Muchas veces se asusta una más de las palabras que de los hechos. El jueves me hacían un P.E.V. (tal cual, y se quedaron tan anchos). La primera en la frente: el pobre hombre que esa tarde daba las citaciones no sabía lo que era un P.E.V. y no sabía dónde mandarme. Al final, tras varias llamadas acabé delante de una puerta con lacónico letrero que rezaba "Pruebas especiales" y otro en el que amenazaba con las penas del infierno de Dante a quien osara perturbar la paz del interior llamando a la puerta en lugar de esperar delante de ella hasta que se dignara en salir la enfermera (¿por qué nunca hay enfermeros?¿tendrán las enfermeras un sueldo similar al de las profesionales de los Centros de la Mujer y por eso los hombres huyen de esa ocupación como de la peste o será la tradicional animadversión masculina al dolor?).
Delante de mí esperaba un señor con un preocupación similar a la mía (por la prueba, no por la ausencia de enfermeros) porque miraba alternativamente a su citación y a la puerta y, después de reojo y discretamente, miraba al resto de personas que esperábamos intentando discernir qué tipo de prueba podía hacerle coincidir ante la puerta con una señora en silla de ruedas que dormía plácidamente y una servidora, que, por otra parte, hacía lo mismo (no dormir plácidamente, sino mirar de reojo).
El señor entró primero, tardó un ratito y salió más contento que unas pascuas, lo que me alegró a mí, porque no debería ser muy duro lo que hacían dentro si se salía tan feliz de la prueba. Y ya me tocaba a mí. Entré a la habitación (muy pequeña, por cierto) y miré a todos lados sin ver ninguna máquina amenazante, sólo una silla tapizada en verde y con algún que otro lamparón y un ordenador con un monitor de pantalla plana (que más quisiera yo en vez del mamotreto que tengo en casa) y una especie de tele chiquitina.
Dos chicas encantadoras que no puedo decir si eran enfermeras, médicas o auxiliares porque con lo nerviosa que iba no tenía ojos para ver los nombres de las batas y como ninguna llevaba fonendoscopio, pues me quedé con la duda.
Me indicaron que me sentara en la silla, cosa que hice obediente, pensando si el hospital andaba escaso de personal y me iban a poner a teclear. Una de las chicas se colocó detrás de mí y me dijo que iba a empezar con una labor de peluquería, comenzando a hacerme la raya en medio, labor que el centrímetro de canas que llevaba le facilitaría enormemente. Les pedí explicaciones y muy amablemente me dijeron que tras el peinado me iban a poner una película que, desde luego, no iba a ganar el Oscar, y que me taparían alternativamente un ojo y luego otro para que mirara a un cuadrito que saldría en la tele chiquitina.
Cuando ya me estaba relajando, la improvisada peluquera preguntó dónde estaba el estropajo. Yo creía que había oído mal hasta que me apercibieron de que iban a pasarme el por fin localizado estropajo por la cabeza y me mostraron un trocito de Scotch Brite verde. Quedéme de piedra y decidí someterme a la tortura sin rechistar. A continuación sacaron una cinta métrica de las de modista (a esas alturas nada me sorprendía ya) me la colocaron sobre la cabeza hasta medir treinta centímetros procediendo a puntearme el cuero cabelludo con un rotulador Carioca cada cinco centímetros. Después me pasaron el estropajo sobre los puntos (oye que molesta ¿eh?, no lo intentéis) y luego me untaron con el gel que le echan en la tripa a las embarazadas y me llenaron la cabeza de cables. Y comenzó la prueba.
Había que mirar un cuadrito blanco rodeado de un tablero de ajedrez que cambiaba constantemente. Primero me taparon el ojo derecho (por cierto, pegándome el parche a la nariz con un trozo de esparadrapo) y luego el izquierdo y cuando acabé me dijeron que según la prueba todo estaba bien, así que me fui con la cabeza llena de gel, despeinada total y con una horquilla de recuerdo que se les olvidó quitarme, y que prefiero no pensar cuántas cabezas había ocupado. Meditaba yo según me marchaba que como se entere Scotch Brite del fin "sanitario" que dan a su estropajo, lo comercializa para uso clínico en trocitos, a precio de producto sanitario, claro, no de estropajo.
El caso es que luego he visto en Interner fotos de la prueba y utilizan unos aparatos que parecen de astronauta. Me temo que la sanidad castellano-manchega se está empezando a apañar con cualquier cosa. En fin, lo importante es que superé la prueba y de tan relajada que salí, por la tarde me "apretó" una contractura en la espalda que tuve que volver al Centro de Salud donde tras hacerme un electrocardiograma, del que salí igualmente airosa, me detectaron la "pertinaz" contractura de mi trapecio y me pusieron dos inyecciones que me dejaron salva sea la parte asaz dolorida. A ver si paso esta racha, que ya estoy un poco aburrida.
2 comentarios:
Pero mujer..., ya solo falta que cogas la gripe.
Si con eso terminas, que se de por bueno.
Que no sea nada...
A cuidarse.
No lo digas "mu" alto, que seguro que la pesco.
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