jueves, diciembre 16, 2010

Creo que no voy a volver a comer chicle en la vida.

Acabo de ver en el BOE de hoy el Real Decreto por el que se aprueban las materias básicas para la elaboración de la goma base del chicle y da un asco que desanima al consumo. Desde los nombres de las gomas naturales ("manilkara zapotilla", "ficus platyphilla" [que suena como si masticaras la planta que tengo en la sala de espera del despacho], "cnidoscolus elasticus"...), los componentes artificiales autorizados (entre los que me han llamado la atención el polietileno y el acetato de polivinilo, que ahora me explico por qué me hizo el técnico que me instaló el aire acondicionado poner un chicle en un agujero de más que tenía el cajón donde va el ventilador, que lleva lo menos doce años puesto y no se ha movido del sitio), hasta los "otros ingredientes" que puede llevar como cera de cascarilla de arroz, piedra caliza molida o talco, que ríete tu de lo que dicen de las pastillas de las discotecas y de cortar la coca con yeso de la pared. Pero sobre todo pone los pelos de punta el anexo II del Real Decreto que regula los criterios de pureza y menciona los máximos que pueden incluirse de determinados componentes donde figuran el arsénico, el plomo, el cadmio y el mercurio.
¡Qué asco más grande! No se qué va a ser peor para quienes se animen a dejar de fumar el dos de enero, si no les va a merecer la pena seguir fumando en lugar de masticar chicles de nicotina, que esos deben ser ya la bomba atómica en minidosis.

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