italiano y con derivaciones peligrosas.
El libro comienza con el subcomisario Mimi Augello metido como siempre en líos de faldas. Huyendo del dormitorio de una de sus amantes acaba entrando en el dormitorio de otro de los pisos donde encuentra un cadáver. Como no puede dar noticia del mismo sin ponerse en evidencia pide ayuda al Comisario Montalbano, que ya está un poco cansado de las infidelidades de su subordinado, para conseguir encontrar el cadáver de otra forma, pero cuando tienen noticia de la aparición de un cadáver resulta que no es el mismo.
El segundo muerto es precisamente Carmelo Catalanotti, del estudio de cuyas notas se desprende que compagina su pasión por el teatro con otra línea de obtención de beneficios más lucrativa cual es la de los préstamos usurarios.
Se abren pues dos líneas de investigación: la de la obra de teatro que estaba preparando (porque todo parece tener que ver con su puesta en escena) y la de su actividad bancaria irregular. Y para ayudar en la investigación aparece Antonia, la Jefa de la Científica que deja alucinado a Montalbano y tambalea su mundo y su desgastada relación con Livia.
Nuestro comisario babea detrás de Antonia, que también se siente atraída por Salvo, aunque siempre es ella la que tiene el mando de la relación.
Juntos consiguen resolver el caso de la muerte de Catalanotti pero la trama en esta novela no me ha parecido relevante. No acaba de enganchar y la investigación no resulta entretenida. Creo que en este libro lo importante es la relación entre Antonia y el comisario, el cambio en los sentimientos del Salvo, su revolución interior que le hace replantearse todo su mundo, no solo el afectivo sino toda su vida, su sitio, su trabajo...
Ya llevaba Camilleri haciendo evolucionar a su personaje en su relación con las mujeres. El comisario ya no es aquel alma libre que acepta a Livia cuando la tiene cerca pero discute a la mínima con ella para apartarla de él, no es ya el hombre que no se compromete con ninguna mujer pero se deja seducir por todas. Ya en obras anteriores Montalbano deja de coquetear y se deja conquistar. Pero en esta novela lo hace como nunca. Se entrega. Lo vemos vulnerable y como perdiendo la tierra bajo sus pies, pero con ganas de experimentar lo que siente. Me ha gustado ese cambio. Aunque lo que no me ha gustado mucho es el libro, que como, además, hace mucho que me lo leí no me dejó mucha raya la historia.
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