Esta mañana, para celebrar que tenía el día libre, he tenido que hacerme un Doppler en el Hospital de Alcázar y es que no hay forma que yo me reconcilie con el sistema de salud. He llegado, puntualísima para mi sorpresa, cinco minutos antes de la hora de la prueba, a la puerta donde habían pegado un folio con cuatro letras cuya transcripción en palabras ignoro, seguidas de la palabra Doppler que, después de hacerme tres, sí se lo que es. Pues bien, mientras estaba comparando mi citación con el folio en cuestión se me ha aproximado una señora de pelo cano con bata blanca y de ignota profesión (ya que el lugar de la bata que normalmente ocupa la profesión u oficio de quienes trabajan en la sanidad pública iba convenientemente oculto tras una carpeta). Pues bien, la señora en cuestión me ha preguntado amablemente si podía ayudarme. Yo, que he sido muy bien educada para contestar, le he agradecido su interés y le he mostrado mi cita a la vista de la cual mi buenasamaritana sanitaria me ha indicado que no era en esa puerta donde debían hacerme la prueba, ni siquiera en ese pasillo y casi ni siquiera en ese hospital ya que la prueba la hacían en el ala de rayos del hospital nuevo, a la sazón pegado al antiguo y en una unicidad de edificio que no de edificación. No contenta con mostrarme lo equivocado de mi equivocación, se ha ofrecido a acompañarme al pasillo en cuestión. Como no me había enterado en modo alguna de las indicaciones de palabra sobre el lugar donde debía dirigime he aceptado su oferta y la he seguido por todo el hospital hasta que me ha dejado junto al mostrador donde debería dejar mi cita en el hipotético caso de que volviera la persona que habitual o esporádicamente lo atiende, en esos momentos ausente. Le he dado las gracias y pensando que el hospital, al ser transferido a la Junta de Comunidades, había sustituido por una bata blanca aquellas horrorosas chaquetas rojas que obligaban a llevar a los azafatos y a las azafatas que orientaban en el antiguo Insalud, he esperado estoicamente en el mostrador junto a otra señora de nacionalidad aparentemente rumana que dedicaba su tiempo a perderlo de la misma forma que yo.
A los seis o siete minutos ha aparecido una persona de sexo femenino, bata blanca e igualmente de desconocido cargo o profesión a quien, tras el oportuno permiso rumano, he preguntado si la cita que traía era "para allí" y tras asegurarme he esperado a que atendieran a la otra señora y luego más tiempo porque no era la primera bata quien debía atenderme sino otra que por fin a cogido mi cita y me ha invitado amablemente a esperar sentada hasta ser llamada por la enfermera. Una que es muy obediente se ha sentado a esperar a "la enfermera" y mientras contaba los minutos (cuando me senté ya eran las doce y media y mi consulta era supuestamente al mediodía) me he entretenido atendiendo a un panel de plasma de autobombo del Sescam y de "consejos" (lo pongo con comillas porque todos los consejos llevaban el verbo en imperativo, que como verbo de consejo no se estudiaba en Lengua cuando yo iba a la escuela). Y el rato merece capítulo aparte porque he sufrido lo indecible con "los consejos" que, olvidando que hay mujeres en la profesión médica y hombres en la enfermería, ordenaban informar a "su médico y a su enfermera" y suma y sigue. Luego mostraban la web del Sescam con un apartado para "Ciudadanos" y un lenguaje de los de no poner de ejemplo (no hay fumadoras, ni obesas (¡qué suerte!, ni artrósicas...). En un momento dado he oído mi nombre (a la una menos cuarto) y al acercarme al mostrador he sido informada que no era allí mi prueba, que había habido un error en la citación (así, sin sujeto responsable) y que estaba en el lugar equivocado, que debería estar en "Pruebas especiales" que estaba justo, justo... en el otro pico, pero que ya estaba allí el médico, que corriera, que me esperara.
Con mi estoicismo amenazado de muerte y sin obedecer la orden de correr ya que hoy me había puesto tacones, he dirigido mis pasos al lugar indicado y, antes de llegar, se me ha acercado otra bata blanca, esta vez de sexo masculino, pero con la misma inexistente identificación, que me ha preguntado si podía ayudarme, a lo que le he contestado que no, que ya me perdía yo sola sin ayuda. He buscado una puerta al lado de la cual y sobre varias capas de esparadrapo había escrito alguien la palabra Doppler pero con otras letras delante y he llamado. Ha salido una amable enfermera y tras ser interrogada al respecto me ha dirigido al lugar donde "de verdad de la buena" me iban a hacer la prueba y que no era otro que la primera puerta delante de la que había estado al llegar al hospital. Menos mal que, efectivamente, dentro estaba mi médico. Como no era mi hora he tenido que esperar a que acabaran de atender a una señora entretenida en cambiarme de sitio según pasaba el de pulidora y observando que el señor que limpiaba las ventanas no había adelantado gran cosa en las dos horas que habían pasado desde mi primera llegada al pasillo.
En fin, que menos mal que luego el resultado de la prueba ha sido muy bueno, que si no es para irse a la puerta del Juzgado y apuntarse a la huelga "de Jueces", que sería la única forma que me hicieran caso. Por cierto, que lo de "Jueces" lo he puesto aposta porque como siempre salen los cuatro mosqueteros de las Asociaciones de la Magistratura y no hay mujeres...
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