viernes, octubre 06, 2006

Mujer de la semana: Mª Luisa Merlo.

Anoche estuvimos en el Teatro. Vimos "La Ratonera" de Agatha Christie. La obra es más bien flojita, pero por ver y, sobre todo por oír, a María Luisa Merlo se pagan los quince euros de la entrada y lo que te pidan. Me pasa siempre que veo a alguien de la talla de esta actriz en directo pero no lo puedo evitar, me sigue emocionando. Porque yo me acuerdo de esta señora en los Estudio 1 de la tele que era una de las pocas cosas que me dejaban ver porque el control de los rombos era estricto a carta cabal en mi casa; incluso escondiéndome detrás de la banca para que no me vieran, en cuanto salían los rombos, Mª Nieves a la cama. De todas formas lo agradezco, porque consiguieron que no me gustara la tele y, total, para lo que hay que ver. El caso es que luego cuando he visto las películas a las que entonces se ponían rombos he acabado preguntándome siempre dónde estaba lo prohibido de la película.
Pero, bueno, a lo que iba. María Luisa Merlo nació en Valencia en 1941 (por cierto, un 11 de septiembre). Hija y nieta de actores y madre de un actor y una actriz. Es hija de Ismael Merlo y María Luisa Colomina y madre de Amparo Larrañaga y Luis Merlo (el Mauri de "Aquí no hay quien viva"). Debutó primero como bailarina y pisó como actriz de teatro las tablas con 18 años. Formó parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y además de actriz de teatro ha trabajado en el cine y en series de televisión como "Mis adorables vecinos". Estuvo casada con Carlos Larrañaga y ha debido pasar una mala época, con problemas de salud, además de los personales pero parece muy recuperada, por lo menos anoche que nos deleitó con una buena actuación con dos papeles en la obra, el de la propia Agatha Christie y el de la muerta en la obra. Comenzaba poniéndonos en situación, a la vez que describía el escenario a unos personajes invisibles, Poirot y la Sta. Marple. Luego presentaba a los personajes, les daba pie para actuar e incluso leía parte de los diálogos a la vez que intervenía en la propia obra y dirigía palabras y guiños de complicidad al público desde una mecedora. Deliciosa.

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