No se si seré capaz de transmitir lo que me ha gustado este libro porque vengo del "fisio" y estoy un poco dolorida de más. Además que llevo desde que lo acabé queriendo recomendarlo en el blog y no se cómo contar lo que más me ha gustado sin destripar el libro. A lo mejor tengo que hacer caso a quien me recomendaba el otro día copiar lo que pone en la contraportada y decir "hasta aquí puedo leer", como en el antiguo 1,2,3.
Me había comentado Silvia (nuestra Psicóloga) que tenía un libro que creía que me iba a gustar (ya tiene alguna idea de mis gustos, porque tengo la buena o mala costumbre de contar el argumento de los que más me impresionan e incluso de los que no me han gustado. También lo hago con las películas). Me dijo el título y, no se por qué, me pareció que debía ser un libro de psicología, de autoayuda o de "entienda la psiquiatría relato a relato" como el de "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", pero como Silvia me lo volvió a recordar, se lo pedí prestado y tengo que agradecerle que se acordara de mí. Me ha encantado.
La trama es aparentemente sencilla: Renée, la portera del número 7 de la calle Grenelle, con pinta de portera, cara de portera, ademanes de portera y en quien el vecindario del elegante edificio donde trabaja no ve nada más que una portera, no es una mujer corriente: esconde una pasión por la cultura, sobre todo los libros y el cine, que convierten todo su exterior en una mera tapadera de su verdadero yo que oculta a casi todos los que la conocen. Se pasa la vida leyendo en lo más profundo de la portería y sólo habla con otra mujer, la única amiga que tiene al principio del libro y que en el cuerpo, ademanes y aspecto de una señora de la limpieza oculta (también) un alma de verdadera aristócrata. Toman el te en la portería mientras dejan la televisión concectada para que quien pase por la portería piense que la portera, como cualquier portera-tipo, está viendo la telenovela. En el edificio también vive una niña, Paloma, que tampoco muestra su verdadero yo: es una niña superdotada con doce años pero con una preclara mente de mucha más edad y de una inteligencia superior. A su corta edad ya está hastiada de casi todo y ha decidido suicidarse, quemando previamente la casa en la que vive con su padre (un alto dignatario político), su madre (una redomada cursi que se cree la más chic del edificio) y su hermana (una estudiante de filosofía a la que desprecia y considera inferior).
La portera y la niña sólo se conocen de vista y la llegada al edificio de un japonés (Kakuro Ozu) las pone en contacto ya que ambas sienten pasión por la cultura, el arte, el cine y las costumbres japonesas. El japonés tiene la suficiente sensibilidad como para traspasar la imagen pública de ambas y penetrar en sus verdaderos interiores. El japonés invita a cenar a la portera, lo que provoca un casi cataclismo en la propia invitada que descubre su verdadera personalidad ante el desconocido y... ahora sí que no puedo contar más. Como dice en cualquier resumen que veais del libro "nada es lo que parece" y el final es verdaderamente digno del resto del libro. No creo que otro fin hubiera sido ni la mitad de bueno ni de creíble.
Me ha gustado mucho este libro, me he sentido muchas veces identificada con la portera y me ha forzado a mirar con otros ojos a mucha gente delante de la que se suele pasar sin ver mucho más que la apariencia externa y supliendo lo que no intentamos ver con el estereotipo de turno que se les aplica habitualmente. El lenguaje en el que tanto la niña como la portera escriben o hablan cuando no hay extraños es preciso, muy culto y de una ironía y una crítica social del mundo donde viven muy profundas. La cria, además, no deja de serlo por ser superdotada y tiene más pájaros en la cabeza, si bien va aprendiendo y cambia su forma de pensar según suceden los acontecimientos, lo que la va haciendo madurar.
El libro, además, no es muy largo y la encuadernación del que me prestó Sivia es la típica de Seix Barral, con una tipografía de buen tamaño y muy manejable.
Lo que menos me ha gustado es la pasión que las protagonistas tienen por lo japonés. No se si es que todavía estaré influenciada por las pintas que llevaban los/as adolescentes japoneses/as que vi estas vacaciones y que me hicieron pensar que el imperio del sol naciente ya no es lo que era (parecían personajes de tebeos manga con los pelos de colores y habían aparcado bastante los educados modales que se predicaban de las personas nacidas en Japón) o quizá la idea que sobrevolaba mi cabeza mientras leía de que la cultura tradicional nipona no coloca a la mujeres en pie de igualdad con los hombres, no se, pero a mí no me parece tan digna de admiración. Pero, como para los gustos están los colores, cada cual a lo suyo y con los suyos.
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